15 marzo 2009

Atrévete un poco menos, valiente...

Asumimos riesgos, cada mañana, cada madrugada inconsistente, cada paso al doblar la esquina de unos ojos que lo bañan todo, y en ocasiones no nos detenemos a medirnos, a medir esos riesgos, a calibrar lo que nos puede recorrer el gaznate durante los siguientes meses si aceptas, tácitamente, dar ese paso que gira aquel edificio tan bonito junto a la plaza que tanto te gusta.
No medimos, sólo avanzamos, sin pensarlo realmente, por eso somos capaces, sentados frente al futuro que quizá podría saber a sal en los labios, de sentir en el fondo de todas las heridas, la necesidad de huir, de marcharse, de largarse rápidamente de allí para no volver a repetir los errores tan manidos por uno mismo.
La noche se endulza a través de palabras, y todo se rellena de eso que uno busca sin saberlo durante cada día, de ese sabor dulce en la punta de la lengua, en las yemas de los dedos, en la garganta que tiñe tu voz de suavidad, en los costados resecos de un tacto que se guarda en lo más profundo de la memoria.
Uno se detiene en mitad de la madrugada, cuando ya ha girado la esquina, cuando ha notado el sabor en los labios de las ganas. Mira el cielo, que se inunda de primavera, y respira dos o tres veces lentamente, en el silencio de las calles, mientras con algo de atención sólo puede escucharse el eco sordo de sus propios pasos, y sabe que esa senda sólo tiene un final anunciado, una herida más, una resaca agria y devorada en mi propio estómago, un anhelo adicional, el borde de una playa escondida donde nunca veranearé, el aeropuerto en el que no sale mi avión por cancelación indefinida, el colchón desnudo donde no dormiré ninguna noche ni remontaré las caderas que abren los días.

Asumimos riesgos, cada día, y sin embargo realmente siempre nos detenemos a medir los mismos, los que no somos capaces de detener a tiempo, los que nos horadan el estómago, los que no debemos rozar pero que no podemos evitar, porque saben tan bien que se nos llena la cabeza de todo eso que miran esos ojos tan enormes que podrían recubrir el aire de lo que quisiesen.

A veces lo valiente es precisamente lo contrario a lo que dice la gente, ser capaz de no entrar en ese aura que puede devorarte con sólo escucharla decir las palabras adecuadas, o simplemente verla sonreír.

Resonando: Tengo muchos vicios_Hablando en plata

3 comentarios:

Tita dijo...

La valentía por no entrar donde quizás nos econtremos a gusto, porque eso sí que da miedo, a veces incluso más que el mismísimo fracaso.

Besos valientes

Tita dijo...

Por cierto, el título de esta entrada es de una canción, ¿no? es que me suena mucho, sí, ya sé que es casi como en Los Amantes del Círculo Polar, pero así mismo como la escribes...me suena...me estoy volviendo loca....¿qué me dices?

Iraultza dijo...

Esa valentía a veces parece lo contrario, pero efectivamente simplemente por temor a no saber salir....Besos atrevidos.

Y si, es una versión "contraria" de una frase de una canción de Quique González..."juégatela un poco valiente...".