01 noviembre 2009

Noches más duras


La mayor parte de discos que uno espera con ansia, suelo ponerlos en cuanto llego a casa, con un punto de cierta ansiedad casi infantil, como cuando ibas camino del kiosco a comprar cinco duros de golosinas o de cromos cuando eras un enano, donde casi el propio proceso algo nervioso de tenerlas en la mano, de olerlas, de imaginar cómo sabrían cuando las comieses, era casi tan densamente placentero como el propio hecho. Pero hay algunos, pocos, casi sólo esos de los artistas que por algún motivo asocias a una frase de una película en la cual uno de los protagonistas le decía a otro “no te encapriches de nada que no pudieses dejar a un lado si la poli te estuviese pisando los talones”, esos discos de esos tipos que han sabido pintar con brocha y pincel la mayor parte de las madrugadas más descriptivas de los últimos quince años, esos no pueden escucharse sin más, al menos yo no, no puedes sumarlo al sonido que hace la lavadora de fondo, o distraer tu estómago mientras preparas la cena, porque son discos que sabes que tendrán muchos sabores, que tendrán diferentes cadencias, y una de ellas, tan importante como las demás, es la primera, cuando lo pruebas la primera vez, cuando empieza a escanciarse cada canción entre tus labios, en el borde de tu estómago, cuando escuchas deleitándote las letras, las estrofas que te dejan a las puertas de la madrugada, de la tuya, conducido por él. Y entre esos poquísimos está Quique González, claro. Cada uno de los que adoramos la música que hace, puede perfilar un cuadro exacto y definido de porqué, de cuándo y cómo le hablan las canciones de Quique, de qué le dicen y qué le despiertan. Por eso, para no serme infiel ni siquiera a mí, también esta vez mimé la primera escucha.

Y en esos primeros sabores, la sensación que me dejó es de volver a ver a uno de esos amigos de toda la vida a los que sin preparar nada, cualquier noche perdida en medio de cualquier calendario, y entre más copas de lo confesable y todo el humo del mundo flotando sobre algún salón en mitad de la ciudad, le cuentas y te cuenta lo que ha pasado con su vida en todos estos meses en que no os habéis visto.

Como siempre también, en todos los discos, en el primer paladeo, me enamoro de una canción, siempre e inevitablemente, me engancho a una canción, que luego se sigue quedando conmigo cuando me rozo con las demás, cuando me detengo a escuchar con más atención el resto del disco, pero invariablemente hay alguna canción que por algo, por cómo está dictada al aire, por cómo se anuda con absoluta perfección al hueco de mis rincones más inconfesables o más desnudos, me agarro a ella. En este disco, hay una novela en cada canción, hay una película y una fotografía, hay madrugadas y esquinas vacías, hay susurros y tentaciones en cada canción, hay tacto demorado en la espalda más deseable y despedidas de comienzos de siglo que todavía duelen cuando cambia el tiempo, hay recovecos que no llevan a ningún sitio, y autopistas abiertas al mundo, hay meses enteros de tu propio calendario condensados en tres minutos, y personas que nunca llegaste a conocer, hay sabores que no has paladeado y lugares lejanos, todo está lleno de noches, con lo bueno y lo malo, y admite amaneceres que comen tus ojos al mirar por la ventana

Y esta vez, como siempre, me he quedado buceando incansablemente también en una canción concreta. Porque me hipnotiza, porque esa trompeta tiene tanta melancolía que podría horadar la partida de nacimiento de cualquiera y tiene tanto erotismo que todo arde cuando se deja derretir su sonido, porque podría ser la música de fondo de la noche más salvaje a cuatro manos mientras entre los dos consigues hacer quemar las cortinas de la habitación con orgasmos, o para la madrugada más fría de los últimos siglos donde nunca acabas de encontrarte en ninguno de los rincones del pasillo a oscuras.

Es el sabor de las noches que quedan por vivir, y de todas aquellas que nunca se fueron de tu espalda.

Resonando: Riesgo y Altura_Quique González

2 comentarios:

Mercromina Roja. dijo...

Quique Gozález tiene un don para hacer que la gente se emocione. Hace poco que tengo el disco, solo lo he escuchado un par de veces, pero de momento la cación que más me ha llamado la ateción es precisamente "Riesgo y altura", tiene algo.
Un beso =)

Iraultza dijo...

No puedo ponerle ningún pero a tu comentario, porque lo suscribo al completo. Esa canción se cuela completamente hasta convertirse en lo que quiera, pero te recomiendo muchas más escuchas completas del disco...porque tiene un mundo en cada canción.

Besos.