20 julio 2010

El hueco de la espalda


Con qué facilidad pueden colarse determinadas notas en los pliegues mínimos que se forman entre los huecos que forman la espalda y las sábanas ardientes de una madrugada demasiado calurosa como para bebérsela entera.
Suena sin querer, en ese albedrío poco sincero que tienen algunos aparatos muy modernos desde donde nace la música en estos tiempos, y en la sordina del vapor licuado que generan los brazos, los movimientos lentos y apergaminados de las piernas sobre el colchón, del cuello endurecido por tantos giros inexplicables y la tela húmeda de la almohada, a través del silencio pesado de una madrugada sin bocinas ni banderas, se cuela ese sonido que pareciese casi salir de las entrañas de alguien en la misma fase REM que uno mismo en los días impares.

Quizá se trate de la perfecta sincronía con que parece contar una historia escondida en su escala, sin palabras, sin metáforas ni prosopopeyas, en línea recta sonora, como si esas notas que dan a luz desde un piano pudiesen conocer de antemano el camino exacto por el que deben transcurrir para acabar redondeando la perfección de un pedazo de historia que cada uno puede contar como desee.

En la brevedad pacífica de una madrugada perdida en los mapas, bajo el cielo oscuro de no se sabe dónde ni cuándo, y a través de una ventana que pareciese fabricada para otra cosa, se cuela el sonido perfecto, el ritmo adecuado, la melodía sincera y sencilla donde se tejen las historias que uno, cualquiera, quisiese contarse antes de ir a dormir, o en vez de ir a dormir. Y en el entretanto, mientras esas notas parecen restregarse perezosas y risueñas entre la espalda y las sábanas, uno puede deletrear lo que se le escurre de los labios con tanta precisión que asombra saberse reconfortado por el azar manipulador de alguien desconocido en alguna otra parte de la ciudad.

Resonando: As I am (Intro)_Alicia Keys


*Fotografía: Image Source

13 julio 2010

Desabrochado


Cuesta en ocasiones reconocerse a sí mismo completamente desabrochado de ciertas sensaciones que en el pasado, y durante mucho tiempo, formaron parte del inventario casi desmedido que se agolpaba en los bolsillos del abrigo. Cuesta reconocerse en la atonía sin estatura medible que horada los tobillos ampulosos de las esquinas de cada amanecer o cada acera mordida en una calle conocida que parece haberse apagado en mitad de alguna madrugada inconcreta que ni siquiera reconocemos a pesar de las miles de horas que le hemos echado al recorrido.

Y en esas labores ingratas puede uno perderse, no sé si con remedio o sin él, durante tanto tiempo como duran algunas sentencias, como duran algunos sabores en el paladar o alguna sonrisa en la memoria usb de la propia mirada.

Y sin embargo, a pesar de toda esa inconcrección y desasosiego aparente e incalculable, uno acaba relamiéndose en el color de algunas caricias, en algunos susurros malbaratados en el remanso de la espalda y no encuentra hilos de los que tirar para encontrar de nuevo una madeja que no se deja enhebrar ni controlar.

Resonando: Toda la verdad_Iván Ferreiro


Fotografía: John Woodworth