17 mayo 2009

Sin volverse loco

La torre del reloj manda los ecos de una hora indecente, de esas en que se abren las carnes de la madrugada para encontrar perfiles blancuzcos de amanecer. Y me sorprende, como últimamente pasa a menudo sin pretenderlo, mirando las copas de los árboles que retozan despreocupadas cualquier día en que la brisa decide trasnochar un poco más de lo habitual.

El humo de un cigarro se columpia en ese nudo absurdo que ha alquilado una parte de mi estómago por tiempo indefinido, y las yemas de los dedos vuelven a tareas que no quise volver a tener, recordar el tacto que borre otros tactos en un colchón desconocido donde habita alguien que busca exactamente lo mismo que mis manos, el olvido permanente.

Hay noches en que siempre es más sencillo hacer lo que uno no debe, que asumir el silencio que cabe entre las sábanas donde se ha demostrado que puede vivir un mundo con forma de mujer y maneras de mi propio deseo. Así que la boca ancha de un vaso es la excusa perfecta para soltar la frase adecuada en el momento adecuado, y los ojos de alguien que no sabía nada se incendiaron como los bajos de algunas cortinas en la mente de mi próximo verano, y sólo hubo que pensar seriamente en el camino que costaría recorrer hasta llegar al punto donde hacer lo que no debía hacerse.

La torre del reloj, incansable y certera, vuelve a gemir su llanto en las medias, y en mi mano derecha se debate la tormenta al agarrar con fuerza un teléfono móvil donde caben tres posibilidades antes de darme la vuelta y cerrar la madrugada con un suspiro. Sólo una de esas posibilidades acaba sucumbiendo a mi energía malbaratada un rato antes, después de que alguien en la otra punta de la ciudad, a la que ni siquiera recuerdo ya, me deje una frase que resume todo lo que puede caber en inviernos disfrazados como este. “A veces, la rabia convierte una noche en algo diferente que no se puede explicar sin volverse loco. Te echaré de menos mañana”.

Resonando: Groupies Eléctricas_Quique González

2 comentarios:

Tita dijo...

A veces no sé si vale la pena volverse tan loco, en cualquier caso, lo que vale la pena es volver a leerte.

Besos de buenos días

Iraultza dijo...

Esa locura sólo sabemos si fue adecuada después, cuando ya no hay elección...ah, las elecciones, las decisiones....otro buen tema....en fin, que volverse loco es lo de menos, porque lo valoraremos cuando ya no lo estemos...y a mí también me vale la pena que vuelvas a escribirme.
Besos de media tarde.