16 abril 2008

De momentos en semáforos y la ciudad al fondo

La ciudad puede ser tan grande como uno quiera, aunque a veces se haga enorme sin pretenderlo. Y en cambio, en otras ocasiones, puede llegar a ser breve, pequeña, manejable, cotidiana.

A una misma hora, un jueves cualquiera, industrialmente lento y aséptico, se pueden recorrer múltiples escenas que suceden a un tiempo, aunque sean tiempos que saben diferente, que se guardan diferentes en paladares irreconocibles.

En una esquina de una calle del centro hay un tipo que hace pasar los minutos antes de entrar en una reunión y mira sin prestar atención el movimiento pesado de cada coche adentrándose en la mañana de la ciudad, con el cielo encapotado. Una mujer enciende un cigarro mientras mete la primera para avanzar unos metros hasta que el semáforo se vuelve a poner rojo y su coche se pierde por las vísceras de la ciudad. Un tipo hace aspavientos sobreactuados mientras un taxi revolotea delante de su coche, la ciudad se mueve, lentamente, mientras él, el tipo que hace tiempo en esa esquina, no se fija en nada concreto.
De pronto ve aparcar una moto, y de ella desciende una mujer con la que soñaría cualquiera. Se miran a los ojos unos segundos, intercambian unas pocas frases, y él se vuelve camino de la reunión que le retendrá toda la mañana.

En otro punto de la ciudad, unos ojos claros separan por un instante su atención de una pantalla y miran con fijeza a la chica sentada a su lado, para preguntarse con cierta desidia si merecerá la pena volverse loco a estas alturas y dejar a su mujer por ella.

En otra avenida atestada, mientras los minutos caen al ritmo del rojo, el ámbar y el verde, una chica piensa si realmente su relación está tan herida como parece, si merece la pena seguir peleando un poco más. Él es buena persona. Y el semáforo cambia a verde.

Hay una ventana abierta junto a un parque en mitad de la ciudad, y un tipo, levemente asomado a ella, intenta terminar una conversación que siempre quiso que no llegase, pero donde ella le acaba de decir que no va a regresar desde el otro lado del océano. El cielo empieza a descargar lluvia. Ese tipo cuelga el teléfono y cierra la ventana. El ruido del tráfico no le deja pensar.

Varias horas después, casi como si hubiese pasado el mundo, el tipo que hacía tiempo antes de entrar en la reunión cenará con la chica que medía sus fuerzas delante de un semáforo, mientras el tipo que ya echa de menos a alguien al otro lado del océano se cruzará en una calle con el tipo que piensa en dejar a su mujer, y se lo contarán el uno al otro.

Mientras se acurruca bajo el edredón, en silencio, el tipo que hacía tiempo a primera hora de la mañana en el centro de la ciudad, piensa que a veces todo parece unido por un leve hilo extraño. Ha cerrado el mail en el que un amigo le cuenta algo sobre su novia que a estas horas ya no lo es porque no va a volver desde ese país al otro lado del mundo, y algo sobre otro amigo que está pensando en dejar a su mujer. Tiene en la cabeza las últimas frases de su amiga que no sabe si seguir peleando un poco más o darse por vencida.

Apaga la luz, ve el reflejo de la lluvia sobre su cabeza y comienza a quedarse dormido con esa pregunta en la cabeza. "La mujer de la moto, al final, no me ha llamado, ¿sería un farol?".

Resonando: Relocos y recuerdos_Luis Ramiro

7 comentarios:

AAN dijo...

Increíble cómo consigues hilvanar todas las historias... Es como si estuviéramos ante la pantalla de cine. Me recuerda a Babel, donde al final nos damos cuenta de que todos los personajes están relacionados.

Por otro lado, es genial ser la primera en inaugurar tu libro de visitas. La alegría de la noche (tu texto, no abrir los comentarios :P).

Besito

Poledra dijo...

Me ha encantado..me veía en esa cuidad.

Gracias :-)

adictaacruzarenrojo dijo...

Es curioso, sí...recuerdas aquel hilo invisible q cosía capítulos en blanco dependiendo del momento en cuestión y la calle a elegir?

Pues a veces los hilos forman tapices dignos de colgarse en paredes republicanas a juego con vestidos grises...

Y a veces el cajón de los desastres termina siendo un desastre de cAjones, o un desastre en general, donde el guardado sin doblar es quien ya no necesita ropa...

Un beso con alergia al despertador...(como hilo temas sueltos eh? no he perdido la practica...jaja)

pd: que esté trankilo el tipo q espera, porque las chicas con moto terminan llamando... ;)

Giraluna dijo...

Vidas que dejé cruzadas...


Mañana.
(Realmente, haciendo caso al reloj, tendría que decir "hoy")


:)

tootsie dijo...

ahora estoy leyendo a javier marías, corazón tan blanco, y cada párrafo que escribe me recuerda a ti y a tu forma de decir las cosas, ya sean relatos propios o ajenos a tu vida.
estoy convencida de que podrías dedicarte a eso

Tita dijo...

Tengo la sensación de que ultimamente se me pone rojo en cuesta, freno de mano, comodidad, semáforo en verde, esfuerzo extra, avnazar.

He vuelto a esto de bloguear, leerte nunca lo dejé.

besos

Iraultza dijo...

Aan: gracias por tus palabras, casualmente en estos momentos estoy escuchando una canción del mismo tipo que escribió la de Babel y tiene esa capacidad extrañamente cautivadora de hilar sensaciones....gracias, como siempre. Besos.

Poledra: gracias por llegar hasta aquí, y esa ciudad espero que te guste...tiene su encanto. Abrazos.

Adicta: cómo podría olvidarme de aquel capítulo, eso no, claro que lo recuerdo, las aceras que te llevaban al mismo sitio o a otro diferente según las cogieses, según girases...fue uno de nuestros primeros relatos compartidos(;-)). Sigue pareciéndome extremadamente interesante ese nuevo color...el gris republicano, lo sabrán en Cibeles y Gaudí?
Hilas como siempre, como nunca, jajaja, como tú sabes, ay mi hiladora republicana. Besos sin motoristas que no llaman.

Giraluna: se cruzaron, cierto, y al menos a la parte que conozco le supo a muy poco, tan poco que habría que cruzarlas otra vez no? ;-).

Tootsie: gracias por llegar hasta aquí. Es uno de mis escritores favoritos, supongo que aunque no sea consciente, algo se me habrá pegado, pero tanto como para recordarte a él....eres demasiado amable, je. Espero que estés disfrutando de Corazón tan blanco, de esos silencios que guardan muchas cosas dentro, de Luisa y Custardoy, que luego aparecerán en otros libros...

Tita: me alegra mucho saber que has vuelto, y saberte más o menos cerca, no lo dejes. Besos.