25 enero 2009

Por razones desconocidas

Lo intento, por razones desconocidas, que salte, que sonría, que pierda la cabeza y los zapatos, el horóscopo y los lunes por la mañana, pero es complicado, desde aquí, poder conseguirlo. Aún así lo intento, por las mismas razones que ella no sabe, se pierde, se agota, se da la vuelta y le cuesta respirar, todo gira a más revoluciones de las debidas y se estira, se llena de colores lisérgicos, deja de entenderse, vuelve a caer, rebota, pierde esencias o las recupera, deja de responder preguntas que nunca se sabe dónde van o si tienen sentido, mira al fondo de cualquier acera, esquiva los charcos y mira al cielo cada veinticuatro minutos a ver si las nubes han decidido hacer esa figurita que ella espera, para volver a agachar la cabeza y tararear en su mente esa canción cuyo estribillo somos capaces de entonar casi a la vez desde allí, ella, desde aquí, yo. Cuando los sentidos se diluyen en un baile absurdo en que todo se confunde sin mucho destino o ninguno, como un carnaval delirante en mitad de ningún sitio...hasta que deja de sonar esa guitarra.

Y sin embargo, aunque no sepa contárselo debería decirle que las cosas se agotan, como la expansión del universo, como los días festivos y los besos en los labios con entrada para su concierto, y que nada suele acabar de esa manera tan clara con que acaban las malas películas, con esas dos palabras y su fundido en negro. Por razones desconocidas se quedan restos dentro que no se limpian bien, que dejan churretones que cuanto más no empeñamos en frotar, más se adhieren, y en cambio cuánto más nos olvidamos, más se diluyen, como una adivinanza bizarra que siempre acaba igual, que sólo somos capaces de entendernos cuando somos capaces de mirarnos desde fuera, y para eso seguirán existiendo y apareciendo más aceras grises y nubes con formas dementes, para poder seguir esquivando charcos, y llenando los pulmones de escaparates que no reflejan nada, de rellanos virtuales y más lunes de los que nos caben en los bolsillos, de aeropuertos y maletas hechas a todo correr, de universos expandiéndose todavía y dados sobre la mesa de los casinos...para poder llegar hasta el punto en que todo vuelva a empezar...por razones desconocidas. Por eso la espero yo.

Resonando: For reasons unknown_The Killers

19 enero 2009

Las arquitecturas del deseo

Quizá por contraposición a lo que suele ser normal, siempre le encuentro un placer específico al hecho de conducir de madrugada por las calles reconocibles de mi ciudad o por cualquiera de los múltiples anillos que la rodean. Encuentro placer en esa forma casi mínima de silencio, de luz amarilleante, de aceras vacías y de calzadas brillantes y a veces mojadas. Quizá porque me hace pensar, porque siempre que sucede uno tiende a sentir al borde de los dedos una curiosa brisa algo mal etiquetada, de libertad momentánea, y el cerebro sube una velocidad más.

En estas semanas se han sucedido con frecuencia esas madrugadas, aunque cada una tuviese un origen diferente. Pero todas han ido guardando su sabor para donármelo en ese preciso instante, cuando lo esperaba. Y en unas cuantas de ellas me ha venido a la cabeza una frase, una expresión que titula un libro al que he vuelto también estos días, y que por razones distintas a la última vez, podría titular también buena parte de lo que mastica mi cerebro en esas madrugadas donde se cruza la ciudad sin límites aparentes. Las arquitecturas del deseo forman parte de lo que somos, de cómo respiramos y aunque solemos tardar más de lo imprescindible en conocerlas, una vez reconocidas, el menos en una buena parte, nos coloca en una situación muy ventajosa frente a nosotros mismos.

A partir de ese momento, reconocemos con sencillez nuestros muros de carga, nuestros cimientos, los arbotantes, las vigas de acero y madera, el material que utilizamos, la orientación y el trato que le damos a la luz natural, cómo tratamos los grandes ventanales y el espacio de cada estancia. A partir de ese instante somos plenamente conscientes de por dónde se ha colado un nuevo habitante y sobre todo, el uso que va a darle a nuestro edificio de deseo. Lo que ocurre a partir de ahí no es aprendible ni controlable, esa es su gracia claro, pero conocer las arquitecturas de tu deseo otorga unos grados de libertad apasionantes, que te permiten dedicarte a poner la intensidad adecuada a las ganas de más, y a intentar conseguir que esa nueva habitante sea capaz de recorrer todas las estancias que ella misma llena de deseo.

Resonando: Disturbia_Rihanna.

*El libro que da título al post es de José Antonio Marina.

11 enero 2009

Tormentas adversas o no

Se escucha de fondo el parte meteorológico, y todo se llena de precipitaciones, de borrascas con una presión atmósferica dulce, como tus caderas. Y entonces me imagino tu cuerpo deslizándose por la madrugada de mi dormitorio, irrumpiendo tras el otoño, que ha hecho caer las hojas de tu ropa sobre el suelo formando una bandera con el color de tu ropa interior y la mía, y buscamos las isobaras en tu espalda, recorriendo con las yemas de los dedos nuestras cordilleras con cota de nieve bajando por momentos, y viento del sur soplando en nuestra piel a rachas colocando las sábanas encrespadas sin posibilidad de que los barcos desamarren esta noche sus maromas.

Susurras algo que se cuela entre los anticiclones de nuestros labios y que hace elevarse la probabilidad de cielos despejados, mientras tu sonrisa sin nubes comienza a teñirse de ese color cálido y provocativo que reconozco en cualquier nota del instituto meteorológico, y que anuncia marejada tendiendo a fuerte marejada en los resquicios sin nombre que van dejando abiertos intermitentemente los roces de nuestros cuerpos a medida que se mueve alguna borrasca envidiosa que trae agua en forma de senderos invisibles que pinta tu lengua al bajar por mi pecho. Alguien nos alertó sobre las provisiones que necesitaríamos en días como hoy, por eso a veces organizamos expediciones sin trineo que llegan hasta la cocina en busca de una botella fría de agua mineral o un par de copas de vino, porque a fin de cuentas cada varias horas lo único que echamos de menos entre las crestas dinámicas de las sábanas sobre este colchón, son las pérdidas de líquidos y el café recién hecho de las mejores tabernas junto a un buen puerto de mar.

Humedeces tus labios una vez más, buscando encontrar en mis pupilas esos gramos de ventisca azorada que sabes reconocer, para iniciar de nuevo el parte meteorológico como en esos canales digitales en que todo acaba repitiéndose continuamente, y le llaman multidifusión, como esta noche extraña en mitad de ninguna parte donde nuestra barcaza a la deriva de no se sabe muy bien qué, se ha encontrado con la tormenta perfecta donde residimos tú y yo, en días impares, en viernes con ganas, en madrugadas huérfanas de distancias, y el roce de tus dedos, de nuevo, sobre mi espalda, y tus labios iniciando mis debilidades en mi cuello programan más multidifusión de la que puede caber en los minutos que una cadena normal dedica al tiempo...así que seguiremos remontando tempestades mientras no lleguen los anticiclones que nos prometieron los bolsillos de los veranos en que no fuimos nadie para cualquiera que no éramos tú o yo.

Resonando: Rosa pastel_Belanova (sobre Mash-up de Simon Iddol)

05 enero 2009

La playa del oeste

Sobre la cómoda de madera, antigua, rozada y restaurada, de mi dormitorio descansaba el pasaje de avión. Me puse la camiseta y me acerqué hasta allí. Ella dormía aún, las luces del amanecer sólo teñían con retales azulones pequeños pedazos de la habitación.

Tomé el billete entre las manos, prestando atención a dos cosas: las ciudades de salida y destino, y la fecha; Bruselas-Nueva York, 16 de noviembre. Hace tres días.

Giré la cabeza para verla dormir y con la mano derecha abrazando el billete y mis ojos sobre su pelo algo alborotado que le manchaba el rostro, tuve la sensación de que en ese instante yo era el hilo de unión entre el pasado (mi pasado) y el futuro (nuestro futuro).

El billete de avión, un pedazo inerme de cartulina, escondía bajo la tinta impresa millones de días en que ni siquiera sabíamos, el uno para con el otro, que existíamos, aunque varias veces tan sólo nos separaron metros. Su pelo algo alborotado sobre su rostro, y ella durmiendo, con la respiración acompasada, rítmicamente pausada, me decían que allí estaba mi futuro.

La memoria es como un acomodador insatisfecho con la propina que te cuenta el final de la película. Y apenas puedo recordar, ahora, cómo era yo entonces, cuando estuvimos tan cerca el uno del otro y no nos reconocimos, no la reconocí entre la gente, no fui capaz de sentirme desmayado de placer al contemplar sus ojos. Cuando nos adentrábamos en nuestra primera madrugada juntos, ella, me dijo lo mismo: "es curiosa esa marea que nos ha estado llevando tan cerca, que nos alejaba sin permitirnos conocer al otro, y sin embargo ahora nos pone uno junto al otro, de nuevo, pero bajo el mismo edredón".

Resonando: Seven Lives_Enigma
*Como dice una amiga, esto es de la nevera (del congelador mejor dicho), forma parte de un relato que se hizo demasiado grande.