12 julio 2009

Un momento sólo...

Será sólo un momento, lo que tarde en darme la vuelta sobre el colchón envenenado, a estas alturas, para el desguace. Será sólo un momento, lo que tarde en desenmarañar mis dedos de aquella batalla de cremalleras rasgándose y susurros. Será sólo un momento, lo que tarde en descontar los calendarios que se fueron acumulando sobre aquellas copas vacías que no escondían nada, ni siquiera mi voz. Será sólo un momento, lo que tarde en desenredarme de las carcajadas y la intuición, para volver a descreer en algún rincón con espasmos violetas, cruzando las ventanas.

Y no llevará más que un momento, un instante que gira formando volutas alrededor de un minuto extraño, el que hizo explotar todo, el que duró lo que duran las cosas que siguen doliendo cuando cambia el tiempo, cuando se caen las banderolas en los pueblos tras las fiestas, al acabar un verano cualquiera, una semana más, otro día sin contar.

Y no llevará más que un instante, un momento que se vuelve a repetir como esos recursos con nombre francés, que dicen que son engaños de la memoria, del cerebro, todo eso que no quedará cuando ese minuto extraño termine de girar en su propia espiral insidiosa, que no se detiene todavía, pero que sólo durará un momento más.

Todo tiene un momento, su instante, su segundo o minuto extraño, su esquina tras la que no se volverá, la estación abandonada, el círculo concéntrico terminado, las avenidas que terminaron de cruzarse, por el lado más peligroso y alejado del paso de cebra, los párrafos aglomerados en el estómago, las palabras que se perdieron en un día de vendaval, y que cruzaron el océano de varios meses para prenderse fuego una tarde cualquiera en que no podía esperarse nada y sin embargo llegó ese minuto extraño que lo cambió todo.

Sólo será un momento, lo justo para terminar de embalar, para terminar de contarse las cosas que uno se tiene que contar, para no volverlas a decir, ni volverse a tomar demasiado en serio nada que pueda durar más allá de lo que hay al borde del colchón y que siempre lo pueden esconder unas caderas del fin del mundo. Será sólo un momento.

Resonando: Reloj de plata_Quique González

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