30 octubre 2007

Los universos

No sé porqué me acordé del gato de Schrödinger el otro día, la paradoja esa del gato encerrado en una caja oscura junto a un átomo de uranio. El átomo de uranio puede desintegrarse (si lo hace, adios gato), pero no sabemos cuándo, por lo que, en un momento dado el gato tiene 50% de probabilidades de estar vivo y otras tantas de estar muerto, y la física cuántica, para describir correctamente el átomo, obliga a sumar sus dos estados, por lo que durante un momento mágico el gato está vivo y muerto a la vez, aunque sea un segundo frágil.

Luego resolvieron la paradoja con aquello de los universos paralelos y me puse con el principio de incertidumbre (si, es lo que tengo, mezclo churras con merinas así, a lo tonto), y el juego de combinaciones absurdas que pueden llegar a generarse entre el universo donde te dije que si, o el otro en que te dije que no, incluso uno más en que ni siquiera te dije nada, y en cada uno de ellos podría medirse con infinita precisión mi posición, pero en cada una de ellas habría infinita incertidumbre sobre su momento.

Así que en ese juego de noches en que las sábanas se reservan el derecho de admisión, giran en una misma espiral las caricias que podría estar dándote en el universo en que te dije que no, los labios resecos y las manos turbias del universo en que te dije que si, y los ojos ajenos y la respiración entrecortada del universo en que no te dije nada.

Y por todo eso acabo pensando que las casualidades son como los errores de raccord en una película, detalles de un universo paralelo que se han saltado de escenario y aparecen donde no se les espera, no encajan, pero sin embargo lo dicen todo, incluso nos hacen sonreir con ironía.
Y que lo inevitable es orden natural, el guión del universo que toca, el paso dos consecuente del paso uno, aunque a veces no tenga ni pies ni cabeza, y siempre haya quien le busque la lógica, probablemente porque así no tiene que pensar demasiado y baste con aquello de "será por algo".
Y luego estamos los que ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, los que atesoramos casualidades en libretas de colmados de la esquina e inevitabilidades en sonrisas con dos de azúcar y así está bien porque es la única manera de estar tranquilo sabiendo que por mucho que uno se esfuerce, hay veces en que no se entiende nada.

Así que, en el universo en que te dije que no, acabamos de sonreir al ver toda nuestra ropa desperdigada por el suelo y nuestros labios ya son el carnet de identidad de las pupilas del otro.
En el universo en que te dije que si me he cruzado contigo por la calle y no te he reconocido, o mi memoria estaba pasando unos días en el campo y por eso me ha resultado extraño y ajeno que esos ojos negros me tatuasen a fuego la mirada un par de veces al día.
Y en el universo en que no te dije nada, las casualidades forman atascos de vuelta a casa y no me importa un carajo lo que le haya pasado al gato.

Resonando: Booksmart Devil_Silversun Pickups

28 octubre 2007

Down to the ground

Como las gotas de agua que horadan lentamente el estómago, sin detenerse, una tras otra, con la cadencia armoniosa de su propia seguridad desnuda de toda intención.
Como el susurro articulado una noche que no te lo esperas, lentamente, llegando a tus oidos y disparándose solo, y sin duda, en tu nuca, para deshacerse poco a poco hasta llegar a todo lo que quisiste ser aquella tarde del preverano.
Como los ojos que nunca fueron tuyos pero los quisiste besar cada cinco minutos, para que alguna huella se quedase a vivir allí, y, quizá, el carbono 14 de los días sin motivo ni razón pudiesen datar el origen de aquellos labios que no querían despegarse de tu cuello y que ahora no los reconozco como míos.
Como la mirada huidiza de los días entre semana u olvidadiza de los no laborables que no riman con aquella palabra que formó parte de mi vocabulario cuando el calendario era una sucesión sin importancia de números y el color de los festivos me dibujaba caricias en el paladar.
Como esa curiosa cicatriz que ha aparecido entre los dedos y grita cada veintitantos minutos de los ratos en que nada se queda conmigo, y un desierto, incluso de hielo, sería un lugar más confortable que mis brazos descorrelados o mi lengua huérfana.

Corro detrás de mí a ver si me alcanzo, pero no tiene sentido dar tantas vueltas para encontrarme con la espalda, siempre es mejor mirarse de frente y aceptar lo que uno es, y lo que uno quiere, y quedarse en aquella habitación tan cálida por si le da a alguien concreto por tocar en la puerta de las madrugadas que no saben de relojes ni meridianos.

Resonando: Paradise_Madonna (Mirwais & Daft Punk Edit)

26 octubre 2007

No ibas vestida para la ocasión

Me gustaba aquella canción, pero sonaba por todos lados, incluso en televisión y empecé a fijarme en los pliegues que hacía aquella camiseta en tu espalda para que no me descompensase el aliento la batería y tu cuello. No me quedó más remedio que darte la razón cuando me miraste a los ojos entre aquella maraña de desconocidos, y me dijiste eso de que cuánto tiempo ¿no?.

Cada cierto tiempo te acercabas a mi lado para justificarme alguna de las prendas que llevabas, como si te excusases por no ir vestida para la ocasión, y yo no te daba la razón, porque aquellos vaqueros raídos te sentaban deliciosamente, como aquellos tacones o aquel color que coincidía con el de tu amiga, pero te soltaba una frase absurda para que me mirases pensando si lo decía de verdad o simplemente acumulaba puntos para el sprint de fin de fiesta en que todos se irían solos a sus casas y te escuchaba esas excusas hasta que no me dejaste otra salida. "Si no es la ropa adecuada, harías bien en quitártela".

Me miraste como si estuviese loco y seguiste bailando esa canción que sonaba por todos lados. Nos movimos de lugares al ritmo de las agujas de aquel reloj que no funcionaba bien esa noche, y cuando nos cruzamos en aquel sitio que no coincidía con el nombre de la calle, volviste a mirarme como si estuviese loco, aunque esta vez mantuviste la mirada más segundos de los prudenciales.

Nunca me ha gustado tomarme la última copa, así que decidí marcharme antes de tiempo para no coger los atascos en las gargantas de los que apagan la luz. En la puerta me dijeron que estabas preguntando por mí, dejé recado de no molestar, para medir hasta dónde eran capaces de llegar esos tacones.

Atravesaron, resonando contra las aceras, las perpendiculares a esa gran avenida que horada esta ciudad y entre aquella embajada como de película de espías me gritaste: "¿y si me la quitas tú?".

Resonando: I turn my camera on_Spoon

24 octubre 2007

Ni medio mensaje

La primera vez de la que soy consciente que me hablaron de mensaje y medio, hace demasiado ya, fue en una de esas asignaturas que eliges porque es la única que encaja en aquel horario enorme y sin sentido. Y luego descubres que el tipo que la da, le conoces desde hace tiempo, y que encima te ha enseñado un par de cosas, y de un modo irónico, varios años después utilizarás alguna de aquellas cosas.
Luego vino McLuhan y el medio es el mensaje, Chomsky y su gramática generativa, el mensaje publicitario y aquel libro que leía todo el mundo aquel año para acabar no aprendiendo nada de lo que contaba, los cuadernos azules y la tecnología, pero sigo acordándome de aquello, de medio, mensaje, contexto y momento.
Me acuerdo de aquella chorrada divertida que nos contaba para intentar explicarnos la importancia del contexto y el mensaje, de cómo hay que saber sacarle partido al medio pero sin cambiar el mensaje, porque sino entraríamos en el terreno de la mediatización.

Y cómo me llevé el medio y el mensaje a mis días de calles adoquinadas y manoseaba todo eso con las ganas domésticas de aquellos vaqueros y sus ojos negros, y descubrir a base de un par de bofetadas de esas que guardan los labios más deseables de algunos veranos, que por mucha intención que le pongamos, cuando se quiebra el contexto, el hilo, no hay mensaje, caricia ni zaguán que sepa construir nada que no esté escombrado ya por el suelo.
Hace unos días alguien me confesaba que no habría pasado aquello de ese modo porque ahora hay medios que habrían podido solucionar nuestros olvidos descuidados, e incluso los malgastados. Y yo pensé que lo que nos falló fue el contexto y el mensaje, que tenía fuerza en ese preciso instante y de esa forma, pero que cuando se quedó sin aire, no supimos peinarlo ni vestirlo.

Y hoy, mientras le discutía a alguien que por muy bien utilizado que esté el medio, si lo que tenemos entre manos son catorce mensajes diferentes, no se va a entender ninguno, me he acordado de lo casual que a veces resultan ciertos gestos, detalles y mensajes...o no tanto.

Pero eso de la casualidad, de lo inevitable, de los universos paralelos y los azares, es para otro día.

Mientras tanto, y al estilo distanciador de Brecht, una forma brillante de utilizar el medio para transmitir un mensaje. Y sin utilizar ni una sola palabra.
















Dos anuncios de Amnistía Internacional en prensa (revista). Utilizando las grapas centrales como parte del mensaje.

Resonando: Everything under control_Kemopetrol

23 octubre 2007

Alojamiento y desayuno

Querías que fuera sencillo y ha sido mucho más que eso, ha resultado lógico. Y se ha apelmazado entre las perchas del armario caoba esa operación matemática que sonaba tan rara la primera vez que se quiso quedar con alguien que no lo merecía, hace años.
Así que era el turno de aprender a sumar lo lógico y lo incierto y vacíar las pupilas de golosinas, para pisar el acelerador tanto que pudiese escaparme de mí mismo en aquella carretera en mitad de la nada donde a ratos vendían chicles de fresa ácida y gintonics sin prescripción facultativa.
Pinté los mapas del color de las hormigas y dejé que el sabor de los días azules se quedara en el paladar a pasar las noches, pero sólo con alojamiento y desayuno, para que la hora de las tapas en La Latina me encontrara recién duchado y con la sonrisa con olor a pintalabios de neceser de aeropuerto.

Me descalzo cada noche al llegar a casa para que la arena deje de molestar, y me sigue valiendo el tono sin medida que coge el vino en esa copa que no se parece a ninguna.
A veces, incluso, me sigo despertando en mitad de la noche porque parece sonar esa canción absurda que tiene puesto el repeat en la garganta infiel de los martes, jueves y algunos domingos señalados.
Y aunque pensabas que no era verdad, el edredón me ha pedido el divorcio y solicita la custodia de los días en que creí que había descubierto la forma de dormir sin pensar en nada, porque dice que me lo merezco.

Resonando: Seven nation army_The White Stripes (en la versión de Damien Rice)

22 octubre 2007

De andén en andén

Ella se afanaba en buscarle sentido a cada cosa que le sucedía, como si fuese la estrella más brillante de los domingos de centro comercial y sesión de media tarde con palomitas, y sin embargo al mirarla desde fuera se descolgaba siempre la misma frase de los labios, se dejaba llevar.
Él se repartía cartas a sí mismo cada mañana al levantarse de la cama que a veces parecía una mesa radiante de blackjack, con crupieres a media jornada y demasiados días de asuntos propios, y era incapaz de hacer otra cosa.

Ella pensaba encontrarse con él cada jueves insano en que cumplía 30 años, y caminaba entre avenidas de suburbio buscando el vestido para la ocasión, y no se dejaba engañar por las luces, decía que cuando lo viera, sabría que era ese.
Él agotaba las horas del reloj en cada mesilla extraña que se alquilaba en cuartos menguantes y pasos de cebra imaginarios, y tenía la costumbre de no repetir el postre.

Ella sabía que sería, lo que fuese, pero sería, como ella quería, como desearía que fuese, aunque fuese mentira, y entonces, bastaría con pensar que era como había querido, para saber que era así como quería que hubiese sido.
Él ni siquiera era capaz de prever el anteayer, así que apuntaba pequeñas frases en libretas de hojas como la leche, para poder recordar el futuro cuando lo miraba desde el pasado, que venía siendo lo que le pasaba cada día.

Ella le buscaba a él y sin embargo ni siquiera fue capaz de verle cuando se quedaron mirando las pupilas desengañadas del otro, de andén en andén, pero durante varios segundos parece que quiso creer que los escaparates más relucientes de la ciudad estaban en un semisótano sin ventanas que olía a estación.
Él no supo distinguirla entre la maraña de gente que cada tarde de invierno se guarecía de la soledad entre líneas de colores, periódicos agarrados al aire y sopa de miradas sin sentido, pero durante unos segundos notó un escalofrío de certezas que le nacía de entre los dedos de la mano izquierda y la guardó en el bolsillo, no fuese a ser que de nuevo le volviese a doler con esa insistencia tan desesperante de los derribos sin licencia.

Resonando: Edit_Regina Spektor

21 octubre 2007

Reencontrarse en múltiples variaciones

Se lo intentaba contar a una amiga y me salió así más o menos:
"Era un buen sitio para reencontrarme con él, después de tanto tiempo. Era un sitio que también era un sitio de mi alrededor hace demasiados años, y al que vuelvo por doble motivo, vuelvo al lugar, como a él, vuelvo a escucharle. Y quizá no haya sido su mejor concierto, quizá ni siquiera haya sido uno de los mejores, pero a mí me ha sonado muy bien, a mí me ha agarrado (si, como en esa canción donde le faltaba Drexler). A lo mejor iba predispuesto a que me agarrase, pero qué mas da. Me ha agarrado esa lámpara en mitad del escenario, me ha agarrado que siga tan huraño con los comentarios entre canciones y los dosifique tanto, me ha agarrado escucharle de nuevo Salitre (y que esta vez me recordase a alguien cercano), saborear de nuevo Polvo en el aire, pero sonando mejor, más potente, realmente dejando el polvo en al aire y saliendo por la puerta, Aunque tú no lo sepas, grande como siempre, y el disco nuevo, casi enterito, y digo CASI, porque esa no se la perdono, aunque haya estado sembrado, aunque haya acabado con Vidas Cruzadas y todo el mundo saltando y bailando, por fin rompiendo la supuesta seriedad de un anfiteatro, no le perdono que se haya ido sin tocar mi favorita, esas cosas son de las que uno no perdona, estaba dispuesto a llamarle como aquel tipo tan grande como él que le llama Don Enrique González, pero le ha faltado esa canción, como un truco malo de trilero, aunque el número completo haya sido brillante, ha escatimado esa canción.
Pero estaba la Aristocracia allí también, y eso ha agrandado la noche, esa guitarra que a veces seducía como nunca y como nadie, y otras se lo quedaba todo, sonando como una guitarra-violín o una guitarra-arpa, suave, leve, aguda y dulce, mimosa, y otras como la ramera de máxima calidad, contundente y rabiosa, y esa batería sensual, tremenda, dando compás o dejando el mundo detenido en un platillo o en dos baquetas redentoras que rozaban el cristal de las noches que se recuerdan. Y el bajo a cada instante, en todo y casi siempre, como un buen amigo que a veces parece que no, pero nunca falta, siempre aparece cuando se le necesita. Y la Vida te lleva por caminos raros, y Nos invaden los rusos y Hay partida y Avería y Redención, y muchas más, y la gente pidiendo más y aplaudiendo y pataleando cada vez que amagaban con marcharse, y algún que otro niño que me ha hecho gracia (porque me han inspirado una de esas frases que sólo dicen los padres, yo a su edad no había ido a ningún concierto, y mucho menos a uno tan bueno)".
Pero no ha tocado esa, y a pesar de todo, ha sido grande, una noche de un otoño en negro, un concierto que ha sido reencuentro, una breve charla de quien espero que me perdone por meterme a hacer algo que ella sabe hacer muuuuucho mejor, y conocer por fin a su hermana (si, no te cortes, que no muerde, va, piénsatelo un rato, pero no seas tímida, y no vale esa frase tan elaborada que ya utilizaste) y una cena tranquila después saboreando todo lo de esas dos horas lentamente, para que dure un poco más.

Podría perdonarle incluso que no haya tocado mi favorita, ya veremos, de momento, hoy lo ha hecho muy bien.

Resonando: Polvo en el aire_Quique González

19 octubre 2007

O blanco o negro


Tomamos muchas decisiones cada día. Inconscientes, absurdas, meditadas, impulsivas o simplemente por inercia. A veces nos da por hacer esos juegos malabares que son los balances, ese neto de lo que salió bien, o eso creemos, y lo que salió mal, o eso desconocemos.

Alguien a quien aprecio cada día un poco más me decía hace poco que los domingos suelen ser muy proclives para eso, para sumarnos y restarnos con nosotros mismos, y que de una u otra manera, los que no sabemos contar muy bien o lo hacemos con los dedos, tenemos querencia a vernos cada domingo con saldo deficitario, por eso no nos gustan demasiado los domingos, al menos cuando los miramos a mediodía.

Pero lo mismo que los domingos, nos pasa con cada octubre, cada fiesta de guardar, cada nochevieja, cada vez que se nos rompe el corazón, cada última mirada o cada vez que tiramos la camiseta que más nos gusta. Por eso creo que no es una cuestión de balances, ni de netos, ni de sumar y restar, sino de seguir cantando aquello de aún me queda rock & roll en el pecho y miles de cerillas sin gastar.

Hace tiempo que dejamos de buscar, y simplemente encontramos, por eso cada ciertos meses, nos duelen los duelos y hacer limpieza en los cajones, porque nos obliga a seguir transitando, aunque eso suponga que siempre haya quien nos mire y se pregunte "por qué sonríe este".

Hace un rato, diez minutos antes de acabar en la otra punta de la ciudad que hoy parecía un mundo (si, por lo de aquella frase de Durrell mal traducida del francés), me ha salido en voz alta la frase que me anudaba el estómago últimamente y que no me había escuchado todavía.

Cuando lo que tengo entre los labios o en el cielo de la boca es algo importante, recuerdo que sólo he tomado una buena decisión en mi vida. En esos casos siempre decido quedarme con el blanco o con el negro, pero nunca a mitad de camino. (Siempre conviene llevar una moneda en el bolsillo, porque Caronte la exigirá para cruzarte al otro lado del río).

Resonando: Avenidas de tu corazón_Quique González

18 octubre 2007

De juguete

Es de esos días mudos en que todo suena a retórico, a lugares comunes, a "y a mí qué coño me importa si vienes mucho por aquí".

H
ago la lista de la compra en el dobladillo de la mesa y me queda:


* Desdoblar cada 15 minutos en cuadrados de 30 segundos para mirarlos por las dos caras. Siempre sale cruz.

* Cada bocado del plato de vajilla de diseño del restaurante que no quisiste inaugurar conmigo sabe como la telaraña de aquel rincón con corbata que parece una señal de tráfico y me miras desde el otro lado de la calle pero no sé qué quieres decirme, probablemente porque ni siquiera me hablas a mí.

*
Alguien que me quiere me deja un pedazo de papel entre las manos de perder el tiempo y al leerlo por cuarta vez entiendo que me dice "que no, que no, que ya te lo he dicho, que no me lo cuentes por segunda vez, que me río a ver si así tú me sigues el chiste".

*
Miro debajo de la mesa y busco los siete centímetros cúbicos de noches sin pijama para abrocharnos que parece que se ha quedado a vivir conmigo, y las rebajas de sábanas de colores parece que tocan mi canción.

*
Un tipo en rima asonante me mira y sentencia, "mañana a París" y después de doblar la esquina de mis ganas de perder el norte suena esa canción endeble que no deja de resonar cuando conduzco en azul o miro pasar los cien aviones.

*
Cuento los pasos hasta el pasillo ingrávido y el eco de unas llaves que caen al suelo dan un concierto para el que no pusieron entradas a la venta.

Es de esas noches en que nada se calla y todo sabe a ti.

Resonando: Corazón de juguete_Fon Román

17 octubre 2007

Una de esas noches

A esas horas insanas en que si no has cerrado los bares, se te abre el corazón. En la frontera de aguas internacionales que ofrece el quicio de la puerta de aquel lugar que parece nutrirse de humo y caricias de tercera división, nos mirábamos como si hubiese llegado la hora de la pelea, con la diferencia abismal de que tú no querías mancharte el carmín de los labios y a mí nunca me han sobrado ganas de mirarte el idioma en que han escrito la etiqueta de tu ropa interior, así que nos dimos mus y esperamos que la baraja, esta vez, fuese clemente, y nos diese el bonus que la policía de cuatro estados nos había quitado por saltarnos los límites de velocidad cuando nos contábamos los lunares de tu espalda y los registraba como si fuesen tatuajes en mis hombros.

Me hablabas en el idioma que sólo entienden los que han construido su imperio en un cubito de hielo al fondo de un vaso de cristal, y sólo me entraba hambre al escuchar cómo pronunciabas los verbos irregulares entre planes de trastienda en los días en que no querías levantarte de la cama. Me abroché el abrigo como se abrocha uno a los sueños de tinta roja y desperdicié siete minutos y pico en carraspear una despedida que pudiese estar nominada en la próxima gala de los premios del cine, y cuando nos separaban más de tres baldosas de acera y al menos dos vidas y media de paisajes lunares de ropa en los rincones de tu habitación, te miré con las manos de ver de lejos y pensé que era otra de esas carreras que empiezan después de haber llegado a la meta, y a partir de ahí sólo te queda intentar llegar a la salida antes de que se hayan apagado las luces corriendo demasiado rápido mientras te preguntas por qué nadie te contó las normas de la maldita partida de los cojones.

Resonando: Memorias del futuro_Mala Rodríguez

16 octubre 2007

Una de juegos

Desde hace varios años, la Teoría de Juegos se ha colocado a la "vanguardia" de lo que se suele denominar, para bien o para mal, Teoría Económica. Ha habido al menos tres o cuatro Premios Nobel en los últimos diez años cuya aportación estaba, de una forma más o menos directa, relacionada con la Teoría de Juegos. El Nobel de este año ha ido para tres economistas que han contribuido a desarrollar la Teoría del Diseño de Mecanismos, que viene siendo, así a lo bruto, el diseño de "reglas de juego" para obtener un resultado específico.
El problema inicial que pretende desarrollar ataca a algo tan sencillo de llevar al día a día como "No existe solución adecuada al problema de definir el comportamiento económico racional de un sujeto cuando la misma racionalidad de su actuación depende de la conducta probable de otros individuos", es decir, nuestras propias decisiones son difíciles de modelizar desde el punto de vista racional, por el mero hecho de que interactuamos y dependen de lo que hacen los demás, que también se les presupone racionales, pero....en fin, un bucle.

Y por qué me da por hablar de Teoría de Juegos hoy. Ni idea. Simplemente porque a veces, si uno se detiene a pensar en sus alrededores, puede darse cuenta que von Neumann y Morgenstern fueron capaces de "modelizar" lo que cada uno de nosotros hacemos casi cada día, para lo importante y para lo superfluo, para lo que apreciamos y para lo que nos resulta indiferente.

Hay aplicaciones curiosas del día a día de esas teorías, como la estrategia que tuvo que preparar Sherlock Holmes en su encuentro con Moriarty, cómo era inevitable la participación de los aliados en la II Guerra Mundial, simplemente la teoría del bluff en el póquer, porqué es mucho más eficiente a largo plazo ir a una guerra a través de acuerdos internacionales que hacerlo solo por mucha potencia militar que se tenga, o el famoso dilema de decisión entre “ÉL” y “ELLA” y “DISCOTECA” y “FÚTBOL”.

Aplicaciones diplomáticas, militares o simplemente literarias aparte, todos estamos permanentemente sujetos a esos juegos (multiapuesta, no colaborativos, con información asimétrica, con incertidumbre, simultáneos o secuenciales,...), y sin embargo raramente tenemos la suficiente frialdad como para estudiar estrategias previas, de modo que casi siempre acabamos tomando decisiones a la mecagüendios de modo que acabamos dedicándonos a un tipo muy concreto de juego que entra ya en teoría de conjuntos, a los juegos de longitud infinita (superjuegos).

Para centrarse exclusivamente en las aplicaciones curiosas de la teoría de juegos, la física o las matemáticas y además leer un buen libro, no se pierdan “En busca de Klingsor” de Jorge Volpi, para lo demás (no, no parafrasearé la campaña de la tarjetita esa), pues eso, un juego de longitud infinita.


Resonando: Dare_Gorillaz

14 octubre 2007

A ninguna parte

- ¿Y si rebuscase entre las costuras de tu ropa interior encontraría nidos de avispas?

No me contestaste, solo reiste, con esa carcajada de tercera copa que a veces encontrabas incluso mucho antes de abrir los bares, o cerrarlos, que para ti era lo mismo, una forma de pausar el mundo.

Así que te cogí del brazo y te llevé al centro de aquel lugar, entre el vaho que emanaban los corazones de segunda mano de aquellas horas y te dije que no dejases de mirarme a los ojos, que sólo me mirases a mí. Si, ya ves, me dio aquel ataque absurdo de alfombras rojas y flashes y lo único que me importaba eras tú, así que recorrí los extrarradios de tus labios con mis dedos y dejé que terminaras de reir, para pedirte la cuarta copa, que ya anunciaba una vuelta a la ordinaria pleitesía de tus palabras paternalistas en mis oídos ausentes, que cuando me hablababas así, buscaban refugio en el sonido que hacían las desganas de perder el tiempo sobre la barra de madera de aquel sitio.

Hice aquel gesto que sabía que te molestaba tanto, para recordarte que los lunes laborables no me gustaban nunca, sólo los había conseguido tolerar cuando me vacunaba las madrugadas del domingo con tus rizos en mi abdomen y tu sueño profundo jugando un duelo a muerte con la luz de las farolas, y le diste el sorbo que te faltaba para reconocerte huidiza y deseando una cosa.

Giré la cabeza sin querer un instante, lo justo para que al volver a mirarte ya tuvieses en los ojos aquella forma extraña de decirme adiós. Cogí el abrigo de una percha que había dejado de sonreir y no me volví para verte otra vez, ya sabía que habías acabado tu cuarta copa y empezabas a preguntar que cuándo cerraban aquel sitio, a quien quisiera responderte.

De camino a ninguna parte pensé que los errores nos pasan para que aprendamos alguna vez, y que inevitablemente, algunos, no somos capaces de aprender nunca, lo mismo que el dolor, que duele para decirte algo, y sin embargo a veces ni siquiera le escuchas, sólo le dejas doler. Cuando llegué a ninguna parte, como no podía ser menos, estaba cerrada, así que tuve que volver a dar otra vuelta.


Resonando: Harder, better, faster, stronger_Daft Punk

11 octubre 2007

La cajita de música

Suena a adolescente de barrio de ciudad dormitorio, a soledad, a esa acerado laconismo de los viernes laborables de invierno cerrado, a mediodía nublado de ciudad en día de fiesta, a polígono industrial entre calles desiertas y sucias, a una transición mal llevada que va de los plastidecor a los condones, a aceras llenas de charcos y todo el tiempo del mundo sin nadie que te espere para cobijarte, a vasos de cristal barato con cubitos de hielo deshechos y citas a las que nunca llegaremos, a agachar la cabeza al ritmo de la madrugada de otro domingo más, a tatuajes bajo la piel que no se ven a la luz pero duelen cuando cambia el tiempo, a cuadernos que se van desvencijando tarde tras tarde entre las manos frías de una semana de exámenes, a playas en las retinas a las que nunca volveremos, a una rodaja de sandía del verano anterior mientras gira una peonza entre escombros, a unos ojos negros que cambiaron el ángulo de un minuto para otro, a los recreos que no nos quieren y a los partiditos que no jugamos, a la lengua que no recordamos y a los cuellos que nos bambolean, a olor a gasolina mal quemada y a soportales amarillos, a mercados de barrio y carreras de chapas en el callejón que ahora admite yonquis de dieciséis años, a tubos de escape trucados y jugar al rescate, a farolas amarillentas iluminando carreteras de circunvalación con unos multicines al fondo, a ropa que no te sirve y la vecina del cuarto, a horarios cuadriculados y partidas incansables de mus, a la filmoteca y minis robados mezclados con besos detrás del ministerio, a no decirnos que no, a radiofórmulas y muchos libros, a Azca y los puentes de diciembre, a “vámonos de aquí que quiero emborracharme en otro sitio” y a “cuándo volverás?”, a campanas marcando las horas en punto y las medias y a medias que se deslizan entre susurros, a trenes de cercanías y el botánico, a lo que quisiste ser y nunca serás, a lo que soy y fui, a lo que no fuimos capaces, a lo que prendimos nuestros calendarios, a todo lo que importa y alguna cosa más.

Resonando: La cajita de música_Quique González

10 octubre 2007

De carpaccio y burbujas

Hace exactamente un año, te acuerdas? Qué diferente fue la conversación, o qué parecida, según se mire. Me mirabas a ratos y me decías lo de esa chica que acababa de aparecer a tu alrededor, después de aquel verano en que te marchaste tan lejos para no ver a esa otra que te había deshecho las líneas de flotación.

Intercalábamos aquel carpaccio con las burbujas rosas y te reías repitiendo aquella frase que me dijiste mil veces, "joder tío, es que se llaman igual, así no creo que pueda funcionar". Yo le daba otro sorbo a las burbujas y te quitaba el pan ese que sabía tan raro y te decía "y a quién le importa que se llamen igual, en la última media hora has pronunciado ese nombre quince veces, y en cada una de las veces sé a quién te refieres, uno suena a fracaso, el otro suena a futuro". Tú pedías un café y volvías a las burbujas que parecían inevitablemente la antesala del amanecer que no sabíamos que nos esperaba así.

Me contaste lo de aquella película que vimos juntos y de la cual tú te marchaste a una cama que yo ni sospechaba, aunque luego me contaron la otra versión y sonaba casi igual que la tuya.

Te conté lo del viaje que iba a comenzar unos días después y que preveía largo y complicado, y me animaste a hacerlo porque me decías que estabas hasta las narices de no conocer ni uno de los nombres de los que te hablaba yo y no saber de antemano nada de ellas, y sobretodo de no reconocerme cuando pronunciaba esos nombres.

Te dije que tu viaje acababa de comenzar también, aunque tenía otras paradas diferentes a las mías y que a mí me daba buena espina, aunque coincidiese ese nombre y en ese momento te sintieses desubicado, y me mirabas con esa cara de gilipollas que pones cuando no me crees.

No paramos de reir las siguientes cinco horas y antes de descojonarnos un rato más y acabar cada uno en un sofá sin saber cómo habíamos llegado hasta allí, te dije "acuérdate el año que viene, cuando celebremos tu cumpleaños, nos correremos la juerga unos días después, porque esa noche estarás cenando con ella". Te echaste para atrás y antes de coger otro bollito de esos asquerosos con que acabamos esas noches, te escuché "bien, y si no, la cena de mi cumpleaños del año que viene, para compensar, la pagarás tú".

Hemos hablado hace un rato, y hemos quedado para la semana que viene, esta noche habías quedado para cenar.


Resonando: Agujitas_Nubla

09 octubre 2007

El bolsillo trasero de esos vaqueros

Y la noche se hacía espesa, con cada respiración que me guardaba dentro, como las gotas que horadan sin que se note. Y las ruedas minúsculas del reloj se reían a cada segundo, como uno de esos payasos aterradores de los libros que no leo desde hace años, y todo giraba en cámara lenta, o ni siquiera giraba, simplemente se dejaba caer, como un borracho a la puerta de su bar de costumbre.

Y apareció ese asunto en el mail, luminoso de inicio, como si constituyese un acontecimiento, un giro de verdad, de los que no se dejan caer, sino que giran por fuerzas no explicables en pizarras sino en el aire. Y me agarraba a las teclas como uno se agarra al bolsillo trasero de algunos vaqueros muy concretos, para no perder el norte, porque algunos bolsillos traseros parecen imantados con el centro de la tierra, con el núcleo de uno mismo, y siempre llevan donde deben llevar, al borde del precipicio de uno mismo para volver en el momento oportuno y susurrarte una canción al oído.

Por eso no sirvió de nada pinchar sobre esa palabra "Cuídate", porque lo que había detrás, era una oferta de hoteles, de esos que siempre están al borde de un precipicio....tanto como el bolsillo trasero de unos vaqueros.

Resonando: Crawling man_Sexy Sadie

08 octubre 2007

¿Quieres saber qué me gusta de ti?

No tiene buen sonido, pero merece la pena hacer ese esfuerzo


- ¿Y esto lo haces con tu padre?
- De vez en cuando.
- Y para qué sirve
- Favorece la memoria sensorial, para no olvidar las cosas básicas. Las orejas, los ojos, la nariz, la boca.
- ¿Quieres saber qué me gusta de ti? Que me rechazaste, que eres delicado, que estás asustado, que eres guapo, que estás fuera, que me provocas ternura, que me excitas, que estás igual de atrapado que yo.

Azuloscurocasinegro

07 octubre 2007

Y que.....

Suena la cucharilla dentro del café al remover dos sobres de azúcar, dos, si, ya te los sabes, me hace gracia, y agua para que el viaje no sea en balde.
Y suena ese disco que parece programado en el equipo ese junto al camarero que no te reconoce porque cuando entras algunas veces se le enciende un foco que no le deja ver nada más, y hacemos hueco en la mesa para enseñarnos las cartas, si, son de partidas diferentes, pero he descubierto que siempre acabamos enseñándonoslas y me gusta, así que las ponemos bocarriba, y las comentamos, de ese modo atropelladamente sencillo con que nos tomamos los cafés, como si las ene conversaciones no se perdiesen aunque se nos olvide de dónde viene cada una.
Escucho tus consejos y te explico porqué me faltaba un pedal, o simplemente no lo utilicé, y cómo no me arrepiento, pero ya lo he utilizado y era necesario, así que ahora, ya con todos los pedales en uso, y los retrovisores, y el resto de elementos, transito tranquilo y pienso que no espero, que simplemente estoy, y que eso me sienta bien, que estaré si es necesario o lo pide el estómago, y que si no, también, y mientras tanto, estaré bien, y que de paternalismos o tutelas, lo mismo que de monja, y que de brillos y de parecía bueno, pero era mejor, todo, y que el que no lo ha vivido, no lo sabe, y que las hipotecas a cincuenta años son lo contrario a lo que te cuento, nos contamos, y que nos quiten lo bailao, y que esa frase fue exactamente la misma que le dije, y que no debe temer porque no tiene nada que ver aquello con esto, y que si me lo permites, te preguntaré si está bien, y que las cosas las huelo antes de utilizarlas, y que todo tiene su sentencia con el tiempo, y que cuando lo verbalicé lo entendí del todo y me sentó muy bien porque no se manchó nada, se quedó perfectamente y me sentí bien sabiendo que así estaría mejor aunque yo no estuviese, y que estará mejor, aunque yo no esté, o si, si lo quiere, pero estará bien, y que todo ocurre por algo, y que el karma es o no es, pero no se modifica, y que se evoluciona, pero no se cambia, y blue moon, y que a mi impuntualidad le llamas de otro modo y me gusta más cómo le llamas tú, y que D y F y G se nos hilvanan desde hace mucho tiempo y sabe bien así, y que en cuanto consiga eso te lo llevaré para que me hagas ese favor, y que quiero escucharte, aunque hable yo primero, y quizá suene raro, pero gracias, en serio, por estar ahí, aunque no te propuse el café por eso, simplemente porque me apetecía escucharte, porque te notaba rara y simplemente quería escucharte, y me sentó bien escucharte, espero que a ti también hablarme, y lo demás, ya sabes, aunque no te lo haya dicho detenidamente, estaré bien, y lo que tenga que ser...que sea.

Resonando: Sea_Jorge Drexler.

06 octubre 2007

Otros océanos de tiempo

Volver a lecciones ya estudiadas y recordar párrafos enteros de algunos libros que estaban en la buhardilla de aquella casa donde la entrada es asfalto empedrado.

He podido recordar con nitidez párrafos enteros que creía que ya estaban olvidados. El deseo domesticado por la razón o el deseo sin domesticar, que como un semáforo sólo tiene un color a la vez.

Todo aquel sitio olía a deseo sin domesticar, y levanté la mirada mientras atravesaba aquella puerta de cristal al ácido que daba paso a una oscuridad ajena. Alguien me puso una copa en la mano y una mirada en los labios, y seguí caminando y mascullando entredientes "esto es deseo sin domesticar, una pared para escaladores sin cuerda, otro océano de tiempo". Pero caminé igual, con la mirada clavada en unos ojos negros como la lengua de su dueña, y sus dedos trenzaban deliciosos humos de agua en mis oídos, y las manecillas de los relojes en paredes ajenas se derretían como esculturas de hielo en un zoco en mitad de julio, y su voz se apelmazaba en mis costados como nidos de abejas llenos de miel, y no importaba nada más, aunque supiese que un rato después sí me iba a importar, como me está importando ahora.

Y la frase que cantaba aquella voz ruda de mujer, me resonaba por la cabeza constantemente, así que me quedé colgado de la última palabra de esa frase y me hice humo, crave, crave, crave, hasta que no quedaba nada sin domesticar, para recoger los pedazos y guardármelos en los bolsillos, dejar un beso del color de sus ojos en la mesilla y otro entre los pliegues de aquellas sábanas y empezar a correr pasando por todos los charcos del suelo que a esas horas de la madrugada comenzaban a dar los buenos días y llegar cuanto antes al coche que me esperaba para resarcirme media hora después dejándome a los pies de mis sueños más cotidianos y ajenos a eso.

Mientras todavía sale humo de la taza de té, y se repite otra palabra de esa canción, maze, maze, maze, quizá no se trate de ser lo uno o lo otro, sino de que a veces domesticamos el deseo y a veces es simplemente lo único que nos queda sin domesticar, a veces es real y otras pura ficción, aunque atraviesen otros océanos de tiempo, o simplemente cuatro docenas y media de horas de un reloj derretido y unos ojos negros.

Resonando: Poison Prince_Amy Macdonald

04 octubre 2007

Construyendo

Se empiezan las cosas pequeñas cuando uno menos se lo espera. Pedacitos que forman parte de otras cosas, que arrancamos sin querer y se quedaron con nosotros y cuando uno empieza a construir aparecen en la maleta de herramientas, como en esas cajas transparentes donde se acumulan tornillitos y tuercas de muchos tipos.
Y otros pedacitos, no lo son, simplemente son de esas cosas que acaban de llegar, que acaban de aparecer, y las tomas entre las manos, mirándolas un buen rato, como abstraido, dándole un par de vueltas, a ver qué efecto produce la luz sobre uno u otro costado, qué olor tiene, cómo suena.

Y entre todo eso, los pedacitos rescatados por tu memoria olfativa o sensorial, y lo que acabas de descubrir por primera vez, te sientas sobre el suelo, y empiezas a montar el engranaje, despacio, coges piezas y las intentas acoplar, a ver si encajan, y a veces no, pero conviene respirar tranquilamente, mirar la lluvia al otro lado de los cristales y seguir el proceso, volver a tomar más piezas, pensarlas y ver en qué tipo de universo personal encajan, y seguir tocando cada pieza, con suavidad, con mimo, poco a poco, para reconocerlas todas, para que formen parte de uno por separado, antes de que sean parte del todo.

Y mientras sigue la construcción, todo se llena de silencio, luego no, luego sonarán canciones y melodías y estribillos y chorradas, pero construir algo con pequeñas piezas requiere de silencio.

01 octubre 2007

El borde del otoño

La estrofa principal dice "donde todo empieza". Y de una manera extraña es así, así que voy arañando las estrofas lentamente, entre dientes, como cuando se juramenta o se contaba alguna chorrada en clase para que no te escuchase el profesor.
Los días cuentan que es momento de guardar la ropa de verano para sacar la de otoño e invierno, y de un modo curiosamente difícil de manejar, este año el otoño llega cuando debe, aunque yo preveía otra forma y otro modo, ya se sabe que nunca podría ganarme el pan como adivino, ni siquiera de ese del chiste, porque lo hago muy mal.
Hay un listado enorme de palabras, canciones, referencias, intimidad y deseos entre la ropa de verano que pasa a una estantería del armario más alta, y en cambio baja la ropa que no lleva nada en los bolsillos, de otros tejidos y otros colores.
Pero ese listado se queda entre la ropa, quizá esperando, eso nunca se sabe, porque los mundos que contienen tantas cosas al final tienen vida, aunque parezca difícil, no están deshabitados, siempre contienen vida, aunque haya que esperar.
Justo al borde del otoño que no imaginaba así, donde todo empieza.

Resonando: Donde todo empieza_Fito y Fitipaldis