07 enero 2008

Seiscientos kilómetros

Hay cosas que están como debe ser, más allá de cómo "deberían estar" o lo que se "espera que sea", o ese lugar común de "lo normal". A veces lo normal no nos rodea, a veces lo que "debería" ni se parece a lo que es, pero no está nada mal tampoco lo que acaba siendo.

Puedes pasar meses y meses y algún que otro año intentando deglutir, mirarlo desde todos lados, dejarlo reposar algunos meses y volver a masticarlo y no encontrarle ningún sentido en cada aproximación, pero sigues adelante porque eso sí es lo que debe hacerse, o al menos lo que quieres hacer.

Y a veces, con suerte, en una mezcla de primavera tímida, un verano gaseoso y un otoño desaseado lo compartes con alguien por fin parece que lo anormal no estuvo nunca tan mal. Pero cuando no se hace bien, reaparece lo "normal" en esos días esponsorizados que nunca entiendo y los convierte en más sórdidos si cabe, pero sigues adelante, porque no hay más aceras válidas que las que te llevan a otras avenidas despejadas.

Y realmente eran suficientes 600 Km. de charla inagotable y cinco maletas llenas de risas, hacer el lerdo hasta que los charcos nos empapen las rodillas, mirar el valle desde arriba del todo y que baste verlo todo blanco, y que todo sea el silencio más delicioso durante unos minutos diariamente, que cada desayuno tenga carcajadas absurdas recién horneadas en esas bandejas extrañas y un puñado de invisibilidades compartidas sin receta antes de dormir.

A veces es suficiente conducir de nuevo 600 Km., perderse un poco nada más empezar, para encontrarse con uno mismo según se cruza ese pueblo tan estupendo al que quiero volver de verdad un día. A veces, es suficiente con que lo normal no nos sirva para nada ni lo hayamos elegido para saber que el miedo a que el dique se rompa es artificial, que al otro lado hay un océano enorme para nadar y que afortunadamente, aunque no sea como "debe", nadar junto a algunas personas es delicioso.

(Gracias por "empujarme" aquel día a contárselo a alguien. Ya sabes a qué me refiero).

Resonando: A good start_Maria Taylor

5 comentarios:

Elena -sin h- dijo...

No me gusta nada el verbo "deber" en ninguna de sus acepciones, a veces hasta huyo de él queriendo sin querer. Las cosas sólo son como tú quieras que sean que, aunque no las eliges, si puedes decidir como mirarlas.

Me quedo con ese "porque no hay más aceras válidas que las que te llevan a otras avenidas despejadas" para inscribirlo en una pared bien visible ;)

vega dijo...

Un placer...
Saberte de vuelta, leerte de vuelta, leerte así y todo lo demás.

Besos como quieras que sean!

Iraultza dijo...

Sherezade: a medida que caminas por los días, vas dándote cuenta de cuánto pertenece al "deber" y cuánto al "querer", y que aunque a veces nos destroce ciertos esquemas, pasar algunos detalles del "deber" al no querer no está tan mal, es una cuestión de perspectiva y seguir adelante.

Vega: ya lo sabes, un enorme placer para mí, en total, por todo. Besos sin más (ni menos).

Giraluna dijo...

Es curioso que a veces necesitemos alejarnos o cambiar de contexto, de compañía, de paisaje o de tiempo para renovar valentías, zanjar deudas con uno mismo o añadirle claridad a la mirada.

Hace poquito que me he bajado del tren, así que tu texto me sirve de bienvenida a lo que había dejado aquí (y ahora recuerdo que esto no estaba tan mal...):)

Iraultza dijo...

Tienes razón, supongo que a veces es una cuestión de buscarle la perspectiva a algunas cosas, aunque otras veces simplemente somos un poco enrevesados y las soluciones que nos pide el estómago quizá no sean las políticamente correctas, pero son las que hay que tomar para seguir siendo honestos con nosotros mismos.
Bienvenida de nuevo, espero que poco a poco vayas teniendo los dos pies en el mismo sitio (;-)) cada vez más.