22 marzo 2009

De alegrías sin incendios

Se cuela en los oídos esa frase mientras la rutina cotidiana se mezcla en las manos un mediodía cualquiera de día festivo...”crecías como un incendio...de esos que hacen que todo sea más intenso...”, y la frase se queda colgando de los labios toda la tarde, mientras los rayos de sol juegan al escondite con los edificios del centro, mientras esperas unos segundos a que cambie el muñequito de un paso de peatones para llegar hasta la otra acera de la avenida, rodeado de muchas personas que caminan sin prisa por los mismos lugares que unos días antes parecían acolchados de sonrisas en mitad de una noche extraña en que nada llegó a ser lo que parecía ser, pero todo derivaba a lo que iba a ser.
Cuando esa idea que te ronda la cabeza desde hace semanas por fin te llega a los dedos, y corres para anotarla rápidamente en esa pequeña libreta que siempre viaja en el bolsillo interior del abrigo, decides sentarte a saborearla en un escalón que da paso al parque más grande dentro de la ciudad.

Lo primero que sale en forma de sordina mientras mientras la tarde se agosta en medio del mes de marzo, es otra frase más...”mis manos ardían... así que tuve que apagarlas en ti...”. Sonríes, te levantas y caminas lentamente por los senderos que se van abriendo a través de la hierba y los árboles y dejas reposar los ojos sobre un niño muy pequeñito que intenta patear una piedra y su madre, cerca, muy cerca, atenta para que no caiga, sobre una pareja que detiene el mundo entre los labios tan juntos que no cabe el aire, sobre un anciano con una sonrisa pintada en el rostro convertido en mapa mientras se fija en un perrito que olisquea casi cualquier cosa, sobre un pequeño grupo de adolescentes que parecen hiperactivados por algo y no pueden parar de moverse en un radio que no va más allá del área de dominio visual de otro grupo de adolescentes femeninas que parecen no hacer ni caso a los movimientos del grupo masculino, sobre los ojos más tristes de la ciudad que porta la chica más guapa de la misma ciudad y que parece contener todo el peso de la humanidad sobre sus botas...

Mientras esperas de nuevo a que cambie el muñequito del semáforo para cruzar al otro lado y volver a recorrer los mismos pasos de un rato antes, o de varios días, la frase más demoledora revolotea por tu mente, y esta vez no necesitas anotarla para poder recordarla dentro de un rato, cuando la madrugada parezca derrumbarse en tres metros cuadrados de colchones que dejaron de arder...”...incendios de esos que duelen...de esos que cambian la suerte...”.

Resonando: Septiembre no está tan lejos_Nadadora

4 comentarios:

Tita dijo...

Por un momento me he creído en la misma ciudad, escondiéndome de tus observaciones, observándote sacar esa libretita.

Tita dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tita dijo...

Borro por repetitiva.

Iraultza dijo...

No te escondas, nunca es bueno esconderse, porque uno nunca sabe con quién se va a cruzar.....a veces merece mucho la pena...