30 julio 2007

Complicado de explicar

Es complicado intentar explicar que te ha emocionado una canción en la que alguien recita la letra en un idioma que no entiendes, como esa canción en hindi que me quedé dentro desde que la escuché por primera vez.

Y es más complicado intentar explicarle a alguien que eso que ha escrito sin conocerte entonces, parece describir casi con precisión milimétrica varios años en que alguien era un extraradio, o el centro o la ciudad dormitorio en que todo significaba ella, o no era nada, o eso creía, o los sabores eran como los de su ombligo o me quedaba sin paladar y no la echaba de menos.

A veces una canción puede parecer escrita para nosotros sin que ni siquiera entendamos ni una sola palabra de lo que dice, como si no hiciese falta.

A veces, hay historias que se entienden perfectamente sin ni siquiera estar escritas para nosotros, y tampoco hace falta, simplemente la lees, como se escucha esa canción, con una sonrisa boba en los labios y una casualidad más en la libreta del colmado de la esquina.

Resonando: The boatman_Nitin Sawhney

29 julio 2007

Un hotel como otro


Un hotel con los suelos de madera, que parecen ronronear mientras camino despacio por esta habitación que no me conoce. Y cada vez se repiten esas sensaciones, como de estar en un lugar extraño, como si me hubiese apartado del mundo, porque es una ciudad de paso, a la que uno llega a cumplir una serie de obligaciones y no conoce a nadie, y regresa a la habitación como si fuese ajeno.

Y cada vez que pasa, me arropa esa sensación, de ser un extraño en una ciudad que no es la mía, que camina a otro ritmo por las calles, que no conoce bien, o coge un taxi que sigue rutas que podrían estar bien o mal, pero no tiene idea.

Desde esa terraza se vislumbra toda la ciudad, iluminada, con menos gente de lo habitual, supongo, y se escucha, si se presta algo de atención, un breve susurro de las olas rompiendo en la playa, igual que ese olor de todas las ciudades con el océano cerca, que te engulle con condescendencia y te va desnudando por dentro para no dejarte ningún hueco.

Y debe ser como si me hubiese contagiado, porque a la luz de una vela, empiezo a buscar otros hoteles, en sitios mucho más lejanos, donde proponerte un fin de semana que se nos quedará en los ojos y en las yemas de los dedos, en uno de esos sitios que sin preguntarte sé que te gustarán, y que no sabrás dónde porque a veces te haré esas cosas, prepararte un viaje sin preguntar.

Y en aquella habitación no me sentiré ajeno, porque podré agarrarme a tus caderas para no caerme y dejarás que te acaricie la espalda lentamente, casi rozando, durante horas, mientras te quedas dormida, o me besarás el cuello tan despacio, que perderé la pausa y encenderemos los dobladillos de las cortinas de gasa que harán de aquel lugar nuestra isla favorita, aunque ni siquiera sea una isla, como los lunares que te contaré mientras duermes y yo te miraré mezclándome con la luz del amanecer por entre los ventanales, pensando sin decírtelo, que no sé qué estabas haciendo cuando no te conocía, pero que debías estar preparándote, sin quererlo, para volverme loco, y que seguro que estudiaste esa forma tan peculiar que tienes de conseguir que nos desconectemos para soñar.

Resonando: Intro Ingravitto_Macaco

25 julio 2007

Y no supe qué decir

Sonaba aquella canción que siempre sabe pintarme en la mirada una falda que querer quitarte, o subirte, como aperitivo. Me miraste con los ojos envueltos en llamas, como te pasa esas noches en que nadie nos ha dicho que los toques de queda llegan hasta tu casa.

Pedí una copa pero sabía que la iba a dejar apenas sin empezar, contigo siempre me pasa, no soy capaz de acabar de comer o de beber, tengo más ganas de ti.

Y sin embargo, un par de horas antes, cuando cogía el ticket de aquel aparcamiento, alguien me avisó: "no te veo con ganas de remojarte los labios en los suyos, no te lo he dicho antes, pero llevas semanas así". Yo puse cara de extrañeza, pero creí que la cena le había sentado mal.

Cuando di el segundo sorbo a la copa, me giré para buscarle con la mirada, por el sabor que me había dejado ese trago en el cielo de la boca. Le vi mirarme desde el otro lado de aquel sitio, y hacer ese gesto que a veces nos hacíamos, cuya traducción algo simple podía ser algo como "no te lo habias creido, pero tenía razón ¿verdad?".

Miré unos segundos al suelo por si podía encontrar un poco de ganas que se me hubiesen caído, pero allí no había nada, así que le di otro sorbo de esos que no saben a nada a la copa y caminé entre la gente. No tuve que decirle nada, ya lo sabía, simplemente me miró entendiéndolo, como sólo te saben entender los amigos, y no me dijo nada. Mientras yo salía.

Un par de horas después me llegó tu mensaje, "dónde estás?". Y no supe qué decir.

Resonando: Après moi_Regina Spektor

22 julio 2007

Sin querer

Salgo a esas calles empedradas que me recuerdan a finales de un verano disfrazado de invierno en que nos refugiamos en una estación que parecía abandonada y te dejé mi camisa para que no tuvieses frío, y de la frase aquella que te dije, que ahora me viene a la cabeza, y que era tan cutre que supongo que ya tenías pensado acabar la noche conmigo, porque si no no hubiese sido posible.

No se escucha nada, como cualquier mediodía de verano, las calles están desiertas, y sólo, de vez en cuando, se ve a un niño en bicicleta, pedaleando despacio mientras sostiene una mochila, despacio porque llegará demasiado temprano a la piscina, quizá porque en su casa comen pronto y él arda en deseos de llegar cuanto antes a la piscina, aunque falte un rato para que comiencen a llegar los demás.

Giro en la esquina de la plaza, justo en el mismo sitio donde aquella noche, antes de la hora de cenar, te vi girar a ti, aunque en sentido contrario y supe que te deseaba más de lo que quería creer. Subías hacia tu casa, a cenar, a ducharte y a ponerte aquellos vaqueros tan increibles que luego llevabas cuando yo metía las manos en tus bolsillos con esas ganas que tardaron tanto en quedarse dormidas.

Recorro unas cuantas casas que me recuerdan a otras noches, aunque no estabas tú, o sí, pero parecías demasiado lejana, y cuando llevo un rato caminando me doy cuenta de que no sé a dónde voy, que salí de casa para comprar no sé qué, y ahora no lo recuerdo, así que me doy la vuelta y bajo por esa calle que bajamos aquella noche, abrazados como si nos diese miedo que el otro se fuese, comiéndonos a besos cada tres pasos, aunque yo no habría elegido ningún otro sitio donde estar en ese momento, y mucho después.

Algunas casas han cambiado, probablemente como has cambiado tú, y como he cambiado yo, y algunas otras siguen estando igual, aunque más viejas, y me detengo en la esquina en que nos detuvimos a darnos siete besos seguidos que parecieron uno, y saco el mp3 del bolsillo para escuchar esa canción que yo te tarareaba aunque no estaba compuesta todavía, y subo tanto el volumen que sólo escucho la canción para que vaya conmigo hasta donde nos sentamos, detrás de aquella casa de adobe a medio derruir que tenía un banco ajado en un lateral. Y tardo unos segundos en girar la esquina, porque me da miedo que no esté ese banco, porque me da miedo que nos lo hayan robado, la nieve, la lluvia, el tiempo y la distancia, como nos robaron otras tantas cosas.

No consigo verme desde fuera, pero puedo asegurar que brilla mi cara al sonreir cuando lo veo allí, algo desvencijado, como estaba aquella noche, pero que a mí me pareció un gran sofá en el que me recosté contigo. Apago la música y me siento, con el sol dándome en la cara, cierro los ojos y no se escucha nada, y pienso que nos dejaron a medias, que quizá por eso cada poco me acuerdo de ti, que las cosas han cambiado tanto que hoy iría a por ti sin dudarlo, aunque no me esperases.

No sé cuánto tiempo me quedo allí, hasta que no me queda aire ni centímetro de ti por recorrer con el recuerdo, y luego vuelvo, por la calle de tu casa, con esa cuesta infernal que subimos como si flotásemos, y frente a tu casa me quedo varado, un minuto, mirando la puerta donde me paraba pocas veces, para que no me viera tu padre, y vuelvo a sonreir, pensando dónde estarás y si te acordarás de mí como yo me acuerdo de ti (como dice esa otra canción que te escribía a veces).

Si, a veces me pasa, porque yo me quedé como esos jugadores que a los diez minutos de partido se lesionan y no vuelven a jugar en todo el campeonato, por eso a veces me acuerdo de ti y espero que sigas cantando las canciones de niños tan bien como entonces, y te brillen los ojos como te brillaban todos los días y noches que te vi, que hasta los gatitos nos perseguían para ponerse en nuestro regazo.

Resonando: Alhajita_Quique González

21 julio 2007

Una cama con mucho calor

Debíamos haber puesto una tienda de zumos, porque nos faltaban gemidos cuando nos daba por exprimirnos, y a la vitamina C le han dado varias estrellas Michelín, o eso dicen las noticias absurdas que dan en verano.

Hoy me recordaron aquel verano en que los labios me sabían constantemente a tu cuello, y perdimos varios kilos sin movernos de la cama, no me cansaba aquel menú tan exquisitamente preparado durante veintitantos años por la naturaleza, valió la pena dejarla cocinarte.

Entre cervezas me preguntaron que cómo nos conocimos, y he tenido que hacer un pequeño esfuerzo para recordarlo correctamente, porque mi memoria sólo me traía esas noches en que me llamabas muy tarde y venías a verme, y perdíamos la noción del tiempo, y a ti te tenían que recordar que entrabas a trabajar mientras te ponías la ropa.

Llevaba varios días en aquel sitio, y cada tarde me sentaba en ese muro frente a la playa y me quedaba un buen rato mirando. Y a la cuarta, te sentaste a mi lado, sin decir nada, y te pusiste a mirar igual que yo. Unos minutos después, me hizo gracia que estuvieses sentada tan cerca de mí y no me hubieses dirigido la palabra, así que empecé yo:
- Si no estás acostumbrada, ten cuidado, después de unos minutos los ojos se te llenan de música, y puedes acabar contándome los pecados que te gustaría cometer en noches que desapareces del mundo.

Sonreíste, pero no me miraste, seguiste unos segundos en silencio, mordisqueando mis palabras, al final hablaste:

- Es bueno saberlo, los pecados que me gustaría cometer no los cuento, los cometo, y luego hago tertulia, si ha sido bueno. Lo que me choca es que estés tan seguro de que los vaya a cometer contigo.

- No estoy seguro, estoy haciendo un curso de empatía, y acabo de pasar la primera lección, he sido capaz de trasladarte mis deseos, los pecados los quiero cometer yo contigo.

- Para cometer pecados hay que ser creyente.

- No necesariamente, tu cuello esconde una condena infinita, al tenerlo tan cerca puede olerse el azufre.

- Eso es por lo que estoy pensando.

- Como leí a un tipo que sabe mucho, el paraíso lo prefiero por el clima, pero el infierno por la compañía.

- Pues en mi cama hace mucho calor, a lo mejor es un poco como el infierno.

- Y si no, siempre podemos seguir siendo ateos....y olvidarnos de que existen pecados mientras recordamos porque no voy a dejar que te desnudes sola.

Resonando: You don't know_Quentin Harris

19 julio 2007

Sin dedicatoria

Me subí el cuello del abrigo y respiré hondo, las sonrisas las habían dejado de vender delante de aquella falda, así que había que coger un tren de cercanías que te dejaba en otro país para buscar una sonrisa de rebajas que llevarse a la boca.

Con las ganas de beberme el mundo en un billete de veinte euros se hizo de noche y hasta los cubos de basura huyeron despavoridos cuando oyeron los frenazos que daba un martes por la noche en la curva de aquel club.

Los cubos de hielo que bailaban con el whisky estaban más calientes que aquella chica rubia que contoneaba sus caderas al ritmo del marcapasos de un tipo que había perdido las ganas de follar después de contratar un plan de pensiones, pero después de veinte euros de miseria en sorbos largos, me pareció por un instante que el local más de moda de la ciudad había decidido convertirse en su hermano feo y cutre y que la cama merecía que esta noche acabase castigada sin postre.

Los periódicos estaban lavándose los dientes cuando volví a pisar los charcos para no dejarme los zapatos limpios, y las mujeres que quise se rozaban en las espaldas de otros mientras mi carnet de identidad envejecía un día y yo pensaba que aunque te echase de menos, hoy parecía amanecer con más ganas que nunca y era el mejor momento para tumbarme en aquel sofá que tenía la misma cara que yo.

Resonando: Siesta en la frontera_Quique González

17 julio 2007

Le podrá la curiosidad


Rebuscó en los bolsillos intentando encontrar aquel botón que pudiese abrocharle al suelo otra vez, pero los tenía llenos de las miradas que había conseguido guardarse desde el primer día que la vio, y aquella tarde había conseguido recolectar tantas, que le colmaban los vaqueros gastados.

Salió de aquel sitio lleno de velas por todos lados y levantó la cabeza para que su mirada se cruzase con la de alguna nube que estuviese esperando en el andén de cielo que en ese momento se colaba entre las copas de los edificios que tenía a su alrededor, pero el andén estaba vacío.


Notaba que al caminar pesaba menos, aunque los bolsillos los tuviese que mantener casi atados para que no rebosasen, caminaba más ligero, como si las miradas flotasen y empezasen a elevarle unos centímetros de la acera, como esos globos que salían en las películas antiguas que te subían y subían.


Cogió el teléfono y marcó el número de aquel amigo que siempre escuchaba divertido las historias curiosas que a veces tendía a contarle.


- Hoy me he vuelto a cruzar con ella.

- Y qué le has dicho, o tampoco le has dicho nada.

- Nada, es cuestión de esperar, ser paciente.

- Esperar a qué?

- A que le pueda la curiosidad.


Resonando: Breath in_Frou Frou

16 julio 2007

Un correo

La ciudad parecía haberse vaciado de repente, como si hubiesen comunicado estado de excepción y él no se hubiese enterado aún. Abrió la ventana para que pasase algo de aire e intentase envolver aquellos resabios de azufre de mala leche y congoja acartonada en que parecía sumirse aquella casa desde hacía un mes.

Le sorprendió precisamente ese sonido raro que entraba desde la calle, un sonido leve, de soledad en las aceras, extraño para aquella ciudad, casi para cualquier ciudad, como si no estuviesen hechas para estar vacías. Cerró los ojos unos segundos para intentar atesorar aquel olor a atardecer primaveral y sentir durante ese mismo espacio de tiempo que en cuatro semanas empezaba a resultarle mucho más sencillo respirar.

El portátil de la mesa del salón emitió el sonido que solía cuando recibía un e-mail. No giró la cabeza, de ese modo instintivo que tenemos todos de hacerlo al escuchar un sonido, aunque no valga para nada mirar hacia el aparato que lo está emitiendo.

Aguardó unos instantes más, respirando, escuchando los ocasionales sonidos huérfanos que subían desde el asfalto o las aceras.

Por fin, se giró y caminó hasta el sofá. Vio el sobre parpadeando en una esquina de la pantalla del ordenador, pinchó sobre él y se abrió aquel correo.

Esperaba que fuese spam, esperaba que fuera alguno de esos e-mails absurdos que alguno de sus amigos le enviaban de vez en cuando, incluso podía esperar que fuese un e-mail de trabajo, de alguno de sus compañeros que, aburridos o intentando evadirse de su rutina personal, eran capaces de seguir trabajando en mitad de un puente.

Lo que no esperaba era que fuese ese mail, precisamente ese mail.

Resonando: Déjame vivir_Jarabe de palo y Chambao (porque la voz de esta mujer me coge por dentro, cante lo que cante, y algún detalle más, que no tiene que ver con ella).

15 julio 2007

El Sol y la publicidad

Hace unas semanas se celebró como cada año el Festival Iberoamericano de Publicidad El Sol, en San Sebastián. Y como cada año también, se sigue viendo una frescura increible, buenos spots y una forma de comunicar brillante en algunos clips (especialmente argentinos. Es una pena pero en los últimos años en la publicidad española, salvo honrosas excepciones de altísimo nivel, hemos perdido un poco la identidad). Aquí algunas muestras de lo que con criterio, creatividad e ingenio, se puede hacer en la denostada publicidad.

Cinzano: Esta noche



Fernet Cinzano: uno de cada 10 hombre es gay


Sprite: uno de la serie "Las cosas como son"


Una de las excepciones españolas: la generación de los 80 de Coca Cola


13 julio 2007

Lo que ya no es memoria

Es curiosa la forma en que a veces nos trata nuestro propio sistema nervioso y nuestro cerebro. A pesar de que hay muchas obviedades que no paso por alto, las asumo, pero en ocasiones ni siquiera esas obviedades nos atenúan la sensación de pérdida.

Se hace difícil enfrentarte a quien hace unos cuantos años te mimaba, te cuidaba, te daba de comer o te llevaba al cine cuando no había colegio y tus padres te dejaban a su cuidado unos días y que no sea capaz de reconocerte.

Que el tiempo y lo que descubrió ese alemán han hecho con sus capacidades cognitivas y su memoria. No existen apenas, o tienen un ensamblaje débil y extraño, que hace que no juegue con las mismas reglas que los demás.

Habla en sordina constantemente, sin parar, y sin que se entienda nada, te mira fijamente y puede mirarte durante minutos seguidos pero no te ve, o no te recuerda o ni siquiera debes llegar a aparecer en su memoria a corto plazo.


Salgo de la habitación y conduzco en mitad de un día de pleno verano por entre largos campos que empiezan a amarillear, y no puedo dejar de darle vueltas a un juego absurdo, a intentar "entender" qué puede estar girando en su cabeza, cómo habrá tamizado mi presencia, o la de mis padres, o mi hermana, o la de la gente que le rodea cada minuto pero que probablemente le resulte constantemente nueva, como ella para los demás.


Es irremediable, si, pero algo se te queda anudado en el estómago.


Dicen que existimos mientras estamos en el recuerdo de alguien, mientras permanecemos en la memoria de otros. Hoy he dejado un poquito de existir.


Resonando: The chill air_Brian Eno

Como buscando



Abría los cajones como quien busca agua estando sediento, con ansia, como si la vida estuviese entre la ropa interior o entre unas cuantas camisetas.

A su espalda, alguien a quien llevaba tiempo echando de menos le susurró algo, "no vuelvas a equivocarte, dos errores al tiempo fueron suficientes, esta vez toca ganar". Él no giró la cabeza, simplemente sonrió, eso, muchas veces, era suficiente.

Escuchaba cómo el agua que había puesto a hervir en la cocina le silbaba aquella canción que se sabía de memoria y tarareaba sólo cuando amanecía gris o en los aeropuertos.

Se sirvió el té, lentamente, como se pintan los cuadros o se hace repostería, encendió un cigarro y miró por la ventana, ella ni siquiera aparecía en el horizonte. Volvió a sonreír, esta vez sin saber muy bien porqué, era de esos días en que solía sonreir por todo, y a pesar de ello, le gustaba, porque todo fluía, sin diptongos, ni rotondas sin sentido, como un grifo abierto en una bañera antigua.

Subió el volumen del equipo de música y toda la casa fue aquella canción, sólo estaba él, la canción y ganas de sonreir, por nada y por todo, sin saber los motivos o precisamente por eso y gritó aquella estrofa..."...we're never gonna beat this if belief is what we're fighting for...".

Abrió el grifo de la ducha y dejó salir el agua unos segundos antes de entrar, y pasó media hora allí abajo, como a veces pasaba bajo ella, y se vistió con aquella sonrisa, era obvio. Decidió que suspendía la búsqueda del tesoro, los mapas eran extraños y no tenían sentido de un día para otro, ya habría tiempo de reanudarla en otro momento, mientras tanto, había decidido dedicarse a sonreir y tararear canciones.

Resonando: Belief_John Mayer (gracias a alguien con nombre de reina).

11 julio 2007

Piensa en frío

Como dice la canción, piensa en frío, tú quien quieres que salga elegido, y vuelve a sonar en la cabeza esa letra, como un tornado, como un ciclón, que más da lo que piensen los demás, si no podemos dejar de tocarnos.

No podrás decirme que no lo intenté, que no me vestí para la ocasión y adorné el dobladillo de tu falda de susurros cadenciosos, de unas vacaciones en un paraíso, de promesas de las que te van apareciendo sin esperarlas, de sumas que siempre salen par y de bancos en parques que sólo abren fines de semana.

Y piensas en frío, como si se tratase de una estrategia de guerra sin ejércitos a los que movilizar, como un jeroglífico sin solución, como una reducción al absurdo en un teorema matemático sobre una pizarra, pero no quieres ver cómo tu ropa interior ha quedado con la mía en una fiesta a la que han sido invitadas, y sigues pensando en frío.

Dentro de unos días, o semanas, vendrá el frío, si, y ya no será momento, sino de contar los peldaños que no has subido, y pensarás en caliente, pero habré cambiado de dirección, de pasaporte, de cumpleaños, y probablemente de sueños y entonces sonará otra canción.

Resonando: Piensa en frío_Iván Ferreiro

09 julio 2007

Degustando

Llevaba los ojos vendados desde que pisó aquella habitación. Caminaba agarrada a la mano de él, que la guiaba lenta pero diligentemente a aquel jacuzzi que ella no había visto. Ella podía notar, en su piel y sus labios la humedad de las burbujas, y salivaba intuyendo lo que quizá le iba a hacer él en unos segundos.

Él fue desabrochando los botones de aquella camisa blanca que abría despacio paso al vértigo de su escote, y repasando como si lo fuese leyendo en braille los centímetros que hacían frontera con su sujetador. Ella comenzó a elevar tenuemente el ritmo de su respiración.

Con un tono suave de voz se acercó a su oido y susurró, "abre lentamente la boca para probar lo que te roza los labios". Ella entreabrió aquellos labios que tanto le gustaban y saboreó con sorpresa al principio el pedazo de fruta fresca que él había posado en la deliciosa figura que formaban sus labios. Masticó con parsimonia la fruta y recibió con cierta ansia los labios y lengua que él le ofreció en unos segundos.

Deslizó con la maestría de un tahur con las cartas, la falda que amaestraba sus caderas y cayó al suelo organizando un redoble de pasión al quedar devastada solando los alrededores de sus cuerpos.

La agarró de nuevo de la mano y la acercó para sentarla en aquel futón negro que la dejarían dispuesta para degustar los viajes de ida y vuelta que los labios y la lengua de él estaban a punto de recorrer como con un gps ordenado y demorado que la llevarían a una playa desierta donde sólo estaría el interior de sus muslos y las manos, los labios y la lengua que ya empezaba a desear que comenzase su función.

Resonando: I need you tonight_INXS

08 julio 2007

El sabor de esa copa de vino

Desabrochó el último botón de su camisa como quien abre el frigorífico por curiosidad, pero sin hambre, esperando encontrar lo que ya de inicio se sabe que no va a estar.

Colgó la camisa en su percha y fue hasta la cocina a servirse una copa de vino, la corbata descansaba afortunada en el sofá casi nada más entrar en casa.

Apagó todas las luces de la casa y salió a la terraza para recibir los leves resabios de brisa que ocasionalmente calmaban las horas calientes del día a estas alturas del año.

Sonó el móvil dentro, esa melodía suave que tenía puesta y que apenas podía escucharse, pero que evitaba esos sonidos horribles y estrambóticos que se escuchaban normalmente. Giró levemente la cabeza, como un gesto inane de quien sabe que no va a ir a cogerlo, pero muestra que lo está escuchando sonar.

Le dio un par de sorbos a la copa de vino y pudo paladear mentalmente el sabor que tenía ese mismo vino en el ombligo de aquella mujer increible con la que se había cruzado sin querer una semana atrás y de la que no había vuelto a saber.

M. No había dado señales desde hace casi dos meses, y empezaba a echarla de menos, de esa manera tan intensa, voraz y extraña en que había aprendido a echarla de menos.

El tráfico se había detenido en la ciudad, y se dio cuenta de que un rato después debía volver a despertarse. Terminó la copa de vino y volvió dentro de casa. Cogió el móvil y revisó la llamada. Era un número que no conocía. Además había un mensaje: "hola, soy esa a la que ni siquiera dijiste tu nombre, aunque yo tampoco te dije el mío. Esta noche he tomado una copa del mismo vino que compartimos, y el sabor me ha recordado a ti. Solo quería saber si tenemos más botellas en la bodega".

Puso una sonrisa cómplice, y prefirió esperar a la mañana siguiente para contestar, era demasiado tarde.

Hace cuatro meses que no sabe nada de M. Y la sigue echando de menos de esa forma intensa y certera. Ya no hace tanto calor, y sale a la terraza menos. Al final, no quedaban botellas de aquel vino en la bodega, o no las supo encontrar. Y ha dejado de beber vino, porque dice que últimamente, le deja un extraño sabor de boca.

Resonando: un cd de Nina Simone al completo.(Y demasiado tiempo esperando en un aeropuerto).

07 julio 2007

Inviernos sin masticar

Estaba sentado solo, mirando por la ventana de una ciudad que nos es la mía y que parece un mundo de lo grande que es. Había semáforos por todos lados, y edificios altos que parecen mirarte por encima del hombro, pero las calles estaban muy vacías, como no suelen estar las de mi ciudad, ni siquiera en invierno.

Sonaba de fondo una canción que no para de sonar en todas las emisoras de este país, y que suena, por asociación claro, a verano.

La noche hacía varias horas que había caido, como parecen caer las noches en este lado del mundo, a plomo. Y nadie me decía nada, ni siquiera al oído, como a veces solías decírmelo tú.

Respiré fuerte tres veces, como dicen que debe barajarse un mazo de cartas, miré hacia el último cruce que podía verse desde esa ventana y pensé en inviernos sin masticar, en paseos a la orilla de las farolas y en frío en los huesos, en fines de semana de cientos de kilómetros a través, y en partidos de liga en televisión a los que no hacíamos ni caso.

Lo más curioso es que hacía mucho tiempo que no recordaba ese frío ni las noches en que nos cobijaba una estación abandonada, y tampoco te recuerdo a ti, aunque recuerde perfectamente la orilla de farolas y aquel pequeño gato.

Resonando: Under my umbrella_Rihana.

02 julio 2007

Un bikini rojo y una palmera. 1.0.

Abre los ojos algo abotargado aún por el sol que le da en la cara en este sitio, donde parece que no afloja el calor ni siquiera en las horas en que anochece.

La piscina esta vacía, y el silencio le baña con más intensidad que la música leve que se escucha en la lejanía de una palmera que parece esperar un gran acontecimiento al final de este recinto que parece un oasis.

Se levanta lentamente y camina los dos pasos que necesita para acercarse hasta el borde mismo del agua y dejarse caer y quedarse unos cuantos segundos dentro, sin moverse, con los ojos apretados como un globo dentro de una bolsa gigante de algodón donde parece que no existe ni el ruido ni el viento.

Saca la cabeza y deja que los hilos de agua chorreen a lo largo de la cara hasta que simplemente queda humedad entre el pelo muy corto y su cuello.

Ella está tumbada junto a la palmera solitaria al final de la piscina, bajo una confortable cabaña donde se esconden dos tumbonas, hielo y agua, una botella de vino puesta a enfriar por un camarero diligente al que nadie podría asegurar haber visto, y fruta fresca que ha debido colocar estrategicamente ese mismo camarero que parece entusiasmado con la idea de que ellos se junten aunque aún no lo sepan, y ni siquiera hayan notado la presencia mutua.

Ella se levanta con la misma tranquilidad con que unos minutos antes él se ha metido en el agua y se sirve un vaso de agua helada que bebe con la lenta parsimonia de quien disfruta de cada centímetro cúbico.

Él la ve por primera vez entre las tumbonas vacías que se arraciman al borde de la piscina, envuelta como un regalo de los semidioses en un bikini rojo que parece fabricado para su piel.

Ella no le ha visto aún, pero el agua helada que recorre su garganta le sugiere, sin saberlo, la presencia de alguien que puede despertarle más sed entre gemidos que podrían desperezar al resto de palmeras que expectantes se levantan alrededor de estos metros cuadrados que ahora les pertenecen a ambos.

Él nada lentamente hasta quedarse a un par de metros donde ella termina de beber, y contempla con más detalle las caderas con las que podría asegurar que va a soñar esta noche, y las manos y el cuello donde abismarse el tiempo que hiciese falta.

Ella ya ha comprobado, sin mostrarlo, que él ha nadado hasta donde está ella, y ha confirmado en dos vistazos imperceptibles que los hombros podrían hacerle sonreir varias horas seguidas, en esa fase huidiza que dura mientras se pone el sol y puede alcanzar, en los mejores momentos, hasta que el sol ha vuelto a tomarse un café solo antes de fichar en su oficina.

Ella se recoge el pelo en una coleta y camina despacio hasta el borde, simplemente para cruzarse la mirada con él, y comprobar que esos labios que ahora le sonrien, podrían muy bien estar investigando otros lugares en cuanto él lo propusiese.

Él sabe que los ojos marrones y verdes a la vez sobre ese bikini rojo tienen tanta atracción como los abismos de las mejores películas de aventuras.......


Resonando: cualquiera de Ive Mendes (o especialmente Casticais).