28 septiembre 2008

En una misma ciudad...

En la misma ciudad en que cada calle se llena de respiraciones que pasan un fin de semana fuera, en la misma ciudad que juega a ser un parque de atracciones cada día laborable o que nunca se acuesta con nadie en la primera cita.

En la misma ciudad donde aún saboreo las noches de vino barato y un portalón de nuestros dieciocho, donde nos desorientábamos bajando desde Sol para perdernos entre los edificios donde a esas horas ya no pasaba nadie.

En la misma ciudad donde sobre un sofá delicioso a cielo abierto una noche cualquiera de aquel verano intenté describirte con la máxima precisión de que fui capaz, cada una de las cosas que me iban pasando por la cabeza durante aquella hora insana en que te eché de menos.

En la misma ciudad cabe una ciudad anegada de tráfico, un domingo soleado, una performance absurda y más de una manifiesta, unos extraños que te dan las buenas noches, el eco onírico de unos tacones en mitad de Ortega y Gasset, más de un buen restaurante, el camión de la basura avisándote de que es hora de volver a casa, una canción resonando en los párpados mientras respiras hondo, sentirte sólo en mitad de una sala abarrotada de gente, los deseos saltando desde todos los bolsillos de tus vaqueros, las ganas de verte y haber perdido otras ganas, la final de la Eurocopa y un par de carreras entre los coches, las charlas repetidas y la risa floja, las palabras sueltas en alguna Navidad, los desastres mal anunciados de algún viernes por la noche y aquella chica al fondo de ese bar, ronda de chistes cortos y escuchar sin entender nada, ese grupo tan heterogéneo frente a la embajada y la chica que sólo buscaba excusas sobre su vestuario, un borracho insultando a un taxista y la mamá acompañando a su hija pequeña, tu visita que nunca fue y las noches de invierno que llenan de una bruma especial el haz de luz de las farolas, los charcos que esquivamos tantas veces y no acordarnos de lo que no importaba.

En la misma ciudad en que la luna de la cosecha se come los edificios para celebrar un aniversario amarillo.

Resonando: Until we bleed_Lykke Li

21 septiembre 2008

De ejércitos inconcretos y vueltas a casa

Precisión descolgándose de los bolsillos de unos vaqueros algo raídos pero que son cada vez más cómodos. Las calles rebosando por cada costura, como ejércitos desorganizados de soldados sin objetivo definido, una plaza, un bar, una acera, encontrándose en una conversación absurda detrás de otra que parece convertirse en bucle por los aledaños de las calles.

Y como otras veces, una sensación de extrarradio en las palmas de las manos, como si se deshiciesen las noches en agua densa a cada minuto, a cada mirada deshojada del calendario, a cada pulsación descontrolada que no identifica correctamente la bocacalle adecuada. La sensación desigual en el borde de los labios, pero más suave, despacio, mientras caminas sin prisa entre una multitud desordenada en una plaza, mientras alguien te observa sin decirte nada, mientras a tu espalda sabes que dejas algo que podría estar bien.

Buscas en los bolsillos la respiración adecuada, y encuentras una mesa con mucha gente y un vaso dentro del que se golpean sin piedad unos cuantos cubitos de hielo y recauchutador de heridas que ahora no tiene nada que curar. El sabor de la copa sigue sabiendo a otoño preanunciado y a descampados ajenos, a coches destartalados y a charcos en mitad de la acera al volver a casa un domingo cualquiera, pero la tomas con la misma parsimonia que unas horas antes te escurrías entre gente por aquella calle del centro que siempre está abarrotada de personas descontroladas sin capacidad para desasirse de una tarde de sábado acompañadas.

Y a pesar de todo, de los ejércitos descontrolados saliendo y entrando de los cuarteles de esta época, con barra y máquina de tabaco con control de menores, de los frenazos a destiempo y las conversaciones sin nada debajo, de la discusión íntima que te pilla en mitad, de lo solitaria que puede llegar a ser una plaza atestada donde falta alguien en concreto que sólo está a unos metros que parecen kilómetros, de las desbandadas cuando suena el toque de queda desasistido. A pesar de todo, el cielo sobre tu cabeza mientras el aire te acoge dentro del coche, y esa frase sonando muy fuerte para que se quede un rato en cada fachada por la que pasas hace que te sientas bien, inexplicablemente bien.

Incluso siendo un elemento complicado, a estas alturas, es suficiente.

Resonando: Deportado_Quique González

14 septiembre 2008

Con la noche a nuestro favor


Y sin embargo lo teníamos todo a nuestro favor esa noche. Las calles maquilladas en un interminable carnaval al que no pertenecíamos, callejeando entre tantos extraños que nos rozábamos con frecuencia como sin querer para sentirnos menos extraños tú y yo. El sabor en el paladar de esas madrugadas en que nada más importa lo que cabe entre los dedos de la persona que camina a tu lado. Y en esa calleja semioscura, mientras nada impedía que tu cintura se convirtiese en el centro de mi universo, desde una ventana muy pequeña, en lo alto de ese edificio tan antiguo, empezó a salir aquella canción que parecía completamente fuera de lugar en ese sitio tan clásico y sereno.

Nos detuvimos un instante para reconocer la canción. Me miraste y me quemaste el pecho con tus pupilas envenenadas de noche, y me susurraste su título. Sonreí, aunque era una versión distinta. Alargaste tu mano para alcanzar la mía, y no nos movimos, sólo querías que agarrase tu mano mientras el mundo seguía girando a aquella velocidad, para que no pudiésemos perdernos entre tanto vaivén, y así poderme agarrar a tu cintura unos segundos después para pegarnos a aquellos muros que nos escondían del resto del planeta.

Y sin embargo lo teníamos todo a nuestro favor esa noche, deshacernos los labios en la piel del otro hasta que amaneciera, no saber encontrar el camino de vuelta a ningún lugar, las ganas en la punta del estómago, los pliegues de tu piel formando un laberinto donde yo pasaría encerrado el resto del tiempo, la serenata nocturna de la ropa desprendiéndose del cuerpo, la brisa bailando su turno entre nosotros, desbordándose el río cada vez que añadíamos una respiración entrecortada más cuando tus manos se colaban bajo mi camiseta buscando, los adoquines sonriendo al tiempo que tú, mi destino en tus costados o en el comienzo de tu cuello, la verdad en el interior de tus muslos y el resto de la noche en tus manos bajando por mi espalda, las coordenadas asincrónicas de tu risa mientras nos orientábamos a lo largo de la cama y la breve luz que teñía de blanco las sábanas a los pies.

Y aquella breve nota en mi puerta, mucho tiempo después, cuando ya no te esperaba, donde sólo estaba escrito, el título de aquella canción.

Resonando: Around the world_Daft Punk (Richard Grey remix).
* La fotografía: Dennis Flaherty

07 septiembre 2008

Sin parar a respirar

Y respirar sin parar de la misma manera, sin masticarlo, sin pensarlo, sólo un gesto mecánico entre dientes, en sordina, en la misma esquina del mismo edificio de tantas veces, arrinconado en la ausencia de nada que merezca la pena.

Recordando en el pecho lo que otras veces dolió diferente pero casi igual, como el humo que se va deshaciendo en hilos cada vez más finos en las rotondas tan modernas de los viernes por la noche al volver a casa, las ganas que saltan por los aires cuando el coche bota al pasar un badén de ilusiones desperdiciadas en propinas de intenciones, los dedos que arañan las paredes del sudor más insano, el que destila el cuerpo cuando no tienes ganas de empezar por enésima vez la cartilla donde aquella tarde aprendiste a escribir sin casi percatarte de ello.

Y respirar sin parar de la misma manera cada domingo convertido en laborable en las costuras del colchón, en las pupilas acostumbradas a ver palabras escritas siempre del mismo modo, un gesto mecánico entre dientes donde nada merece la pena.

Un sonido casi idéntico, cada vez más pulido, en estéreo, o en eso tan difícil de explicarse ahora que llaman gemidos envolventes de despedidas sin final que pueden, con un poco de dejarse estar, volver a verse repetidas en multidifusión en los días en que pierdes la cabeza o las mañanas que dejas pasar la circulación sanguínea entre ropa tendida y jardines con hierba recién cortada.

Y respirar sin parar de la misma manera, a contrarreloj, a ratos descoloridos, a inviernos sin mezclar, a ganas de no saber cómo, a gigantes y molinos desbaratados entre gintonics, a botones mal cosidos en el cielo del paladar, a labios insustanciales que no dicen nada pero saben más de lo que quisieras, a salivas retenidas en los sueños sin envolver, a ojos que lo prometen todo y que no saben guardar secretos, a sábanas enredadas en las horas más perdidas de las aceras de mi calle, a una palmada en el hombro con sonido de bofetada en el alma, a una papelería donde siempre olía bien, a faros iluminando carreteras que siempre retrocedían al punto de partida y todo volvía a empezar, a esferas cuadradas con sabores amargos y colores chillones, a pinturas entre los dedos, a nuevas derrotas que nos hicieron mejores, a inténtalo otra vez, a estrofas sin rima pero con voz de noche sin final, a muslos invisibles que desaparecían al ritmo de los libros que leías, a playas donde nunca rompían las olas ni llegaba el agua, a ya lo sabía, pero no lo quise ver, a tantas horas sin pensar que amaneció para que pudieses resarcirte en mi espalda.

Resonando: No tienes que decirme nada_El Columpio Asesino