23 marzo 2008

Dos teléfonos ardiendo y uno de guardia

Siempre las casualidades, o es que queremos verlas así cuando no son más que simples sucesos aleatorios que nosotros mismos "atamos" de una manera tangencial entre sí.

Se sucedieron casi de manera redundante las tres cosas. Una sensación extraña casi de madrugada mientras seguía atado a un día muy largo de trabajo. Un mensaje a primera hora de la mañana siguiente con una propuesta bizarra y una noticia a mediodía que me hizo volver, sensorialmente, a esa madrugada anterior.

Habían desaparecido casi todas las luces, todos los sonidos del día, sólo quedaban tres pantallas encendidas entre muchas más apagadas y tres teléfonos sonando cada poco tiempo. En dos de ellos se sucedían llamadas lentas, preguntas suaves, tonos aplacados y cómplices, ciertas incomprensiones por las horas, por los motivos, por intentar empatizar un poco, supongo, con los dos receptores que yo podía ver si giraba levemente mi cabeza a derecha o izquierda.

En el otro se sucedían llamadas desde la otra punta del país y las conversaciones eran también tranquilas, a veces densas, a veces más someras, pero casi todas en ese idioma ininteligible que se acaba construyendo con el día a día de oficina, casi de jergas.

Cuando el ascensor nos llevaba a la profundidad del edificio, con todo el cansancio del mundo en las manos y los ojos y los hombros, cada uno de los tres recitaba casi inconscientemente sus siguientes pasos. En ese punto fue donde volvió la sensación de un rato antes, la de las conversaciones telefónicas extrañamente desacompasadas, la misma que unas horas después me bañó entero cuando me contaban algo que a priori, era una magnífica noticia para alguien que en otros días, años, fue alguien importante para mí.

Porque a veces, hay cosas que suceden alrededor y que sin afectarnos directamente, nos hacen sonreír, disfrutar, crecer por dentro, y en otras ocasiones, curiosa y casualmente siendo casi la misma noticia, nos dota de una terrible certeza, de cierta sensación de frialdad hacia uno mismo.


Probablemente porque esas últimas hablan con mucha potencia de lo que hemos ido siendo, de cómo hemos hecho las cosas, de porqué las conversaciones de la madrugada anterior siempre eran sobre cosas ininteligibles, o los pasos hacia los que me dirigía al salir de aquel parking son fácilmente olvidables.

Resonando: La luna debajo del brazo_Quique González

8 comentarios:

Giraluna dijo...

Veo que los 'efectos colaterales' siguen asentados sobre tus hombros... Es una sensacíón extraña cuando algunas noticias te hacen echar la vista atrás y ver el camino recorrido, qué fue de ti, qué fue de ella...

Iba a comentarte el post anterior, iba a hacerlo escuchándole, con la luna debajo el brazo, sí, pero te me has adelantado... Sigo rebuscando en los bolsillos, tienen que estar por ahí las ganas de volver a Madrid...

Disfruta de las olas y que no te acechen las agujas del reloj... :)

Anónimo dijo...

Me alegra comprobar que has decidido volver... posiblemente nunca llegaste a marcharte, ¿no es así?

Echaba de menos tus evocadores textos; la facilidad con que conviertes situaciones cotidianas en grandes momentazos narrativos, bueno es cierto, en la mayor parte de las ocasiones. Y ésta es una de ellas.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.

AAN dijo...

Me encanta esa canción.....

adictaacruzarenrojo dijo...

Aún aquellos que no tenemos ventanillas, ni planta 2 de oportunidades, esos q seguimos diciendo "no se" al tercer dia a alguien q sabe demasiado, los q hacemos todo lo contrario a querer sin querer aunque no queramos, aún aquellos que volvemos a tener amarillo en el estuche, aunque por poco tiempo y contracturas en la espalda, la lavadora estropeada y un desplegable en cajón, aquellos que tenemos muertas las ganas, practicas en la planta 3 e infinitos obsoletos...
Aún aquellos...estamos dotados de esa certeza que cría cubitos de hielo en algún punto encrucijado de nuestro tubo digestivo...



"Estaba a punto de comprar el periódico de ayer, pero tú me avisaste de lejos..." (sonó esta mañana en la ducha...)
Y hay sitios donde ya es primavera...

Iraultza dijo...

Giraluna: es algo escrito casi en la frontera de la madrugada siguiente a la que flota alrededor del post, y los efectos colaterales han sido más efectos que nunca y menos colaterales de lo esperado. Encontraste el modo de agarrarte a Madrid en algún bolsillo? Espero que si. Las olas tranquilas que forman los relojes detenidos me han dado recuerdos para ti. ;-).

Borja: probablemente uno nunca sepa irse del todo de los sitios en que sigue sintiéndose cómodo y sólo precisa una nueva forma de masticar. Abrazos.

Aan: toda esa canción es una suprema manera de decir las cosas importantes.

Adicta: a veces saber demasiado quizá sea un problema, o la solución, o simplemente un delicioso disfraz inconsciente que guarda más temores que nunca pero más ganas que siempre de que alguien le susurre al oído aquello de "(...) me agarraste por dentro, fuerte, me llevaste del brazo (...)".
A veces resarce girar alrededor de una farola buscando un rotulador amarillo hasta que suena el toque de queda y se va a dormir, a veces resarce olvidar cómo se hacen los desplegables o mencionar los masajes terapeuticos con aperitivo de mermelada de fresa envuelta para rozar, para que nadie se los lleve sin arañazos dibujados alrededor de un ombligo.

A veces resarce encontrarse con cómo suena la primavera en esos sitios a los que ya ha llegado, a veces la arena de una playa casi vacía huele a salitre o a alguna palabra que empieza con ese, a veces, tú ya lo sabes, porque sí.

A veces, sólo a veces, todos mis planes caben en una canción.

NEBET-HET dijo...

Los telefonos siempre me han resultado como puertas por descubrir, aveces te abren a un mundo lleno de colores, otras te traen historias pasadas que en ocasiones cambian tu presente o simplemente te hacen sonreir, incluso se cierran a etapas o desencuentros, y otras se abren para traerte un corriente de aire fresco llevandose la desilusion.

Un besito.

Elena -sin h- dijo...

Últimamente mi mundo cabe en un botón. Por el pasan, cosiendo o descosiendo los sietes de mis costillas, todas las palabras que algún día debí pronunciar o debí callar.

Mi abuela siempre me decía que los fantasmas susurran bajo la cama. De nosotros depende escucharlos o no.

Iraultza dijo...

Nebet: en este caso fueron exclusivamente una especie de punto de conexión de las varias historias que se entrelazaron en muy poco tiempo, en este caso, los teléfonos jugaron como actores secundarios...pero tienes razón, a veces se erigen como protagonistas.

Elena: me ha parecido delicioso ese modo de describir un estado de ánimo (bueno eso ya lo sabes, mi opinión me refiero). Afortunadamente bajo mi cama no hay ninguno, aunque a veces los encuentres en algún punto de la ciudad, y si, susurran algo nuevo sobre alguien de hace muchos años y te hacen pensar, pero un rato, solo eso. (Tu abuela tenía mucha razón).