24 agosto 2008

A través de la plaza

Aquella ciudad era una cualquiera, hasta ese momento no importaba su nombre, ni su ubicación, ni siquiera que existiese realmente, tanto como esa misma noche, que era de esas que se olvida incluso antes de amanecer, y todo sucediendo a una velocidad inmensa, aunque nada importase demasiado.

Un taxi, casi como único objeto dinámico, recorría en sentido inverso aquellas calles y avenidas que ya existían en su memoria incluso antes de haberlas recorrido por primera vez. El aire con olor a lluvia que entraba por las ventanillas devoraba lo insustancial y le dejaba listo para no se sabía qué.

Al bajar del coche, su amigo no se dio cuenta de que desde una ventana al otro lado de la plaza sonaba música, a pesar de que la madrugada estaba en su mayor momento, y ni siquiera quedaban sombras en las calles, cobijado todo ahora en la oscuridad.

El taxi aceleró para volver a dejar el borde del amanecer en sus pestañas, y su amigo le miró dubitativo, "me voy a dormir ¿tú te quedas?". Ya caminaba hacia las cuatro o cinco escaleras que daban acceso a ese edificio antiguo, mientras él se mantenía parado junto al bordillo que delimitaba la acera y la calzada. "Voy a escuchar una canción más".

Cruzó deprisa aquella plaza con árboles y bancos que durante el día ocupaban casi intensamente baby-sitters y niños pequeños, y siguió la estela de la música desde sus oídos hasta una ventana pequeña y abierta en un coqueto edificio justo al otro lado de la plaza. Se quedó allí parado, a escasos metros de la entrada del edificio, bajo la ventana, como un malbaratado Cyrano sin poema ni guión. Miraba con atención la densa oscuridad que dejaba agarrar la parte superior de la ventana de guillotina, y casi era capaz de ver los hilos espumosos que salían de allí formando notas que se escapaban desde el alfeizar, algunos de esos hilos chorreaban por la pizarra y el ladrillo de los muros, y otros, más osados, remontaban el vuelo y pasaban rozándole en dirección a cualquier sitio.

Cuando la voz sorda y lejana dejó de recitar aquellas letras y la música se intensificó dotando a la melodía de un sabor metálico e industrial, sin esperarlo, apareció su rostro en aquel espacio oscuro hasta entonces. No lo esperaba y sin moverse del sitio, él dio un breve respingo al descubrir aquellos ojos, que le miraban fijamente. La canción terminaba y ella no apartaba sus ojos de los de él. Durante unos segundos se detuvo la melodía, y nada más se podía escuchar en toda la plaza. Como anestesiado, no se movió, sólo, inconscientemente, mordía suavemente su labio inferior unos instantes, como si intuyese la precariedad de un silencio tan denso y se mantuviese alerta para sostenerlo si hacía ademán de bambolearse.
La canción volvió a comenzar, desde el primer acorde, y ella, cuando volvió a escucharla, puso una ardiente sonrisa en sus labios. "Espérame ahí unos segundos". Desapareció de repente tras esas palabras, y efectivamente, unos segundos después descendía por los escalones que daban paso a la acera. Se sentó sobre el último de ellos. Él se aproximó, sentándose a su lado, en el momento en que esa canción volvía a retomar la parte más intensa.Giró su cabeza hacia él y sus ojos verdes comenzaron a quemarle los labios. "No puedo parar de escucharla. Una y otra vez, es como si se me hubiese atado al estómago".

Él respiró profundamente para intentar controlar los millones de ideas que se le agolpaban en la garganta y sólo supo decir, "la he escuchado desde el otro lado de la plaza, la he reconocido, y he venido hasta aquí para seguir escuchándola, como si esto fuese la odisea. Afortunadamente, tú no eres una sirena". Ella sonrió al escuchar aquello, y siguió mirándole con esos ojos tan verdes que parecían poderlo todo.
Sus labios se abrieron lentamente para decir algo, pero debió arrepentirse en el último momento, porque no dijo nada. Cerró los ojos, y apoyó su cabeza en el hombro de él, que movió muy despacio su brazo para acomodar su cabeza y abrazarla. En ese momento, como si realmente nada más importase en todo el universo, él tuvo la sensación de que estaba donde debía.

Resonando: The last engineer_Piano Magic

4 comentarios:

Giraluna dijo...

Entonces ya sí que importa la ciudad, la plaza y la canción, que una y otra vez rasga -no necesariamente de forma dolorosa- una parte diferente de tu cuerpo, mientras te acurrucas en el pentagrama y decides anidar allí toda la noche, junto a ella, que también parece sentir que ha encontrado el hombro que llevaba buscando desde hacía tiempo...

Besos de estar de vuelta

Tita dijo...

Esa sensación de saberse en el sitio debido es, quizás, la mejor sensación que he sentido en toda mi vida. A veces, el cómo, los porqués y los quizás importan tan poco que simplemente me rio de ellos.

Besos con el estómago atado

Naty dijo...

No cabe duda, el lugar correcto estaba bajo sus pies (los de él, los de ella :)

Iraultza dijo...

Giraluna: la ciudad como pentagrama, me gusta la idea, saltar de línea en línea, recorriendo curvas en forma de nota, espacios en blanco, melodías y silencios....besos de qué bien que estés de vuelta.

Tita: no puedo añadir nada a tu comentario que lo mejore, porque es preciso como un dardo. That's it. Besos para desatarlo.

Naty: ....y no importa mucho más ;-).