24 febrero 2008

Hasta otra


No sé si será mucho o poco, si mañana me acordaré o tardaré demasiado en volver a pensar en ello, tanto, que vaya caminando por otro círculo, pero sí sé que tengo que cambiarle la cara al día a día.

En más de una noche de esas en que los labios se entretienen en la orilla de un vaso y las conversaciones tienen la misma solidez que la arena, he contestado del mismo modo a preguntas muy parecidas. Es altamente probable que sin saberlo a ciencia cierta, me haya ahorrado una pasta en profesionales al auto diagnosticarme y automedicarme a través de un folio, un bolígrafo, un teclado o un cuaderno.

Y supongo que del mismo modo que uno no puede pasarse la vida entera de consulta en consulta, si no pone de su parte y tira adelante, yo tampoco tengo intención de perpetuar ciertas rutinas, que sin saber del todo porqué, han perdido un poco su objetivo, o al menos, su esencia.

No dejaré de escribir, no he podido dejarlo, ni lo he pretendido, años atrás, pero quiero volver a rodearlo de esa intimidad que tenía antes, de esa naturalidad despojada de absolutamente todo, de ninguna lógica y de tantos posos personales, o de ninguno.

Como en muchas otras cosas que importan, pretendo seguir haciéndole caso a lo que me diga, susurre, grite o recite el estómago, porque ya ha demostrado sobradamente su capacidad para elegir bien, por lo que no puedo, ni pretendo, cerrar el billete de vuelta.

Mientras tanto, ya sabéis que el que quiera me encontrará cerca, tan cerca como quiera, y entre tanto transitaré en esa senda agradable y hedónicamente coherente que no tiene planes concretos, pero casi todos los que surgen saben bien.

Y como siempre, masticaré esas estrofas que me canto por dentro cuando me siento bien..."(...) yo soy un elemento complicado, que pinta una viñeta en las paredes en sombra con orden de desahucio (...)".

Seguro que nos volveremos a ver.

Resonando: Deportado_Quique González

21 febrero 2008

Disfrutar del tiempo que haga

Hay ocasiones en que nos obstinamos en pintar el horizonte con una combinación de colores determinada. Nos empecinamos, incluso con un esfuerzo que la mayor parte de las veces más valdría dedicarlo a otros asuntos. Tiramos y tiramos de un carro que sólo nosotros creemos en fase de llenado, iniciándose en su crecimiento, de algo que nos gusta y que probablemente un día nos gustará más. Y lo llevamos adelante, o al menos en esos tirones tercos así lo creemos.

La sorpresa viene de golpe, sin avisar, sin esperarla apenas, quizá en mitad de una charla insustancial después de cenar, mientras pagas unas cañas o quizá simplemente mientras esperas algo alelado a que un semáforo cambie a verde.

Y es ahí, justo ahí, cuando con cierta ironía te medio aplicas un consejo propio y empiezas a verlo con nitidez. Subes el volumen de la música, llamas a una amiga para soltarle una barbaridad, ella te responde con otra, y al colgar, después de un saco gigante de carcajadas sin casi sentido, alguien a quien quieres te cuenta de manera escueta que se va unos meses lejos, a una de mis ciudades favoritas y disfrutas viéndola tan feliz.

Hay veces, aunque tardemos en darnos cuenta, que no tener un plan exacto no es nada malo. Porque no hace falta cambiar el paso, ni buscar alternativas ni organizar agendas. Sólo subir el volumen y disfrutar del tiempo que haga.

Resonando: Rain_Priscilla Ahn

17 febrero 2008

Un desayuno intercambiado

Esa canción había compartido conmigo unas cuantas mañanas silenciosas, de esas en que aún es demasiado temprano como para pisar las aceras, pero demasiado tarde como para volver a conciliar el sueño sin prisa.

El piano te seduce al primer segundo, te rodea como un abrazo lento y acogedor hasta que sonríes, para luego seguir deshilachándose un poco más, sin prisa, como esas mañanas de domingo en que remoloneas entre susurros y besos hasta que unos números rojos al borde del colchón te remarcan la indecencia, mientras tú le guiñas un ojo y decidís a la vez inaugurar unos juegos olímpicos absurdos entre el edredón.

Y cuando la canción roza la mitad, se rompe con una base que hace explotar todo, mientras continúa seduciendo ese sonido cimbreante y delicioso de las teclas blancas y negras, y es como si ese reposo repleto de pereza se hiciese salvaje de repente, como si hubiese podido deducir que las caricias lentas y los besos desmadejados desembocarían en cuatro manos que se agarran como si faltase aire, en respiraciones encajadas una en la otra, y en sorbos de deseo arañados en el cuello, por eso termina así, en una fiesta, en carcajadas completas de un desayuno intercambiado en el interior de unos muslos y en la deliciosa manera en que a veces se presentan las oportunidades de anular una comida a cambio de compartir una canción que parece describir una perfecta mañana de un domingo que ni siquiera sabemos si alguna vez nos pertenecerá.

Resonando: As I am (Intro)_Alicia Keys

14 febrero 2008

Sesenta y dos

Era tarde, o al menos lo suficientemente tarde como para tener que levantarme demasiadas pocas horas después, muy pocas, pero tenía ganas de verla, y hay veces que uno no se puede permitir decir que no.

Así que después de unas horas como recogidas deliciosamente con esa confianza natural con que la que en raras ocasiones suceden las cosas con algunas personas, conducía por una carretera muy ancha y muy vacía, extrañamente vacía por lo poco habitual. Y paladeaba un buen saco de sensaciones de los dos últimos meses, exactamente eso, sesenta y dos días.

Hay épocas en que los días se detienen casi hasta el paroxismo, probablemente porque confundimos esa cadencia con el atasco o la inflexión que normalmente tenemos nosotros mismos. Y en cambio hay otras ocasiones en que se agolpan y suceden situaciones más intensas casi sin respiro, de cualquier signo, y transitamos a lo largo de ellas con una solvencia sensorial casi de escuela de negocios.

El coche se deslizaba despacio por esos túneles atestados de quitapuntos en que se está convirtiendo el subsuelo de esta ciudad, y yo disfrutaba de esa manía que tengo de manosear los ratos inmediatamente anteriores cuando me han gustado, como si mi cerebro tuviese la querencia inamovible de pulsar el repeat nada más despedirme y pensaba en esos diez o doce escalones de los últimos sesenta y dos días, en la pacífica serenidad que con los fui subiendo y cómo, muy probablemente, en otro grupo diferente de sesenta y dos días habría rodado escaleras abajo.

Mientras tanto espero que sea un principio de ese modo delicioso de tomar párrafos de dos obras diferentes, mezclarlos, y que al leerlos una vez mezclados suenen igual de bien. Ya sabes a qué me refiero no?

A veces las montañas rusas no tienen raíles y van dando tumbos, y otras viajamos con dirección asistida desde el estómago.

Resonando: Lullaby_The Cure (Y eso que no te he dicho lo que me sugiere este tema).

09 febrero 2008

Una voz tranquila

A veces es suficiente con abrir las puertas del armario, sentarte sobre la cama y mirar hacia adelante. Cuando el momento seleccionado es el adecuado, no se ven perchas, estantes, camisetas o corbatas, sino la verdad desnuda sobre uno mismo, la verdad de ese momento, de esa semana, del último mes y probablemente de los dos años últimos. Porque aparecen de manera nítida los modos extraños, los intermitentes que no debiste poner, las frases que se descuelgan de los labios como por inercia y se quedan rebotando un rato entre los pies, las caricias anestesiadas que hacen hueco bajo el edredón y todas esas metafóricas líneas negras de mayor o menor grosor que acaban conformando esa especie de código de barras frío, neutral y escondido en que se ha convertido tu mundo favorito.

Luego viene una llamada telefónica a destiempo pidiendo escuchar una voz tranquila al otro lado y un río de cosas y detalles que debieron contarse antes, mucho antes, porque no hay nadie inmutable, con la serenidad siempre en los bolsillos y la voz tranquila para decir lo adecuado en el momento preciso, por mucho que fuese el capricho de ella desde el otro lado del teléfono.

Todo tiene un momento para ser contado, todo tiene un espacio para ser compartido, y ese momento, en ocasiones, puede durar mucho tiempo, tanto que si no se presta la adecuada atención, puede parecer infinito. Pero no hay nada inmutable, ni siquiera aunque lo parezca cada mañana en mitad de ese café y ese cigarrillo.

Quizá, por eso, encontraste una voz tranquila al otro lado del teléfono, precisamente lo que buscabas, pero no te supo decir lo preciso en el momento adecuado.
Porque a veces, al abrir el armario, sólo encuentras perchas, camisas y trajes, y no hay nada más, quizá lo hubo y lo esperabas seguir encontrando, o simplemente has caído recientemente en la cuenta de lo que podías encontrar al otro lado de ese teléfono, por eso la voz tranquila no te ha dicho lo que querías, exclusivamente por eso.

Porque a veces es suficiente con no engañarse a uno mismo, sólo contarse la verdad.

Resonando: Don't give up_Whitest Boy Alive

04 febrero 2008

Mirar más allá

En otra de esas casualidades exógenas, me he cruzado con unos cuantos días de diferencia, con una frase o un párrafo que quiere decir lo mismo, y lo dice con palabras muy parecidas, primero en un libro, y luego en el guión de una película que a priori no tiene nada que ver con el libro.

Es esa misma frase o párrafo que explica casi con precisión de delineante todas esas ideas sin cocinar que uno mastica en determinados momentos de la vida, o cuando intenta explicarse a uno mismo determinadas cosas por las que ha ido atravesando y poniéndose perdido de manchas.

En ocasiones no queremos mirar de verdad, por miedo a verlo, por miedo a comprenderlo, por negarnos a nosotros mismos lo inevitable, lo que ya está desde el principio, por miedo a reconocer lo que es cierto, porque si no lo vemos, si dejamos de mirar en la superficie, podemos seguir creyendo lo que queramos creer, podremos seguir ilusionándonos y manoseando ese futuro inconcreto y malabarista, podemos seguir traduciendo gestos, modos y detalles a nuestro antojo.

Pero si hiciésemos ese esfuerzo un poco más a menudo, sin temor a ver lo que hubiese que ver, nos ahorraríamos con mucha más frecuencia de la que creemos los desencantos, las frustraciones y las decepciones.

Porque siempre se puede ver más allá, más allá de lo que eres junto a alguien, de lo que ese alguien desea o anhela sin decirlo, lo que sois juntos o por separado, los hilos sueltos que se van quedando entre tanto, por eso, si uno pone verdadera intención y hace el esfuerzo de escucharse una vez visto, una vez se ha mirado lo suficientemente dentro, siempre se ve más de lo que parece. Lo complicado, claro, normalmente es ver y seguir adelante siendo consecuente con lo visto. Porque somos así de osados, y negamos haber visto más allá y creemos que seremos capaces de poder con aquello que no pinta bien, que las cosas saldrán como deseamos, no como hemos visto que irremediablemente saldrán.
Por eso a veces, a posteriori siempre, claro, tendemos a soltar aquello de se veía venir, uno se da cuenta de lo que realmente significaba aquella frase que le dijeron o dijo, aquel gesto extraño o aquello que hizo...porque no quisimos verlo realmente en su momento, pero ya estaba allí entonces.

Para escuchar la frase o el párrafo, el maravilloso personaje que lleva adelante Morgan Freeman en "El juego del amor", para leer sobre ello, "Tu rostro mañana" de Javier Marías.

Resonando: Hope for hopeless_A Fine Frenzy

01 febrero 2008

730 mas...


Si hubieses prestado algo de atención podrías haberlo visto, incluso antes de ver consumirse esos 730 números, mientras, podrías haber asistido a ese modo tan preciso de jugársela un poco, valiente, dos veces dos, una en cada mitad, y siempre perdiendo, aunque a estas alturas casi no importe demasiado haber perdido, sino haber jugado.

Si se lo preguntas cualquier noche de estas, te dirá que no, que esa es la receta que recogió en la seguridad social para que los duelos no doliesen demasiado, pero que realmente por eso ahora se ha buscado un seguro privado, porque quiere que le receten una de esas en que se la juega y tiene más posibilidades para no acabar cayendo al vacío, para variar, y quizá, con suerte, evitarse las listas de espera y tener que contar hasta 1196 y tener que volver al impar, tres cruces, justo cuando había decidido pintar la pared, y sustituir el cabecero de la cama, para que la próxima noche con sesión golfa, las manos puedan agarrarse a una madera nueva, más oscura, y decida quedarse a ver amanecer entre croissants recién hechos y una canción tarareada al ritmo en que el zumo se arremolina en el exprimidor o la llama de una vela baila ansiosa al compás del cuento que le está contando al oído para que no se le olvide el norte de sus ganas de más o el este de sus días laborables.

De momento hoy es 761.

Resonando: (A veces me pasa, que resulta complicado detenerlo). Nude_Radiohead.

* La fotografía (Chema Madoz)