14 febrero 2008

Sesenta y dos

Era tarde, o al menos lo suficientemente tarde como para tener que levantarme demasiadas pocas horas después, muy pocas, pero tenía ganas de verla, y hay veces que uno no se puede permitir decir que no.

Así que después de unas horas como recogidas deliciosamente con esa confianza natural con que la que en raras ocasiones suceden las cosas con algunas personas, conducía por una carretera muy ancha y muy vacía, extrañamente vacía por lo poco habitual. Y paladeaba un buen saco de sensaciones de los dos últimos meses, exactamente eso, sesenta y dos días.

Hay épocas en que los días se detienen casi hasta el paroxismo, probablemente porque confundimos esa cadencia con el atasco o la inflexión que normalmente tenemos nosotros mismos. Y en cambio hay otras ocasiones en que se agolpan y suceden situaciones más intensas casi sin respiro, de cualquier signo, y transitamos a lo largo de ellas con una solvencia sensorial casi de escuela de negocios.

El coche se deslizaba despacio por esos túneles atestados de quitapuntos en que se está convirtiendo el subsuelo de esta ciudad, y yo disfrutaba de esa manía que tengo de manosear los ratos inmediatamente anteriores cuando me han gustado, como si mi cerebro tuviese la querencia inamovible de pulsar el repeat nada más despedirme y pensaba en esos diez o doce escalones de los últimos sesenta y dos días, en la pacífica serenidad que con los fui subiendo y cómo, muy probablemente, en otro grupo diferente de sesenta y dos días habría rodado escaleras abajo.

Mientras tanto espero que sea un principio de ese modo delicioso de tomar párrafos de dos obras diferentes, mezclarlos, y que al leerlos una vez mezclados suenen igual de bien. Ya sabes a qué me refiero no?

A veces las montañas rusas no tienen raíles y van dando tumbos, y otras viajamos con dirección asistida desde el estómago.

Resonando: Lullaby_The Cure (Y eso que no te he dicho lo que me sugiere este tema).

3 comentarios:

.JL. en los afelios dijo...

Que grandes los cure,
y tu que enorme.

Nenita dijo...

Qué bueno...

Amí también me pasa eso de "manosear" los momentos que me han gustado. Es cierto que siempre ocurren las cosas de forma desorganizada, o nada de nada o todo a la vez, es una de las cosas que no me gusta de esta vida.

Por último, desde luego, espero que sea tu caso, que esta vez en lugar de la montaña rusa sin raíles, viajes con dirección asistida desde el estómago... Great!!

Vuelve pronto a escribir. Besossss

Iraultza dijo...

.jl.: cierto, son muy grandes, aunque el Smith se haya echado a perder, siguen siéndolo. Abrazos.

Nenita: es una querencia que a estas alturas ya no tengo ninguna intención de pretender curarme, la de "manosear" esos instantes previos...y encima me gusta, o sea que menos aún lo intentaré evitar, je. Y sobre el desorden en que ocurren ciertas cosas....pues eso, que uno debería estar preparado siempre para ello, porque raramente las cosas suceden como atacan los malos en las pelis de chinos antiguas, de uno en uno. Y si, esta vez, aunque no sé hasta cuando, voy con dirección asistida, pero gracias por tus palabras. Besos enormes.