28 diciembre 2007

Para empezar


Desde que recuerdo, ese periodo manido que suele ser la Navidad siempre me ha parecido algo fraudulento (y no me refiero a lo mercantil... que es otro tema), en lo sensorial. Es como un paréntesis demasiado denso durante el cual parece que de repente te has ido a vivir a una ciudad absolutamente atestada, colapsada, repleta de gente que va aún más rápido que de costumbre, bolsas, luces, música coñazo, ir y venir de un lado para otro a cumplir una serie de rituales que ya no tenían mucho sentido la primera vez, risas enlatadas con gente a la que no ves el resto del año (por algo será), o esos otros a los que tienes que ver el resto del año pero durante dos semanas se sientan a tu lado cuando surge la oportunidad porque dicen que es el lado de la mesa más divertido, y como siempre les ha gustado tanto ese lado...(los hay que viven en su propio mundo, y en Navidad se convierten en los mejores amigos de media humanidad). Por eso cada año me parece lo mismo, como un viaje brumoso a toda velocidad flotando por la superficie de los días, como si de repente a todo el mundo le diese por acabar el año a toda costa y en una carrera desenfrenadamente dispersa contra uno mismo, el calendario y lo que uno no es las otras 50 semanas.

Probablemente por eso, de un tiempo a esta parte, me resulta más delicioso salir de ese paréntesis, antes de tiempo, y aparcar la ciudad unos días, a los que no veo el resto del año (insisto, por algo será), a los que viven en un mundo encantador sólo dos semanas al año y el resto en uno lleno de mala hostia y amargado, a las bolsas, las luces, las canciones coñazo, los aparcamientos imposibles y los días en superficie, así que me busco las hojas en blanco de lo recién llegado al calendario, ralentizo el ritmo y entro dentro de cada día un poco más, para rozar el plato con cada cucharada del postre. Feliz año nuevo. A la vuelta, ya no será Navidad.

Resonando: All rights reserved_Chemical Brothers (con Klaxons)

26 diciembre 2007

Nadie

Desde aquel sitio, tan cerca de la ventana, podía ver a cierta distancia las luces rojas de tantos coches regresando a la vez a su vida doméstica, o simplemente yendo a otro lado, donde quizá les estuviesen esperando, en un ejercicio algo atribulado de cariño o simplemente despiste de lo cotidiano. Aguantó unos instantes la mirada oblicua mientras desde otro punto alguien le decía "hasta mañana". No varió la mirada mientras descolgaba de sus labios aquel formal "adiós". No había sido un mal día, ni siquiera uno de esos extraños ocasionales, pero en ese momento era como si las luces rojas del atasco de salida le hubiesen diluido el ánimo, como esas pastillas efervescentes al contacto con el agua.

Volvió a colocar su mirada sobre la pantalla, para intentar regresar al documento que estaba revisando unos minutos antes, pero no volvió a pensar seriamente en ello, simplemente dejó los ojos posados sobre esa bolsa de letras apelmazadas. El silencio, a esa hora, ya le acompañaba, no había más voces, ni timbrazos de teléfonos, ni ruidos de dedos tecleando. Anticipó el sabor metálico en el cielo de la boca cuando bajase al parking desierto, las luces industriales tiñéndolo todo de huidas, o simplemente de cruces en los que había tomado la dirección equivocada, podía anunciarse la canción que comenzaría a sonar al encender el motor del coche, casi como si pudiese entender entre líneas esa forma ingrata en que la música le susurraría las ausencias invisibles.

En la rotonda donde seguía habitualmente de frente, giró hacia la derecha, no quería encontrarse con luces rojas y esa sensación de algunos días inesperados de que nadie le esperase, así que condujo hasta ese otro sitio, donde tampoco le esperaban, pero al menos podía conjurar durante un rato la mayor parte de luces y ausencias, y de una forma algo egoísta, el ir y venir en el agua le dejaría lo suficientemente cansado como para no tener que escuchar ningún eco, ni seguir ninguna huella, como si de nuevo, también esas sensaciones efervescieran al contacto con el agua. Hasta el día siguiente.

Resonando: Nude_Radiohead

23 diciembre 2007

Nuevos negocios

Se detenía el reloj siempre a la hora adecuada, no importaba cuál fuese, en aquella cocina las manecillas paraban a descansar. Aunque todo aquello ni siquiera lo pudiesen intuir en aquella librería del centro donde se encontraron. Se rozaron sin querer, o no tanto, pero él, sin mirar aún, notó el perfume de ella haciendo cosquillas en su pituitaria y se la imaginó, primero, antes de verla realmente.

Ella le había visto ya unos minutos antes, por eso se demoraba en aquella zona de la librería que no le interesaba nada, porque parecía que a él sí había algo que le mantenía allí.
Le gustó que tocase el lomo de los libros con aquella delicadeza y que al hacerlo pareciese que no había nada más alrededor.

Cuando vio la posibilidad, entonces caminó despacio entre aquellas estanterías que se llenaban de libros de arquitectura y diseño y se fue acercando a él, sin apartar la vista de su espalda, de sus brazos, de los vaqueros que le sentaban tan bien, acercándose lentamente mientras la mano derecha de él acariciaba un libro de Le Corbusier y lo extraía con delicadeza para abrirlo.

Ella se seguía acercando, viéndole de perfil, con su cazadora y la bufanda desanudada algo descuidadamente alrededor de su cuello. Podía ver de manera tangencial su mirada algo miope y atenta sobre la Ville de Savoye y esa abstracción completa que hacía parecer que estuviese solo, o al menos que nada podía molestarle o interrumpirle mientras se dedicaba a esa tarea. Por eso, al pasar junto a él, tan cerca de su espalda, no le quedó más remedio que rozarle con su mano, esperando sacarle de aquella burbuja de fotografías de edificios.

Él notó el perfume unas décimas antes de percibir el roce de su mano por la espalda, y aunque mantuvo los ojos fijos sobre aquella fotografía, ya no pensaba en aquel libro que tenía que elegir para regalar. Radiografió mentalmente cada centímetro de su espalda por el que se iba reposando la mano y aspiraba con pulcritud el perfume que en ese momento ya le cubría todas sus fronteras. Cuando aquel roce se acabó, movió la cabeza muy despacio hacia su izquierda para ver a quién le había acariciado así y vio la espalda de una chica que caminaba despacio con un par de libros en su mano izquierda.

Sus piernas fueron tras ella sin dudarlo, hasta colocarse justo a unos centímetros a su espalda, mientras formaban educadamente cola frente a la caja. Cerró los ojos unos segundos para oler aquel perfume y la frase le salió sin pensar:

- ¿Qué día es hoy?

Ella volvió su rostro un poco, lo justo para poder mirarle con cierta guasa ante aquella pregunta.

- Sábado, ¿por qué?

- No, por nada, es que busco a alguien que me ayude en un nuevo negocio.

Ella sonreía y giró su cuerpo en su dirección del todo, mostrando interés por aquella extraña conversación.

- ¿Tu negocio? Tiene algo que ver con Le Corbusier, supongo.

Él miró de refilón el libro que seguía sosteniendo en su mano y volvió a mirarla a ella.

- Busco una socia. Para convertirnos en domadores de domingos.

Resonando: Moss_Gus Gus

20 diciembre 2007

Un paréntesis

No tocaba, ya lo sé, no estaba en la agenda ni en el calendario, ni siquiera en mis ganas o mi estómago, pero es lo que tienen los caprichos.

Así que una vez llegan, es mejor darles de beber y que cuenten sus cosas, que te recuerden aquella mano recorriendo el pecho lentamente después de habernos desliado en huecos que encajaban a la perfección. Las horas robadas al cielo para que no amaneciese por temor a que con los primeros rayos de sol nos deshiciésemos repentinamente hasta convertirnos en agua o apareciésemos cada uno en nuestra casa, que venía siendo lo mismo.

Sé que en un rato, cuando el capricho de la memoria se vaya a dormir, volveré a ese estado exquisitamente liviano de no echar de menos, pero en este paréntesis irreconciliable todo se ha pintado en blanco y negro, como algunas de nuestras noches en que nos acompañábamos entre las sábanas para no tener que dar vueltas sin sentido en nuestras propias camas esperándonos el uno al otro.

No sé cómo ha regresado ese recuerdo, ni siquiera tengo en la boca el sabor de ti, que duró tiempo, incluso cuando tú ya no estabas, y a veces hasta se me desdibuja tu rostro, y sin embargo llevo un rato recordando aquella forma pausada de decirme al oído que te siguiera, y yo me acoplaba a tu modo de caminar entre la gente y te miraba el culo de vez en cuando, porque supiste desde el primer momento que no íbamos a alimentarnos de Platón únicamente, que habría sido un placer a tiempo parcial dejarnos el sexo en las aceras y no haberlo subido a casa.

Ha sido una visita inesperada la del capricho este, pero ya se está marchando, le he dado las buenas noches y se ha ido a dormir. Afortunadamente mi cama ya no parece tan grande, ni me despierto en mitad de la noche para comprobar que no te has ido, ni te abrazo fuerte para que no desaparezcas. Ahora sólo sonrío.

Resonando: Una que no te gustaba.

18 diciembre 2007

La puerta

No debiste cruzar la puerta, precisamente esa puerta.

Al bajar del taxi debías haber previsto lo que iba a ocurrir, lo que pasaría cuando entrases en aquel local con olor a serrín y aceite quemado.

Cruzaste lenta todo el local, con el pelo mojado y la ropa empapada, con el aliento entrecortado, igual que al despertarte alertada por el timbre del teléfono dos horas antes, sin saber siquiera dónde estabas, aquella cama, la misma ropa que el día anterior y todo revuelto.

Tardaste unos segundos en reaccionar, exactamente los que hubo entre el timbrazo que te despertó y el que te asustó. Pero tampoco cogiste el teléfono aún, porque no reconocías aquel dormitorio, tanta ropa por el suelo, y todavía con el corazón acelerado por el sonido metálico, inconscientemente observabas con mucha atención lo que te rodeaba, intentando desesperadamente encontrar algún detalle que pudiese darte alguna pista sobre el lugar en el que estabas, sobre cómo habías llegado allí.

No debiste cruzar precisamente esa puerta. Ni siquiera debiste haber descolgado el teléfono al cuarto timbrazo. Así no tendría que estar ahora apuntándote a la cabeza con esta pistola.

Resonando: Respira_La Mari y Enrique Morente
(El texto es un ejercicio para una amiga que necesitaba algo así por motivos que no vienen al caso)

16 diciembre 2007

Funambulismos

Todo eso de las posibilidades y los universos que abren cada decisión siempre me ha gustado como tema para magrear intensamente por fascículos en ratos muertos.

Aquella noche bailaban posibilidades en diferentes puntos de la sala, probabilidades teóricas, mientras un tipo tan serio que nunca sabremos qué hacía allí, apenas se movía.

Incluso antes de entrar, ya iba vestido con esa cómoda camiseta de indiferencia bien acogida que llega a veces y sienta tan bien, así que tuve perspectiva privilegiada para verlo todo sin subjetividades.
Quizá por eso me resultó tan sencillo ir comprobando cómo las posibilidades se agrupaban en dos bandos irreconciliables. El grupo mayoritario jugaba sabiendo que todo acababa allí, sin sangre, ni sudor ni lágrimas, una especie de aperitivo sin menú posterior, y veías las sonrisas, los gestos comunes, las distancias, las formas y maneras, y me sonreía, pedía una copa y me enredaba en otro ángulo a seguir identificando otras partidas similares.

Pero lo más divertido fue ir adivinando y reconociendo esos otros juegos que van más allá de las posibilidades, donde el humo flotaba entre certezas aplazadas, donde había más distancia aparente pero todo iba deslizándose en un fino alambre de funambulista, en un roce sin aperitivos pero con pensión completa en otro lugar.

Lo que no esperaba era cruzarme con esas dos certezas humeantes en dos momentos distintos de la noche, porque en este caso eran mis certezas, y uno siempre se siente extrañado cuando ve unas caderas que estuvieron tatuando las noches descosidas de un verano perdido y un otoño suicida, que caminan precisas por el alambre y muerden la manzana un instante antes de servírtela mientras susurran una canción.
Aquella carretera de circunvalación de tantas veces me acogía desolada mientras volvía a repasar en los labios, el sabor tan exclusivamente dulce que tienen las posibilidades convertidas en volutas ciertas, y la sonrisa pacífica que roza la cintura mientras se susurra al oído, "hoy voy a dormir solo, pero ha sido un auténtico placer mantener el equilibrio en el alambre con tu olor en mi cuello".

Resonando: Porqué te vas_Popular Org.

13 diciembre 2007

Paradojas a lo tonto

En unas horas unos cuantos y un servidor se pondrán a hacer el anormal durante un buen rato intentando que otros cuantos se lo pasen bien, pero en la preparación de todo eso (que aunque los presentes crean que ha sido pura improvisación, podemos jurar que nos lo hemos preparado), surgió, entre otros cientos de cuestiones y paradojas, una desasosegante pregunta que se quedó flotando en el aire (y sigue allí). Qué raros vaticinios puede depararnos el hecho de mezclar a Los Payasos de la Tele con una canción de Los Calis (aquella famosa "Heroína")?

Probablemente nunca lo sabremos, pero desde luego aquel famoso mail cadena que cruzó las cuentas de correo de todo el país relatando la infancia y adolescencia típica de esa generación que estamos entre los 27 y los 40 años ahora (más o menos), y que concluía diciendo algo como que a pesar de todo hemos llegado hasta aquí sin casi rasguños (cuyo corolario fue el famoso anuncio de Coca-Cola)......pues qué queréis que os diga, después del capazo de imbecilidades que se les pueden ocurrir a siete tipos de esa generación encerrados en una habitación durante un buen rato, no aseguraría yo que hemos salido indemnes.

R
esonando: Eso, la canción nombrada (pero disfrazados de payasos de la tele, cuanto menos desasosegante, ya digo).

12 diciembre 2007

Faltó uno

En uno de esos juegos absurdos de las tantas de la madrugada en un grupo de seis o siete que se han tomado varias copas y dejan chorrear la conversación sin destino prefijado ni predecible (ni se le espera), a alguien se le ocurrió intentar recordar a lo tonto los siete pecados capitales. Si, ya sé, una gilipollez como un polideportivo de grande, pero es lo que tiene la suma de confianza, copas y mínimas ganas de volverse cada uno a su casa, que un juego chorra puede llevarte un rato si las copas te embarullan un poco la memoria y encima a todos y todas las presentes les da por hablar al mismo tiempo y con alguna canción coñazo atronando el lugar.

Y me quedé con la pereza, debe ser, porque ahora debería estar haciendo alguna de tres cosas que tienen una fecha más o menos tácita en su existencia, y sin embargo estoy escribiendo esto, y una canción menos coñazo atronando la casa, y un café recién hecho humeando todavía a mi lado sobre la mesa, y un olor en la memoria, y dentro de un rato tacharé miradas del calendario o tararearé los últimos planes que no salieron, en sordina, y me reiré, prepararé un baño muy caliente y saldré a pasear entre el frío y tendré una conversación casi tan larga como chorra con algún amigo que espera frente a un escaparate del centro a que su novia acabe de discutir con la dependienta, y luego hablaré con su novia y pondremos tibia a la dependienta sin nombre, y me invitarán a cenar y las conversaciones seguirán iguales derroteros sin destino prefijado ni predecible (ni se le esperará).

La pereza, si, era ese el que faltó por nombrar aquella noche. Parece mentira.

Resonando: Siboney_Connie Francis

09 diciembre 2007

Corriendo


Corríamos como si nos fuera la vida en ello, y a lo mejor, sin llegar a saberlo, fue así de algún modo. Todo empezó a lo tonto, como suelen empezar casi todas las cosas que se convierten en las que más nos gustan.

- Si llegas antes que yo a ese sitio y consigues meterte detrás de la barra y convencer a la camarera de que te deje servirme una copa, te regalo mi ropa interior.

Yo sabía que a veces te daba por ahí, soltar lo primero que se te ocurría a ver si esa vez caía, pero en ese momento sólo se me ocurrió soltar una carcajada.

- Yo no quiero tu ropa interior. Sabes que mi única aspiración de los próximos diez minutos es quitártela.


Saliste corriendo de aquel bar, y como si se despertase un resorte, salí detrás de ti. Luego me contaron mis amigos que durante unos segundos creyeron que me pasaba algo, y aunque no tenían ni idea, tenían razón.

Subiste aquellos escalones de dos en dos, y me pareció que empezabas demasiado fuerte, pero mirabas de reojo a ver si te seguía, y mientras tanto no dejabas de hablarme:

- He dicho que te regalo mi ropa interior, pero no sabes cómo será la ceremonia de entrega.

Cruzando entre los coches detenidos ante cualquier semáforo en mitad de la ciudad, sus ocupantes nos miraban con una mezcla de incredulidad y cachondeo en las pupilas.

- ¿Y si ganas tú?

Mientras veinte japoneses se apelotonaban junto a la puerta de un hotel, probablemente pensando en la inseguridad de la noche madrileña, porqué si no iba a ir aquel tipo detrás de aquella chica con una cara tan dulce si no era para hacerle algo malo, conseguí escuchar tu risa:

- Si gano yo, me llevarás de viaje a aquella isla, el día que menos me lo espere.

Cometiste un error, aunque eso lo supiste luego. Tu fallo no fue creer que iba más lento que tú porque no podía correr más rápido, tu error no fue dar por sentado que no podría convencer a aquella camarera, ni siquiera cometiste el error de pensar que no deseaba quitarte la ropa interior después de tanta carrera. El único fallo en todo tu plan fue no advertirlo al pasar por delante, y seguir corriendo. Ni siquiera lo sospechaste, lo supe al ver tu gesto engreído cuando por fin entré en el sitio ese y ya tomabas tu copa servida amablemente por aquella camarera. Se detuvo tu carcajada socarrona, pero te brillaron los ojos cuando deslicé en el bolsillo trasero de tus vaqueros aquellos dos billetes mientras te susurraba al oído:

- ¿A que no te lo esperabas hoy?

Resonando: Complexity reducer_Delorean

(La foto, uno de los doscientos sitios mágicos de la isla negociada, el cráter de un volcán apagado hace muchísimos siglos).

05 diciembre 2007

La realidad inconcebible

Entre casi nada sonó aquel piano, lentamente, y volvió a recordar porqué le gustaba tanto aquel sonido. Hasta ese momento no se escuchaba nada más, sólo el roce asistólico de la punta del bolígrafo contra el papel, como dos amantes ansiosos y temerosos al mismo tiempo.

Giró la cabeza un cuarto o simplemente movió la mirada cuarenta y cinco grados a su izquierda. No había nada, la noche se lo había comido todo, y sintió que en parte también le había pasado lo mismo con esos meses de ventaja que hoy cumplían su aniversario, el aniversario extraño de aquella última mirada.

Subió el volumen para que los mordiscos tiernos de las teclas negras y blancas se comiesen también aquella casa, y siguió mirando la oscuridad que no era capaz de volverse loca ni a la luz de las velas, sólo sonreía.

Todo pasaba lentamente, los segundos, la respiración y las hojas cayendo sobre las aceras, todo era como una gastada película proyectándose en cámara lenta y sin parar.

Y recordó aquella estrofa de aquel libro que había llegado en la versión original de otro otoño, que más o menos creía que decía algo como "la mayor parte del tiempo contemplamos la realidad a distancia, desde lejos, por eso es soportable. Pero cuando se aproxima a nosotros y nos toca, entonces nos resulta inconcebible e irreal, a veces fantástica, como un sueño".

Por eso siguió sonando el piano, igual de descarnadamente lento y delicioso, para no dejar que la realidad se aproximase del todo, para no dejar que la oscuridad traspasara los límites de su campo de juego, para que no le tocase lo inconcebible, para que todo siguiese estando en la adecuada y profiláctica distancia de tantas veces, de tantas vidas, de otras veces.

Resonando: A bitter song_Butterfly Boucher

02 diciembre 2007

Al fin, sonreíste

A las tres de la madrugada, con la lluvia anunciándose débilmente a ratos cortos y las aceras mojadas, las calles estaban inusualmente vacías para ser el día que era y el lugar. Mis pasos no resonaban, simplemente se amortiguaban con el sonido asincrónico de algún coche por la calzada, camino de aquel parking. Si me hubiese dado la vuelta de ese modo algo instintivo e inconsciente en que a veces lo hacemos cuando caminamos solos de madrugada por la ciudad, quizá te habría visto, y habría recordado sin dudarlo tus ojos negros o aquel lunar que se había colocado impúdico en aquel lugar delicioso de tu cuerpo, probablemente hace años ya. Pero no giré la cabeza, sino que seguí caminando, con la idea deglutiéndose cada vez más deprisa, de llegar al coche y encender la calefacción, y dejar el frío y el ruido insano de aquel sitio sobreexplotado por almas malbaratadas en días como este, a las que sigo sin encontrar la gracia, tanto tiempo después.

Un par de postadolescentes se gritaban completamente borrachos desde las dos aceras de aquella avenida con nombre de calle, pero realmente no se comunicaban, no había ninguna conexión entre lo que gritaba uno y lo que le contestaba la otra, era una forma totalmente absurda de despedirse, supongo. Giré a la izquierda por la calle de mi tienda favorita y tampoco conseguí verte de refilón, aunque no sabía aún que estabas allí, así que me subí el cuello del abrigo para seguir intentando conjurar un poco más el frío desangelado que se me había instalado en el estómago y una pareja amable con dos maletas me dio las buenas noches en otro idioma.

Fue entonces, mientras daba los primeros pasos para bajar por aquellas escaleras del parking cuando te vi girar la esquina y sorprenderte, porque supongo que no esperabas encontrarte conmigo de frente. Te quedaste parada, como yo, que me detuve y no bajé ni un escalón más. Supongo que, subjetivamente, podría haberse construido un rascacielos en el tiempo en que nos quedamos mirándonos. Una sirena nos volvió a dar las buenas noches girando en aquella plaza, y la lluvia, durante unos instantes, no quiso molestar.

Al fin, sonreíste. Me senté en el escalón esperando que llegases, pero debiste encontrar otras razones y escuché cómo, entre un par de motores más, tus tacones corrían en dirección opuesta por la calle de mi tienda favorita.

Resonando: The black swan_Thom Yorke

30 noviembre 2007

Aperitivos audaces y lo inesperado

Sin la prisa malbaratando caricias ni derrotando gemidos, sólo aquella noche contada de a dos, para las manos, los brazos, los labios y los ojos, para desliarse contra las sábanas o desenmascarar deseos en abrazos de lazos sin dudas.

El estómago solicitando convenientemente canciones de esa mujer, peticiones del oyente siendo atendidas y lo inesperado por llegar, mientras preparaba aquel plato lentamente en el horno. Saltó aquella canción en el CD sin saber que estaba allí y envolviéndose por pulgadas, centímetros y respiraciones. Una letra demasiado melosa pero una melodía hipnóticamente seductora. Cortando con parsimonia las verduras que acompañarían en ese viaje arrebatadoramente ardiente al pescado en la fuente de barro, el eco de su propia voz sobre el ritmo antiguo de la canción, y lo inesperado sin aparecer todavía, los sorbos demorados a la copa de vino, el horno expectante para cobijar aquellos ingredientes y el aceite de oliva lubricando la fiesta privada allí dentro, y recordar como un relámpago gracioso aquella propuesta sin respuesta.
La puerta del horno cerrándose entre la deliciosa voz que se confundía con un gemido privado, y lo inesperado sin suceder pero invisiblemente flotando sobre el perfume tras la ducha, y dos sorbos más, demorados en la copa de lágrimas rojas, mientras observaba hipnóticamente el baile detenidamente sibilante del pescado entre verduras y el tarareo en sordina de esa estrofa tan cursi, y la risa contenida de después, y lo insospechado sin hacerse real pero casi acabando su labor previa.
La temperatura culminando su trabajo, la orgía de sabor en su punto y como un guiño malvadamente preciso el timbre al fondo del rumor cadencioso de esa canción con tantos años que se había ido repitiendo varias veces seguidas al ritmo con el que se rozaban descaradamente los ingredientes de la cena.

La puerta se abría sin que durante esas décimas de desconocimiento tuviesen oportunidad siquiera de prever lo inesperado.
La luz tenue de la lámpara rara del pasillo inundando aquella falda que rodeaba con la ferocidad de lo previo, las caderas que estaban detenidas en la frontera imaginaria entre el rellano y el pasillo de nunca jamás de gravedad extrema.

- Espero estar a tiempo de aceptar aquella propuesta que me hiciste hace unas semanas.

Él se movió en diagonal su cuerpo para que ella, mientras seguía montada sobre su sonrisa culminada de seducción, traspasara la aduana inerme entre el mundo y lo inesperado.

- Aquel plan no entendía de agendas ni calendarios, por lo que no creo que le importe demasiado que hayas aceptado precisamente hoy.

El sonido de los tacones de sus botas contra las ganas de él parecían anunciar el deseo incontenible que no medirían los relojes un rato después.

- ¿Has preparado cena?

La puerta de madera se cerraba muda a sus espaldas y parecía decirles que la función estaba a punto de comenzar. y la melodía melosa pero hipnóticamente sugerente se enroscaba hábilmente para quitarle el abrigo a la recién llegada.

- El menú estaba incompleto hace unos minutos, no acababa de saber qué vino le iría bien, pero ahora estoy seguro.

Ella cantaba como por descuido la primera estrofa de la canción que impasiblemente le rozaba el cuello al salir en volutas desde el salón.

- Me gusta saber que el menú completo ya lo has decidido.

Apoyándose en el quicio de la puerta de la cocina le miraba alentando un baile demasiado parecido al que se había desliado un rato antes en el horno y generándole la duda de si debía comenzar el menú convencionalmente.

- Tengo unos aperitivos realmente audaces.

Ella sonreía mientras movía con seductora cadencia su vida al ritmo de esa batería de lujuria que anidaba en aquella canción.

- ¿Tan audaces como para querer llegar al postre?

Un par de pasos le acercaron a sus labios, pero a la distancia prudencial de lo previo, que se anunciaba en esos segundos lisérgicos en que las manos ardían y la piel se preparaba para rozarse.

- Tan audaces que pueden tomarse entre las sábanas.

Resonando: Le temps de l'amour_Françoise Hardy

28 noviembre 2007

De vagones y ojos verdes

Cuántas vidas cabrían en aquellas pupilas verdes y marrones a la vez, se preguntaba cada vez que la miraba, levantando la vista con cierta desidia de entre las páginas de aquel libro. ¿Alguien la querría, o al menos le acariciaría la espalda unos segundos antes de dormir? ¿Echaría de menos a alguien o simplemente se dejaba estar?

Las manos le gustaban, con aquellos dedos finos, como de pianista, y se sonreía por dentro pensando en esa expresión tan antigua, rozando con cierta expresión de atesoramiento el lomo del libro y la página de la derecha, como si fuese sencillo comprobar, al mirarla, que lo que estaba leyendo le gustaba.

Y aquella bufanda leve y verde que no se había quitado dentro del vagón, quizá por coquetería o simplemente por despiste o pereza, uno de cuyos extremos le caía plásticamente sobre el borde interior izquierdo de su cuerpo, rozando con milimétrica precisión su cuello, su pecho, su cintura.

Volvió a levantar la mirada y a reposarla sobre el cristal sucio frente a ella que dentro de aquel túnel se convertía en un espejo tiznado sin delicadeza por la luz industrial del vagón. Hacía aquel gesto con cierta cadencia, como si estuviese leyendo algo denso o importante, y cada cierto tiempo necesitase deglutirlo despacio. Pero en aquella ocasión le sorprendió, con un movimiento rápido e imperceptible, viró su mirada para ponerla justo sobre la de él.

En esas milésimas iniciales se sintió nervioso, al tener aquellos ojos verdes sobre los suyos, como si a pesar de llevarla mirando bastante rato, ni siquiera hubiera sido capaz de anticipar que le miraría en algún momento, pero con más celeridad incluso de la que hubiese esperado comenzó a sentirse confortable, como si de repente se estuviese dando cuenta de que los ojos de ella le tranquilizaban, le agarraban dulcemente a aquel asiento incómodo.

Ella volvió a su libro denso o importante y él, sin esperarlo de nuevo, se sintió un poco más solo.

El tren traqueteó metálicamente al salir del túnel y comerse poco a poco la estación. Se levantó con pesadumbre y se detuvo frente a la puerta. El cristal sucio ya no ejercía bien como espejo con las luces en estéreo, tan industriales también, del andén, y no pudo comprobar si los ojos verdes volvían a hacer otra pausa en el paseo por el libro denso o importante y le miraban la espalda.

Las puertas se abrieron con ese movimiento sincopado habitual y sacó el cuerpo, ahora cansado, al andén. Quince minutos después estaría preparándose cualquier cosa para cenar.

Resonando: Like eating glass_Bloc Party

25 noviembre 2007

Como cañonazos

Cuando menos te lo esperas, quizá después de llevar durmiendo varios años, y sin haberla vuelto a escuchar desde entonces, un día cualquiera, mientras tomas un café o cenas en un sitio nuevo, suena de fondo una de esas canciones, o cualquier otra que se guarda en la misma maleta decorada con luces fundidas y sellos de fronteras, y la reconoces en unos segundos, sin querer casi, y te vas enganchando al sonido, a las notas, a la barandilla de mucho tiempo atrás o simplemente a la de anteayer.

Al llegar a casa rebuscas en discos duros, en cajas de CD's o simplemente te das por vencido reconociendo que la perdiste en alguna mudanza o en un día festivo de los que no vienen en el santoral.

Y al pensarlo con más detenimiento acabas siendo capaz de casi tejer el edificio que formarían todas esas canciones que son capaces de transmitir con dos notas, una estrofa o simplemente un título, toda la información que cabe en la pituitaria de la memoria. Algunas llegan como torpedos, bajo el agua, sin detectar por el sónar de los días conjugados en presente, otras son cañonazos de barcos de recuerdos al abordaje que revientan el casco de madera de tu barco pirata en plena reforma de pintura, otras solamente son un katamarán a mar abierto en el mediodía cristalino y turquesa del verano que seríamos reyes, algunas llegan a la playa de un país extraño buscando porvenir y sólo encuentran miseria y demasiados restos de barcos naufragados en el fondo, que no le valdrían a ningún buscador de tesoros hundidos.
Puedes seguir intentando traducir todo aquel montón de bolitas de colores que forman parte de ti y recuerdas lo que sonaba en aquella gasolinera en mitad de ninguna parte donde se quedaron mis ganas de más y aún no he preguntado si siguen allí o regresaron de su Erasmus, o los anhelos que viajaban en cien aviones blancos que no tenían ruta de vuelta. Incluso las que están ahí desde el primer día, esas son las más potentes, porque tienen siete colores diferentes normalmente, como aquellos bolígrafos del colegio, o los helados de muchos sabores o las cajas de Plastidecor, y cuando las escuchas tienes la sensación de ir con un machete por entre una selva extraña y personal intentando desbrozar algo de la maleza de entre los labios o el estómago para que no pesen demasiado.

Lo bueno de todo esto es que esa jukebox intransferible crece cada día, rompiendo cremalleras, construyendo la enésima casita de naipes, pinchando globos, trenzando redes o endulzando cafés.

Resonando: Me equivocaría otra vez_Fito y Fitipaldis

21 noviembre 2007

Una idea suya

Todo el día rodeados constantemente de gente, el taxi rodeado de más coches que a primera hora de la mañana, tanto que todavía se apelmazaban con las últimas de la noche, le llevaba camino del aeropuerto.

Demasiadas caras dormidas frente al mostrador de facturación, y en los controles de seguridad, que monótonamente, desembalaban portátiles, se quitaban abrigos o vaciaban bolsos, y como en esas películas de serie Z caminaban en silencio y descalzos a través de aquel arco que parecía como del futuro hace unos años.

Palabras sueltas pidiendo un café y yendo hacia otra puerta, sentándose en el avión, música y la noche aún sobre la ciudad y el país del que se marchaba unas horas.

Y esa mujer a su lado parecía contener todas las palabras en la boca:

- Me gusta volar tan temprano, porque puedes imaginar durante un momento que el resto de tu vida comienza en otro país, en otra ciudad.

Ella no le miraba directamente al hablar, y durante unos segundos dudó siquiera que se lo hubiese dicho a él, como si fuese una letanía extraña que aquella mujer se dijese a sí misma para regalarse o dotar de mayor profundidad un sueño recurrente, o sólo una breve mentira piadosa consigo misma.

- Y sin embargo, las ideas que te esperan en el vestíbulo de llegadas internacionales son las mismas que se acostaron anoche contigo.

Le salió aquello sin pensar, mientras sí la miraba al decirlo. Comprobando al instante que ella volteaba su mirada hasta él y sonreía levemente, aunque no supo identificar de inicio si aquella sonrisa tenía más de desconsuelo o de curiosidad.

- Imagina por un momento que al llegar a ese aeropuerto, a esa ciudad, las ideas que recoges son las mías, y yo las tuyas.

Escuchado de aquella voz dulce y serena parecía tener más sentido de lo que hubiese sonado de haberlo dicho él mismo.

- No deberías tentar a la suerte de ese modo, ni siquiera imaginas lo que puede estar esperándome en aquel vestíbulo para colarse de nuevo en mi cabeza.

La mujer de voz dulce y serena soltó una carcajada directa y sincera, como si realmente aquello le divirtiese. Abrió el maletín que llevaba a los pies y extrajo una libreta y una estilográfica que extendió en dirección a él.

- Anota una idea, la primera que se te venga a la cabeza, y luego dobla el papel y me la das. Prometo no desdoblarlo y leerlo hasta llegar allí.

Él dudó unos segundos mientras ya sostenía el papel y la estilográfica entre sus propias manos, mientras ella le conminaba con sus ojos negros y profundos a seguir con aquel juego. Finalmente, con esa desidia algo servil que a veces le dominaba escribió en una de las hojas que había arrancado de la libreta, la dobló lentamente y se la entregó, recogiendo, unos minutos después, la que ella le daba con aquella sonrisa tan profunda como los ojos, en la comisura de los labios.

Como le ocurría a menudo incluso con su vida, se olvidó de aquel papel en cuanto puso los pies sobre el minibús que le llevaría a la terminal.

Catorce horas más tarde, mientras se quitaba la corbata y la chaqueta se caía del respaldo de la silla donde la había dejado al entrar en casa, vio sobre la tarima el pedazo de papel que ella había doblado cuidadosamente. Arqueó brevemente las cejas mientras miraba con cierta curiosidad andrajosa aquella mancha blanca en mitad del salón. Flexionó las piernas para recogerlo, y sin incorporarse abrió lentamente el papel. En una caligrafía redondeada y limpia podía leerse:

"Confesar al hombre que ha venido sentado a mi lado en el avión, que llevo meses siguiéndole".

Resonando: The scratch_Nitin Sawhney

20 noviembre 2007

La casualidad en 65 palabras


Era ahora, no podía ser antes ni después, era el momento justo. A veces son pocas, a veces son muchas, sólo depende de cuánto o de qué quieras decir, y de lo importante que sea. Era lo que esperaba encontrarme, sin buscarlo, eran las palabras que debía escuchar, sin saberlo, y siempre girando la casualidad, en todo, en lo que importa, en 65 palabras.

Resonando: In between days_The Cure

18 noviembre 2007

Como siempre y nunca

Con la conciencia tranquila y la rabia precisa miro a todos lados, dice en mitad de esa serenata de noches viudas de estercolero con sabor a frase hecha a las tantas de la mañana en el garito más de moda de la ciudad.

Y yo le creo, como siempre que dice cosas así, porque habla de eso que se te queda entre los dedos sin saber si guardarlo en el cajón en el que todo se queda dormido o junto a las revistas que hojeas los viernes después del telediario de mediodía.

Ya no queda humo en la galería de lujo privado que hay en tu cuello, pero ya no pido pase especial off the record, ni me acuerdo de contarte, ni me atrevo a sugerir, porque hice tantos planes de los que salías por los bordes, que ahora ya no tengo planos cada vez que salgo de casa y sigo perdiéndome como anteayer, y sin embargo siempre vienes conmigo a aquel lugar de barandillas y calles empedradas que me espera sin pedir nada a cambio.

Y todas esas habitaciones de picas, rombos o tréboles están ordenadas y relucientes, sin hipotecas que pagar y sin inquilinos molestos, las ventanas abiertas para que entre aire y viento y las noches que no nos espera se llena de velas, maullidos y chocolate y hace como si la mirásemos de reojo, deja la bañera llena de espuma y descuelga los teléfonos que están ardiendo para contar la historia de Turandot y cómo le gritan que nadie duerma en esa habitación acolchada que es única en la ciudad o en el mundo, según se mire.

Como dice también el que me escribe los credos, aunque tú no lo sepas me he acostado a tu espalda, como vuelvo siempre al punto de partida.

Buenas noches.

Resonando: Sólo palabras_Facto delafé y las flores azules (iba a ser otra, pero siempre, ah, las casualidades).

14 noviembre 2007

Va bien, es otoño

Deambular sin ningún destino de antemano, sólo caminar con todo lo que cabe en los ojos y en la nariz, comiéndose el sol y cada centímetro del centro de la ciudad. Sonreír a ciertas vidas que caben bajo las copas de los árboles del botánico y ese olor tan delicioso al caminar a su orilla, o de esas aceras susurrantes junto al parque más grande de este lugar, y esa canción sonando alrededor de mí mientras me escurro por las calles detrás del ministerio a las que no regresaba desde hacía años, encontrando aquel portalón enorme de madera igual, donde se nos agotó aquel vino barato aquella noche en la que nunca supimos qué hora era.

Ver cómo trata la luz de un otoño flamante (adjetivo dedicado) la plaza esa que siempre me ha encantado y a la que alguna vez no llegué y alguna otra llegué muy tarde, y cómo lentamente los grupos enormes de gente entran a vislumbrar aquel lugar tan mágico, o la cantidad de personas que leen sin mayor preocupación (aparente, siempre es aparente), junto al gran museo.

Un par de cafés estupendos, siempre lo son, aunque hoy tuvieran resabios leves de pintura, pero el servicio mejorando algo, y todo el mundo en la calle, y esa parte burdeos que tanto me gusta de ese edificio ampliado, y la noche cayendo de repente y otro paseo incandescente y sinuoso por un camino antiguo, Cervantes, León, del Prado y Santa Ana, una mirada con sonrisa irónica al ático del Me y Núñez de Arce, la Cruz, Victoria y el pasaje Matheu y las carreras que no corrimos, y los jueves por la noche o los martes de ese verano y el camarero albino más lerdo del mundo y esa cueva con velas y la canción de Silvio y bajar por Alcalá y colarnos en el Casino en aquella fiesta tan pija sin poder parar de reír en mitad de las preguntas de Barbie Noche de Fiesta.

Al final una conversación por teléfono que me acompaña de vuelta, al pasar por Cibeles y hacer el camino un poco más largo pasando por la puerta de aquel edificio donde aparcaba tan tarde algunas noches y bajar por donde sigue estando aquel ático para el que hicimos quinientos planes, y la llama aquella siempre encendida y el otoño que siempre busco y ahora ha aparecido, y los mejores cielos del mes.

Resonando: New day_Kate Havnevik

13 noviembre 2007

De publicidad

Se supone que la gracia está en hacer buena publicidad no necesariamente con millones de dólares o euros. Bueno, pues en este caso simplemente se trataba de poner en bonito una chorrada inmensa, pero gastándose 10 millones de libras en el intento. (Si, de momento es el spot más caro de la historia). Había que celebrar el 80 aniversario de la famosa cerveza.


Para compensar, tres de IKEA, sencillos, directos y con cierto ingenio



Y como regalo, casi un clásico, junto a la adaptación que Wonderbra ha hecho de este mismo spot:

http://www.aglassandahalffullproductions.com/

Edito para incluir la versión de Wonderbra

http://www.dailymotion.com/video/x3fn3g_cadburys-gorilla-vs-wonderbra-two-c_ads

11 noviembre 2007

Sin tregua

Sobraba luz en aquella sala, tanta que preferimos rebuscar entre los susurros al oído para que todo se volviese más oscuro, como el chocolate, o tu ropa interior.
Planeamos aquel viaje en el mismo tiempo en que nos medimos mútuamente el sabor de los labios, así que mientras otros pensaban todavía qué tomar, tú y yo ya habíamos facturado la soledad en clase turista, y tus manos tomaban el aperitivo nocturno bajo mi camiseta.

El invierno más triste del mundo empezaba a mostrar sus ramas por las alcantarillas, pero le mirábamos con aquella displicencia que da contar mentalmente el sendero que seguirán nuestras lenguas en el otoño engañoso que íbamos a celebrar a medias en aquellas sábanas recién compradas. Le reímos un par de gracias al prepotente invierno y giramos en aquella esquina tan visitada, pero esta vez nos miraba rozarnos con la ansiedad de saber que hay distancias a algunos colchones que deberían poder recorrerse más rápido.
Adornamos con la huella de nuestros cuerpos el cristal de aquel ascensor, el rellano y los siguientes minutos descosidos de tus vecinos curiosos, pero las risas seguro que les despistaron durante el rato en que aquella cerradura jugaba contigo a hacer de trilero y mi cuello se deshacía al contacto con tu saliva.

No le dimos tregua al absurdo otoño que se deshizo entre la ropa por el suelo, ni escuchamos a la luna que nos avisaba que se terminaba su turno, simplemente convertimos la compañía ocasional de un rato antes en ganas de más, mientras amanecía en casi toda la ciudad y algunas aceras nos esperasen en vano.

Nos recordamos durante días, pero preferimos no decírnoslo, así que los periódicos siempre eran de ayer y yo me empeñaba en comprar sonrisas por fascículos, aún sabiendo que nunca acabaría la colección.

Después de pasear la carcajada y el color de tus pómulos por los mejores sitios de la ciudad, debieron entrarte ganas de apurar todas las calles vacías en aquella que acababa en mi portal, así que despertaste a mi teléfono móvil del sueño insano de las últimas veces con aquel "tiene tu espalda un hueco para mis manos?".

Resonando: Invasión_Pastora

08 noviembre 2007

No iba a salir



Tenía un post parecido sobre canciones, pero no debe salir ahora (porque en algunos puntos se parece un poco a ese tan bonito de Sherezade y el mío no es tan bonito, ni sabe a té con menta). Así que como se lo debía en cierta manera, ahí va ese que estaba entre la montaña de lo que se guarda entre las hojas en blanco cuchicheando con otros cuantos o simplemente viendo pasar los días.
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"Sólo tenías que proponértelo"
Tenías la manía de llamarme como un personaje de dibujos animados, y a mí me hacía gracia, porque en nadie sonaba como cuando salía de tus labios.
La verdad es que nada era igual cuando lo hacías tú, aunque eso no lo sabes porque nunca te lo dije. Tenías la capacidad de pasar por cualquier sitio rozándolo, y no mover ni el aire, con tu forma de caminar como de bailarina.
Un día me preguntaste si te veía trabajando en aquel lugar lejano, que a ti te costaba verlo, y a mí me salió aquella frase que luego puse en un relato, porque eras así realmente. Podías hacer cualquier cosa que quisieras, siempre has tenido esa capacidad, podías ser bailarina, estudiante, pintora, periodista o matemática, podías nadar para ganarte la vida o simplemente trabajar de 9 a 5, podías susurrar o cantar a voz en grito, podías coserme los dobladillos de los recuerdos o plancharme las sonrisas, podías contar minutos o sumar kilómetros, podías vivir en el otro lado del mundo y esperar a que yo quisiese ir de vacaciones varios años después, cuando tú ya no estabas (aunque no llegases a estar nunca), podías llenar un edificio entero o dejarme varado y perdiendo la cabeza mucho tiempo con los rincones de mi casa llenos de cosas tontas que uno hace sin pensar y si aquello no te gustaba, siempre podías hacer otra cosa, simplemente te ponías y lo hacías.
Y hace unos días volví a escuchar aquel nombre con que me llamabas, y me pareció que lo mínimo que podía hacer era decírtelo, esta vez sí. Nunca ha sonado igual, como cuando sale de tus labios.

Resonando: Alone in Kyoto_Air

05 noviembre 2007

Las impuntualidades

Sólo dormía bien cuando no podíamos cerrar los ojos y prefería hablarle a tu cuello, así que ahora me hago nudos en los labios para que no me interroguen.
Sabe bien anudarse la bufanda aquella que me gusta tanto y dar cada paso al ritmo cadencioso de un baño de espuma que baila con las paredes ese vals remoto que nunca le enseñé y pagar por fin esa deuda que una vez le prometí , si, eso de contarle los motivos.
Anoche, durante aquella guerra contra el ejército de farolas que danzaban en formación por las avenidas de mi ciudad intacta, pensaba en aquella escultura que me dejó sin aliento y que recordaba cuando se lo conté y los miles de preguntas que se guardaba y luego soltaba cuando yo no me las esperaba, y probablemente por eso me gustaban más.

No recuerdo de quién era, ni su nombre, en cambio recuerdo milimétricamente aquella plaza, el color de todo lo que me rodeaba, la sensación abismal de magia que lo inundaba todo mientras me quedé varado observándola, entre cientos de personas, entre gritos y algunas voces que pronunciaban mi nombre desde unos cuantos metros atrás, había mucho ruido y fue como si el mundo me hubiese otorgado aquella tregua de repente, sin avisarme.

Recuerdo el color, incluso el color del cielo en aquel preciso momento, el color del edificio contiguo y la situación de la plaza en aquella ciudad a la que quiero volver, pero no me atrevo por si se ha comido todo, y recuerdo el olor que probablemente sólo tenía en mi cabeza.

Luego vi un montón de rincones que me gustaron, pero me quedo con aquellos diez minutos y aquella escultura, porque las elecciones las hacemos con ese punto de capricho que no se puede explicar, aunque realmente no haya capricho, sino eso, "no lo puedo explicar, pero si tengo que elegir, me quedo con aquellos diez minutos".

Luego vinieron días azules y las carreteras vacías y las ventanillas bajadas de después y lo que no imaginaba, la nieve cayendo de repente, aquella torre dando las horas, el año que no pasó nunca, las vueltas que le dábamos a todo para acabar tirados en el suelo muertos de risa y los abrazos de toalla, lo que me decía y lo que hacía, que no tenía nada que ver, pero me gustaba más, y los atascos de cuando me acordaba de todo, y la mermelada de perla, y los libros que nunca acababa de leer para no tener que cambiarlos por otros y cómo me nombraba y se sonreía y, como siempre, las impuntualidades en la vida de los demás, y no mirar a los ojos, y susurrar, y lo que nunca fuimos pero quiso que lo fuese para ella pero me lo contó demasiado tarde y sus besos en las comisuras de mis labios, y siempre, la impuntualidad. Y aunque no lo supiese, desde entonces no uso reloj, porque siempre que empiezo de nuevo, dejo algo en el camino.

Resonando: Los motivos_Quique González

04 noviembre 2007

Todo tuyo

Solemos negárnoslo con más frecuencia de la que el sentido común pudiese dictar, o al menos durante más tiempo del que debería. Raramente se lo hemos contado a alguien, y en caso de haberlo hecho ha sido después de descubrir que respira del mismo modo, que convive con la misma delirante certeza sobre sí. Pero cuesta llevarlo encima.
Entre cientos de rostros y respiraciones que saltaban, reían o simplemente no pensaban en nada más allá del fondo de su vaso de cristal, caí de nuevo en la cuenta de esos pasos trastabillados, de esos sentidos desarbolados e hirientes y esa forma de ver el mundo que se había apagado hace meses y meses. Era otro lugar, otra música y me acompañaba gente diferente, pero era la misma respuesta en la cabeza y el estómago. No sé qué la activó y qué puso a enredarse las metáforas, no sé si fue aquella mirada al entrar tan parecida a otra que tengo en el cielo de la boca, el frío en el costado de un rato antes, pasar por delante de aquel restaurante tanto tiempo después y que no me produjese nada, o simplemente que estaba esperando y era su noche. Pero se encendió y se puso a hacer sus labores, esas que ya ha hecho varias veces desde hace años, aunque casi no me acordaba porque llevaba muchos, muchos meses sin sentirla trabajar, y en la recta final de esa tregua, creí, tontamente, que había conseguido darse por vencida y me había dejado tranquilo.

La respuesta se puso a soltar su discurso, a hilar, como una artesana con mucha experiencia. Pasaba los hilos que tan bien conoce y me empezaba a enredar la cabeza en esa suma inconsciente de frases que sólo me ha dicho una vez pero que forman parte de mi curriculum ya. Y pasó así varias horas, mientras yo me dedicaba a intentar aguarle la fiesta con esas dos o tres cosas que sé que le sientan tan mal a su trabajo.

Mientras caminaba de vuelta al rincón extrañado que se forma a los pies de mi cama y entre las aceras desgastadas a punto de amanecer se escondían susurros viudos, tuve esos minutos ridículos de sonrisa victoriosa frente a esa respuesta, porque si, esta vez, de nuevo, esas dos o tres cosas habían bastado para desmontarle la fiesta durante toda la noche.

Pero no le preocupa demasiado, vive dentro de mí, por lo que irremediablemente sabe dónde encontrarme, y no ha tenido ni paciencia esta vez como para dejarlo para otro día, ha regresado ansiosa y relamiendo su victoria segura. Ha vuelto a trabajar apenas quince horas después. Y esta vez se le nota que tiene intención de quedarse a pasar una temporada. Lo que todavía no sabe es que ya lo ha conseguido, que he dejado de pelear con ella.

Resonando: Falling awake_Gary Jules

01 noviembre 2007

Uno de esos días

La luz algo quejosa de ciertos amaneceres se colaba por la ventana y recorría aquella autopista que llegaba directamente a mis párpados. Echaba hacia atrás el edredón para bajar al suelo sin pensar en nada más, para que las dos o tres ideas que giraban junto al despertador no tuviesen tiempo de ducharse antes que yo. Tocaba con la misma pasión el botón que hacía sonar aquella canción y la cafetera negra aquella que compré cuando me harté de que mi amigo rompiese la jarra de cristal de aquel artefacto automático que no tenía ni idea de hacer café.

Tarareaba en voz muy baja esa canción y se escuchaban los borbotones del café recién hecho como dando el ritmo de lo que sería el día. Y mientras quitaba la cafetera del calor me entraban ganas de vomitar y los ojos se llenaban de lágrimas que se quedaban guardadas sin querer en esos bolsillos del color que tenía aquel mueble que me costó tanto encontrar.

La ducha era un bálsmo milagroso en esas mañanas, se enjuagaba toda la desidia de la noche, las pulseras de deseos que se quedaban dando vueltas de 9 a 5, los miedos absurdos que recorrían el techo abandonándose a ratos para jugar a las damas con el enjuague bucal y volviendo después para seguir en ese tren de cercanías que parecía pasar las noches a los pies de mi cama.

De memoria adelantaba lo que sucedía en los diez minutos siguientes desde el portal, aquel señor con el perro que parecía aturdido casi cada mañana, como si no tuviese tiempo de masticar sus días y siempre le sorprendieran paseando a aquel perro. La chica joven y sus ojos tristes pero actitud diligente que trabajaba en aquella sucursal que parecía dictarse un discurso cada mañana antes de entrar a trabajar, casi siempre el mismo discurso, aunque a veces no quedaba muy claro si lo que decía era "tengo que huir de allí" o simplemente "tengo que aguantar allí". Y aquella pareja de ancianos en chandal, siempre caminando, sin parar, sin hablarse, con la complicidad de tantos años pero las pupilas algo perplejas a veces, como si no reconociesen a la persona que caminaba a su lado. Y aquella mamá tan joven que montaba a su hija parlanchina en el coche dándole cada día una respuesta diferente a la misma pregunta asombrada de la pequeña y me sonreía como si asumiese que yo ya sabía porqué le daba cada día una respuesta distinta.

Algunas mañanas siempre ponía el mismo disco y aunque todo lo que decía es la verdad, lo primero en lo que pensaba cada vez que me despertaba era cómo no me había dado cuenta ya.

Resonando: Devuélveme la pasta_Los Planetas

30 octubre 2007

Los universos

No sé porqué me acordé del gato de Schrödinger el otro día, la paradoja esa del gato encerrado en una caja oscura junto a un átomo de uranio. El átomo de uranio puede desintegrarse (si lo hace, adios gato), pero no sabemos cuándo, por lo que, en un momento dado el gato tiene 50% de probabilidades de estar vivo y otras tantas de estar muerto, y la física cuántica, para describir correctamente el átomo, obliga a sumar sus dos estados, por lo que durante un momento mágico el gato está vivo y muerto a la vez, aunque sea un segundo frágil.

Luego resolvieron la paradoja con aquello de los universos paralelos y me puse con el principio de incertidumbre (si, es lo que tengo, mezclo churras con merinas así, a lo tonto), y el juego de combinaciones absurdas que pueden llegar a generarse entre el universo donde te dije que si, o el otro en que te dije que no, incluso uno más en que ni siquiera te dije nada, y en cada uno de ellos podría medirse con infinita precisión mi posición, pero en cada una de ellas habría infinita incertidumbre sobre su momento.

Así que en ese juego de noches en que las sábanas se reservan el derecho de admisión, giran en una misma espiral las caricias que podría estar dándote en el universo en que te dije que no, los labios resecos y las manos turbias del universo en que te dije que si, y los ojos ajenos y la respiración entrecortada del universo en que no te dije nada.

Y por todo eso acabo pensando que las casualidades son como los errores de raccord en una película, detalles de un universo paralelo que se han saltado de escenario y aparecen donde no se les espera, no encajan, pero sin embargo lo dicen todo, incluso nos hacen sonreir con ironía.
Y que lo inevitable es orden natural, el guión del universo que toca, el paso dos consecuente del paso uno, aunque a veces no tenga ni pies ni cabeza, y siempre haya quien le busque la lógica, probablemente porque así no tiene que pensar demasiado y baste con aquello de "será por algo".
Y luego estamos los que ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, los que atesoramos casualidades en libretas de colmados de la esquina e inevitabilidades en sonrisas con dos de azúcar y así está bien porque es la única manera de estar tranquilo sabiendo que por mucho que uno se esfuerce, hay veces en que no se entiende nada.

Así que, en el universo en que te dije que no, acabamos de sonreir al ver toda nuestra ropa desperdigada por el suelo y nuestros labios ya son el carnet de identidad de las pupilas del otro.
En el universo en que te dije que si me he cruzado contigo por la calle y no te he reconocido, o mi memoria estaba pasando unos días en el campo y por eso me ha resultado extraño y ajeno que esos ojos negros me tatuasen a fuego la mirada un par de veces al día.
Y en el universo en que no te dije nada, las casualidades forman atascos de vuelta a casa y no me importa un carajo lo que le haya pasado al gato.

Resonando: Booksmart Devil_Silversun Pickups

28 octubre 2007

Down to the ground

Como las gotas de agua que horadan lentamente el estómago, sin detenerse, una tras otra, con la cadencia armoniosa de su propia seguridad desnuda de toda intención.
Como el susurro articulado una noche que no te lo esperas, lentamente, llegando a tus oidos y disparándose solo, y sin duda, en tu nuca, para deshacerse poco a poco hasta llegar a todo lo que quisiste ser aquella tarde del preverano.
Como los ojos que nunca fueron tuyos pero los quisiste besar cada cinco minutos, para que alguna huella se quedase a vivir allí, y, quizá, el carbono 14 de los días sin motivo ni razón pudiesen datar el origen de aquellos labios que no querían despegarse de tu cuello y que ahora no los reconozco como míos.
Como la mirada huidiza de los días entre semana u olvidadiza de los no laborables que no riman con aquella palabra que formó parte de mi vocabulario cuando el calendario era una sucesión sin importancia de números y el color de los festivos me dibujaba caricias en el paladar.
Como esa curiosa cicatriz que ha aparecido entre los dedos y grita cada veintitantos minutos de los ratos en que nada se queda conmigo, y un desierto, incluso de hielo, sería un lugar más confortable que mis brazos descorrelados o mi lengua huérfana.

Corro detrás de mí a ver si me alcanzo, pero no tiene sentido dar tantas vueltas para encontrarme con la espalda, siempre es mejor mirarse de frente y aceptar lo que uno es, y lo que uno quiere, y quedarse en aquella habitación tan cálida por si le da a alguien concreto por tocar en la puerta de las madrugadas que no saben de relojes ni meridianos.

Resonando: Paradise_Madonna (Mirwais & Daft Punk Edit)

26 octubre 2007

No ibas vestida para la ocasión

Me gustaba aquella canción, pero sonaba por todos lados, incluso en televisión y empecé a fijarme en los pliegues que hacía aquella camiseta en tu espalda para que no me descompensase el aliento la batería y tu cuello. No me quedó más remedio que darte la razón cuando me miraste a los ojos entre aquella maraña de desconocidos, y me dijiste eso de que cuánto tiempo ¿no?.

Cada cierto tiempo te acercabas a mi lado para justificarme alguna de las prendas que llevabas, como si te excusases por no ir vestida para la ocasión, y yo no te daba la razón, porque aquellos vaqueros raídos te sentaban deliciosamente, como aquellos tacones o aquel color que coincidía con el de tu amiga, pero te soltaba una frase absurda para que me mirases pensando si lo decía de verdad o simplemente acumulaba puntos para el sprint de fin de fiesta en que todos se irían solos a sus casas y te escuchaba esas excusas hasta que no me dejaste otra salida. "Si no es la ropa adecuada, harías bien en quitártela".

Me miraste como si estuviese loco y seguiste bailando esa canción que sonaba por todos lados. Nos movimos de lugares al ritmo de las agujas de aquel reloj que no funcionaba bien esa noche, y cuando nos cruzamos en aquel sitio que no coincidía con el nombre de la calle, volviste a mirarme como si estuviese loco, aunque esta vez mantuviste la mirada más segundos de los prudenciales.

Nunca me ha gustado tomarme la última copa, así que decidí marcharme antes de tiempo para no coger los atascos en las gargantas de los que apagan la luz. En la puerta me dijeron que estabas preguntando por mí, dejé recado de no molestar, para medir hasta dónde eran capaces de llegar esos tacones.

Atravesaron, resonando contra las aceras, las perpendiculares a esa gran avenida que horada esta ciudad y entre aquella embajada como de película de espías me gritaste: "¿y si me la quitas tú?".

Resonando: I turn my camera on_Spoon

24 octubre 2007

Ni medio mensaje

La primera vez de la que soy consciente que me hablaron de mensaje y medio, hace demasiado ya, fue en una de esas asignaturas que eliges porque es la única que encaja en aquel horario enorme y sin sentido. Y luego descubres que el tipo que la da, le conoces desde hace tiempo, y que encima te ha enseñado un par de cosas, y de un modo irónico, varios años después utilizarás alguna de aquellas cosas.
Luego vino McLuhan y el medio es el mensaje, Chomsky y su gramática generativa, el mensaje publicitario y aquel libro que leía todo el mundo aquel año para acabar no aprendiendo nada de lo que contaba, los cuadernos azules y la tecnología, pero sigo acordándome de aquello, de medio, mensaje, contexto y momento.
Me acuerdo de aquella chorrada divertida que nos contaba para intentar explicarnos la importancia del contexto y el mensaje, de cómo hay que saber sacarle partido al medio pero sin cambiar el mensaje, porque sino entraríamos en el terreno de la mediatización.

Y cómo me llevé el medio y el mensaje a mis días de calles adoquinadas y manoseaba todo eso con las ganas domésticas de aquellos vaqueros y sus ojos negros, y descubrir a base de un par de bofetadas de esas que guardan los labios más deseables de algunos veranos, que por mucha intención que le pongamos, cuando se quiebra el contexto, el hilo, no hay mensaje, caricia ni zaguán que sepa construir nada que no esté escombrado ya por el suelo.
Hace unos días alguien me confesaba que no habría pasado aquello de ese modo porque ahora hay medios que habrían podido solucionar nuestros olvidos descuidados, e incluso los malgastados. Y yo pensé que lo que nos falló fue el contexto y el mensaje, que tenía fuerza en ese preciso instante y de esa forma, pero que cuando se quedó sin aire, no supimos peinarlo ni vestirlo.

Y hoy, mientras le discutía a alguien que por muy bien utilizado que esté el medio, si lo que tenemos entre manos son catorce mensajes diferentes, no se va a entender ninguno, me he acordado de lo casual que a veces resultan ciertos gestos, detalles y mensajes...o no tanto.

Pero eso de la casualidad, de lo inevitable, de los universos paralelos y los azares, es para otro día.

Mientras tanto, y al estilo distanciador de Brecht, una forma brillante de utilizar el medio para transmitir un mensaje. Y sin utilizar ni una sola palabra.
















Dos anuncios de Amnistía Internacional en prensa (revista). Utilizando las grapas centrales como parte del mensaje.

Resonando: Everything under control_Kemopetrol

23 octubre 2007

Alojamiento y desayuno

Querías que fuera sencillo y ha sido mucho más que eso, ha resultado lógico. Y se ha apelmazado entre las perchas del armario caoba esa operación matemática que sonaba tan rara la primera vez que se quiso quedar con alguien que no lo merecía, hace años.
Así que era el turno de aprender a sumar lo lógico y lo incierto y vacíar las pupilas de golosinas, para pisar el acelerador tanto que pudiese escaparme de mí mismo en aquella carretera en mitad de la nada donde a ratos vendían chicles de fresa ácida y gintonics sin prescripción facultativa.
Pinté los mapas del color de las hormigas y dejé que el sabor de los días azules se quedara en el paladar a pasar las noches, pero sólo con alojamiento y desayuno, para que la hora de las tapas en La Latina me encontrara recién duchado y con la sonrisa con olor a pintalabios de neceser de aeropuerto.

Me descalzo cada noche al llegar a casa para que la arena deje de molestar, y me sigue valiendo el tono sin medida que coge el vino en esa copa que no se parece a ninguna.
A veces, incluso, me sigo despertando en mitad de la noche porque parece sonar esa canción absurda que tiene puesto el repeat en la garganta infiel de los martes, jueves y algunos domingos señalados.
Y aunque pensabas que no era verdad, el edredón me ha pedido el divorcio y solicita la custodia de los días en que creí que había descubierto la forma de dormir sin pensar en nada, porque dice que me lo merezco.

Resonando: Seven nation army_The White Stripes (en la versión de Damien Rice)

22 octubre 2007

De andén en andén

Ella se afanaba en buscarle sentido a cada cosa que le sucedía, como si fuese la estrella más brillante de los domingos de centro comercial y sesión de media tarde con palomitas, y sin embargo al mirarla desde fuera se descolgaba siempre la misma frase de los labios, se dejaba llevar.
Él se repartía cartas a sí mismo cada mañana al levantarse de la cama que a veces parecía una mesa radiante de blackjack, con crupieres a media jornada y demasiados días de asuntos propios, y era incapaz de hacer otra cosa.

Ella pensaba encontrarse con él cada jueves insano en que cumplía 30 años, y caminaba entre avenidas de suburbio buscando el vestido para la ocasión, y no se dejaba engañar por las luces, decía que cuando lo viera, sabría que era ese.
Él agotaba las horas del reloj en cada mesilla extraña que se alquilaba en cuartos menguantes y pasos de cebra imaginarios, y tenía la costumbre de no repetir el postre.

Ella sabía que sería, lo que fuese, pero sería, como ella quería, como desearía que fuese, aunque fuese mentira, y entonces, bastaría con pensar que era como había querido, para saber que era así como quería que hubiese sido.
Él ni siquiera era capaz de prever el anteayer, así que apuntaba pequeñas frases en libretas de hojas como la leche, para poder recordar el futuro cuando lo miraba desde el pasado, que venía siendo lo que le pasaba cada día.

Ella le buscaba a él y sin embargo ni siquiera fue capaz de verle cuando se quedaron mirando las pupilas desengañadas del otro, de andén en andén, pero durante varios segundos parece que quiso creer que los escaparates más relucientes de la ciudad estaban en un semisótano sin ventanas que olía a estación.
Él no supo distinguirla entre la maraña de gente que cada tarde de invierno se guarecía de la soledad entre líneas de colores, periódicos agarrados al aire y sopa de miradas sin sentido, pero durante unos segundos notó un escalofrío de certezas que le nacía de entre los dedos de la mano izquierda y la guardó en el bolsillo, no fuese a ser que de nuevo le volviese a doler con esa insistencia tan desesperante de los derribos sin licencia.

Resonando: Edit_Regina Spektor

21 octubre 2007

Reencontrarse en múltiples variaciones

Se lo intentaba contar a una amiga y me salió así más o menos:
"Era un buen sitio para reencontrarme con él, después de tanto tiempo. Era un sitio que también era un sitio de mi alrededor hace demasiados años, y al que vuelvo por doble motivo, vuelvo al lugar, como a él, vuelvo a escucharle. Y quizá no haya sido su mejor concierto, quizá ni siquiera haya sido uno de los mejores, pero a mí me ha sonado muy bien, a mí me ha agarrado (si, como en esa canción donde le faltaba Drexler). A lo mejor iba predispuesto a que me agarrase, pero qué mas da. Me ha agarrado esa lámpara en mitad del escenario, me ha agarrado que siga tan huraño con los comentarios entre canciones y los dosifique tanto, me ha agarrado escucharle de nuevo Salitre (y que esta vez me recordase a alguien cercano), saborear de nuevo Polvo en el aire, pero sonando mejor, más potente, realmente dejando el polvo en al aire y saliendo por la puerta, Aunque tú no lo sepas, grande como siempre, y el disco nuevo, casi enterito, y digo CASI, porque esa no se la perdono, aunque haya estado sembrado, aunque haya acabado con Vidas Cruzadas y todo el mundo saltando y bailando, por fin rompiendo la supuesta seriedad de un anfiteatro, no le perdono que se haya ido sin tocar mi favorita, esas cosas son de las que uno no perdona, estaba dispuesto a llamarle como aquel tipo tan grande como él que le llama Don Enrique González, pero le ha faltado esa canción, como un truco malo de trilero, aunque el número completo haya sido brillante, ha escatimado esa canción.
Pero estaba la Aristocracia allí también, y eso ha agrandado la noche, esa guitarra que a veces seducía como nunca y como nadie, y otras se lo quedaba todo, sonando como una guitarra-violín o una guitarra-arpa, suave, leve, aguda y dulce, mimosa, y otras como la ramera de máxima calidad, contundente y rabiosa, y esa batería sensual, tremenda, dando compás o dejando el mundo detenido en un platillo o en dos baquetas redentoras que rozaban el cristal de las noches que se recuerdan. Y el bajo a cada instante, en todo y casi siempre, como un buen amigo que a veces parece que no, pero nunca falta, siempre aparece cuando se le necesita. Y la Vida te lleva por caminos raros, y Nos invaden los rusos y Hay partida y Avería y Redención, y muchas más, y la gente pidiendo más y aplaudiendo y pataleando cada vez que amagaban con marcharse, y algún que otro niño que me ha hecho gracia (porque me han inspirado una de esas frases que sólo dicen los padres, yo a su edad no había ido a ningún concierto, y mucho menos a uno tan bueno)".
Pero no ha tocado esa, y a pesar de todo, ha sido grande, una noche de un otoño en negro, un concierto que ha sido reencuentro, una breve charla de quien espero que me perdone por meterme a hacer algo que ella sabe hacer muuuuucho mejor, y conocer por fin a su hermana (si, no te cortes, que no muerde, va, piénsatelo un rato, pero no seas tímida, y no vale esa frase tan elaborada que ya utilizaste) y una cena tranquila después saboreando todo lo de esas dos horas lentamente, para que dure un poco más.

Podría perdonarle incluso que no haya tocado mi favorita, ya veremos, de momento, hoy lo ha hecho muy bien.

Resonando: Polvo en el aire_Quique González

19 octubre 2007

O blanco o negro


Tomamos muchas decisiones cada día. Inconscientes, absurdas, meditadas, impulsivas o simplemente por inercia. A veces nos da por hacer esos juegos malabares que son los balances, ese neto de lo que salió bien, o eso creemos, y lo que salió mal, o eso desconocemos.

Alguien a quien aprecio cada día un poco más me decía hace poco que los domingos suelen ser muy proclives para eso, para sumarnos y restarnos con nosotros mismos, y que de una u otra manera, los que no sabemos contar muy bien o lo hacemos con los dedos, tenemos querencia a vernos cada domingo con saldo deficitario, por eso no nos gustan demasiado los domingos, al menos cuando los miramos a mediodía.

Pero lo mismo que los domingos, nos pasa con cada octubre, cada fiesta de guardar, cada nochevieja, cada vez que se nos rompe el corazón, cada última mirada o cada vez que tiramos la camiseta que más nos gusta. Por eso creo que no es una cuestión de balances, ni de netos, ni de sumar y restar, sino de seguir cantando aquello de aún me queda rock & roll en el pecho y miles de cerillas sin gastar.

Hace tiempo que dejamos de buscar, y simplemente encontramos, por eso cada ciertos meses, nos duelen los duelos y hacer limpieza en los cajones, porque nos obliga a seguir transitando, aunque eso suponga que siempre haya quien nos mire y se pregunte "por qué sonríe este".

Hace un rato, diez minutos antes de acabar en la otra punta de la ciudad que hoy parecía un mundo (si, por lo de aquella frase de Durrell mal traducida del francés), me ha salido en voz alta la frase que me anudaba el estómago últimamente y que no me había escuchado todavía.

Cuando lo que tengo entre los labios o en el cielo de la boca es algo importante, recuerdo que sólo he tomado una buena decisión en mi vida. En esos casos siempre decido quedarme con el blanco o con el negro, pero nunca a mitad de camino. (Siempre conviene llevar una moneda en el bolsillo, porque Caronte la exigirá para cruzarte al otro lado del río).

Resonando: Avenidas de tu corazón_Quique González

18 octubre 2007

De juguete

Es de esos días mudos en que todo suena a retórico, a lugares comunes, a "y a mí qué coño me importa si vienes mucho por aquí".

H
ago la lista de la compra en el dobladillo de la mesa y me queda:


* Desdoblar cada 15 minutos en cuadrados de 30 segundos para mirarlos por las dos caras. Siempre sale cruz.

* Cada bocado del plato de vajilla de diseño del restaurante que no quisiste inaugurar conmigo sabe como la telaraña de aquel rincón con corbata que parece una señal de tráfico y me miras desde el otro lado de la calle pero no sé qué quieres decirme, probablemente porque ni siquiera me hablas a mí.

*
Alguien que me quiere me deja un pedazo de papel entre las manos de perder el tiempo y al leerlo por cuarta vez entiendo que me dice "que no, que no, que ya te lo he dicho, que no me lo cuentes por segunda vez, que me río a ver si así tú me sigues el chiste".

*
Miro debajo de la mesa y busco los siete centímetros cúbicos de noches sin pijama para abrocharnos que parece que se ha quedado a vivir conmigo, y las rebajas de sábanas de colores parece que tocan mi canción.

*
Un tipo en rima asonante me mira y sentencia, "mañana a París" y después de doblar la esquina de mis ganas de perder el norte suena esa canción endeble que no deja de resonar cuando conduzco en azul o miro pasar los cien aviones.

*
Cuento los pasos hasta el pasillo ingrávido y el eco de unas llaves que caen al suelo dan un concierto para el que no pusieron entradas a la venta.

Es de esas noches en que nada se calla y todo sabe a ti.

Resonando: Corazón de juguete_Fon Román

17 octubre 2007

Una de esas noches

A esas horas insanas en que si no has cerrado los bares, se te abre el corazón. En la frontera de aguas internacionales que ofrece el quicio de la puerta de aquel lugar que parece nutrirse de humo y caricias de tercera división, nos mirábamos como si hubiese llegado la hora de la pelea, con la diferencia abismal de que tú no querías mancharte el carmín de los labios y a mí nunca me han sobrado ganas de mirarte el idioma en que han escrito la etiqueta de tu ropa interior, así que nos dimos mus y esperamos que la baraja, esta vez, fuese clemente, y nos diese el bonus que la policía de cuatro estados nos había quitado por saltarnos los límites de velocidad cuando nos contábamos los lunares de tu espalda y los registraba como si fuesen tatuajes en mis hombros.

Me hablabas en el idioma que sólo entienden los que han construido su imperio en un cubito de hielo al fondo de un vaso de cristal, y sólo me entraba hambre al escuchar cómo pronunciabas los verbos irregulares entre planes de trastienda en los días en que no querías levantarte de la cama. Me abroché el abrigo como se abrocha uno a los sueños de tinta roja y desperdicié siete minutos y pico en carraspear una despedida que pudiese estar nominada en la próxima gala de los premios del cine, y cuando nos separaban más de tres baldosas de acera y al menos dos vidas y media de paisajes lunares de ropa en los rincones de tu habitación, te miré con las manos de ver de lejos y pensé que era otra de esas carreras que empiezan después de haber llegado a la meta, y a partir de ahí sólo te queda intentar llegar a la salida antes de que se hayan apagado las luces corriendo demasiado rápido mientras te preguntas por qué nadie te contó las normas de la maldita partida de los cojones.

Resonando: Memorias del futuro_Mala Rodríguez

16 octubre 2007

Una de juegos

Desde hace varios años, la Teoría de Juegos se ha colocado a la "vanguardia" de lo que se suele denominar, para bien o para mal, Teoría Económica. Ha habido al menos tres o cuatro Premios Nobel en los últimos diez años cuya aportación estaba, de una forma más o menos directa, relacionada con la Teoría de Juegos. El Nobel de este año ha ido para tres economistas que han contribuido a desarrollar la Teoría del Diseño de Mecanismos, que viene siendo, así a lo bruto, el diseño de "reglas de juego" para obtener un resultado específico.
El problema inicial que pretende desarrollar ataca a algo tan sencillo de llevar al día a día como "No existe solución adecuada al problema de definir el comportamiento económico racional de un sujeto cuando la misma racionalidad de su actuación depende de la conducta probable de otros individuos", es decir, nuestras propias decisiones son difíciles de modelizar desde el punto de vista racional, por el mero hecho de que interactuamos y dependen de lo que hacen los demás, que también se les presupone racionales, pero....en fin, un bucle.

Y por qué me da por hablar de Teoría de Juegos hoy. Ni idea. Simplemente porque a veces, si uno se detiene a pensar en sus alrededores, puede darse cuenta que von Neumann y Morgenstern fueron capaces de "modelizar" lo que cada uno de nosotros hacemos casi cada día, para lo importante y para lo superfluo, para lo que apreciamos y para lo que nos resulta indiferente.

Hay aplicaciones curiosas del día a día de esas teorías, como la estrategia que tuvo que preparar Sherlock Holmes en su encuentro con Moriarty, cómo era inevitable la participación de los aliados en la II Guerra Mundial, simplemente la teoría del bluff en el póquer, porqué es mucho más eficiente a largo plazo ir a una guerra a través de acuerdos internacionales que hacerlo solo por mucha potencia militar que se tenga, o el famoso dilema de decisión entre “ÉL” y “ELLA” y “DISCOTECA” y “FÚTBOL”.

Aplicaciones diplomáticas, militares o simplemente literarias aparte, todos estamos permanentemente sujetos a esos juegos (multiapuesta, no colaborativos, con información asimétrica, con incertidumbre, simultáneos o secuenciales,...), y sin embargo raramente tenemos la suficiente frialdad como para estudiar estrategias previas, de modo que casi siempre acabamos tomando decisiones a la mecagüendios de modo que acabamos dedicándonos a un tipo muy concreto de juego que entra ya en teoría de conjuntos, a los juegos de longitud infinita (superjuegos).

Para centrarse exclusivamente en las aplicaciones curiosas de la teoría de juegos, la física o las matemáticas y además leer un buen libro, no se pierdan “En busca de Klingsor” de Jorge Volpi, para lo demás (no, no parafrasearé la campaña de la tarjetita esa), pues eso, un juego de longitud infinita.


Resonando: Dare_Gorillaz

14 octubre 2007

A ninguna parte

- ¿Y si rebuscase entre las costuras de tu ropa interior encontraría nidos de avispas?

No me contestaste, solo reiste, con esa carcajada de tercera copa que a veces encontrabas incluso mucho antes de abrir los bares, o cerrarlos, que para ti era lo mismo, una forma de pausar el mundo.

Así que te cogí del brazo y te llevé al centro de aquel lugar, entre el vaho que emanaban los corazones de segunda mano de aquellas horas y te dije que no dejases de mirarme a los ojos, que sólo me mirases a mí. Si, ya ves, me dio aquel ataque absurdo de alfombras rojas y flashes y lo único que me importaba eras tú, así que recorrí los extrarradios de tus labios con mis dedos y dejé que terminaras de reir, para pedirte la cuarta copa, que ya anunciaba una vuelta a la ordinaria pleitesía de tus palabras paternalistas en mis oídos ausentes, que cuando me hablababas así, buscaban refugio en el sonido que hacían las desganas de perder el tiempo sobre la barra de madera de aquel sitio.

Hice aquel gesto que sabía que te molestaba tanto, para recordarte que los lunes laborables no me gustaban nunca, sólo los había conseguido tolerar cuando me vacunaba las madrugadas del domingo con tus rizos en mi abdomen y tu sueño profundo jugando un duelo a muerte con la luz de las farolas, y le diste el sorbo que te faltaba para reconocerte huidiza y deseando una cosa.

Giré la cabeza sin querer un instante, lo justo para que al volver a mirarte ya tuvieses en los ojos aquella forma extraña de decirme adiós. Cogí el abrigo de una percha que había dejado de sonreir y no me volví para verte otra vez, ya sabía que habías acabado tu cuarta copa y empezabas a preguntar que cuándo cerraban aquel sitio, a quien quisiera responderte.

De camino a ninguna parte pensé que los errores nos pasan para que aprendamos alguna vez, y que inevitablemente, algunos, no somos capaces de aprender nunca, lo mismo que el dolor, que duele para decirte algo, y sin embargo a veces ni siquiera le escuchas, sólo le dejas doler. Cuando llegué a ninguna parte, como no podía ser menos, estaba cerrada, así que tuve que volver a dar otra vuelta.


Resonando: Harder, better, faster, stronger_Daft Punk

11 octubre 2007

La cajita de música

Suena a adolescente de barrio de ciudad dormitorio, a soledad, a esa acerado laconismo de los viernes laborables de invierno cerrado, a mediodía nublado de ciudad en día de fiesta, a polígono industrial entre calles desiertas y sucias, a una transición mal llevada que va de los plastidecor a los condones, a aceras llenas de charcos y todo el tiempo del mundo sin nadie que te espere para cobijarte, a vasos de cristal barato con cubitos de hielo deshechos y citas a las que nunca llegaremos, a agachar la cabeza al ritmo de la madrugada de otro domingo más, a tatuajes bajo la piel que no se ven a la luz pero duelen cuando cambia el tiempo, a cuadernos que se van desvencijando tarde tras tarde entre las manos frías de una semana de exámenes, a playas en las retinas a las que nunca volveremos, a una rodaja de sandía del verano anterior mientras gira una peonza entre escombros, a unos ojos negros que cambiaron el ángulo de un minuto para otro, a los recreos que no nos quieren y a los partiditos que no jugamos, a la lengua que no recordamos y a los cuellos que nos bambolean, a olor a gasolina mal quemada y a soportales amarillos, a mercados de barrio y carreras de chapas en el callejón que ahora admite yonquis de dieciséis años, a tubos de escape trucados y jugar al rescate, a farolas amarillentas iluminando carreteras de circunvalación con unos multicines al fondo, a ropa que no te sirve y la vecina del cuarto, a horarios cuadriculados y partidas incansables de mus, a la filmoteca y minis robados mezclados con besos detrás del ministerio, a no decirnos que no, a radiofórmulas y muchos libros, a Azca y los puentes de diciembre, a “vámonos de aquí que quiero emborracharme en otro sitio” y a “cuándo volverás?”, a campanas marcando las horas en punto y las medias y a medias que se deslizan entre susurros, a trenes de cercanías y el botánico, a lo que quisiste ser y nunca serás, a lo que soy y fui, a lo que no fuimos capaces, a lo que prendimos nuestros calendarios, a todo lo que importa y alguna cosa más.

Resonando: La cajita de música_Quique González

10 octubre 2007

De carpaccio y burbujas

Hace exactamente un año, te acuerdas? Qué diferente fue la conversación, o qué parecida, según se mire. Me mirabas a ratos y me decías lo de esa chica que acababa de aparecer a tu alrededor, después de aquel verano en que te marchaste tan lejos para no ver a esa otra que te había deshecho las líneas de flotación.

Intercalábamos aquel carpaccio con las burbujas rosas y te reías repitiendo aquella frase que me dijiste mil veces, "joder tío, es que se llaman igual, así no creo que pueda funcionar". Yo le daba otro sorbo a las burbujas y te quitaba el pan ese que sabía tan raro y te decía "y a quién le importa que se llamen igual, en la última media hora has pronunciado ese nombre quince veces, y en cada una de las veces sé a quién te refieres, uno suena a fracaso, el otro suena a futuro". Tú pedías un café y volvías a las burbujas que parecían inevitablemente la antesala del amanecer que no sabíamos que nos esperaba así.

Me contaste lo de aquella película que vimos juntos y de la cual tú te marchaste a una cama que yo ni sospechaba, aunque luego me contaron la otra versión y sonaba casi igual que la tuya.

Te conté lo del viaje que iba a comenzar unos días después y que preveía largo y complicado, y me animaste a hacerlo porque me decías que estabas hasta las narices de no conocer ni uno de los nombres de los que te hablaba yo y no saber de antemano nada de ellas, y sobretodo de no reconocerme cuando pronunciaba esos nombres.

Te dije que tu viaje acababa de comenzar también, aunque tenía otras paradas diferentes a las mías y que a mí me daba buena espina, aunque coincidiese ese nombre y en ese momento te sintieses desubicado, y me mirabas con esa cara de gilipollas que pones cuando no me crees.

No paramos de reir las siguientes cinco horas y antes de descojonarnos un rato más y acabar cada uno en un sofá sin saber cómo habíamos llegado hasta allí, te dije "acuérdate el año que viene, cuando celebremos tu cumpleaños, nos correremos la juerga unos días después, porque esa noche estarás cenando con ella". Te echaste para atrás y antes de coger otro bollito de esos asquerosos con que acabamos esas noches, te escuché "bien, y si no, la cena de mi cumpleaños del año que viene, para compensar, la pagarás tú".

Hemos hablado hace un rato, y hemos quedado para la semana que viene, esta noche habías quedado para cenar.


Resonando: Agujitas_Nubla