11 mayo 2008

Esa lluvia a medias

Esa lluvia, mientras suena sin parar la canción en mi cabeza, me sorprende llegando a casa una tarde cualquiera, desgastado, en uno de esos días imprecisos en que nada parece encajar dentro de uno mismo y sin embargo nada duele, simplemente sucede, y uno, su ánimo, su respiración, parece desacompasada con el mundo, pero no importa. Camino entre la gente y me voy mojando, porque no llevo paraguas, levanto la vista un momento hacia el borde que enarcan los paraguas ajenos y pienso que debo ser el único en toda la ciudad que hoy no se acordó de cogerlo, pero aún así, no importa.

Esquivo una y otra vez a esos rostros algo anodinos que vuelven a casa, o siguen su labor mientras la ciudad se va empapando. Algunos llevan bolsas, otros maletines, ellas bolsos, algunos otros mochilas, carpetas, hay quien no lleva más que la empuñadura de ese paraguas que sí recordó tomar, y a mí me sorprende con las manos en los bolsillos, de una manera inconsciente, como si realmente ese gesto, buscase casi únicamente, abrazarme a mí mismo un poco, pero no importa.

No he apresurado mi marcha, simplemente sigo caminando por las calles, mientras sigue lloviendo y me sigo mojando, de vez en cuando alguna persona con la que me cruzo me mira con gesto de pensar que estoy loco por no apresurar mi marcha, pero se me predibuja una sonrisa en los labios al pensar, no importa, y continúo caminando. Quizá, al fondo, casi de una manera que no quiero percibir, se escucha el tráfico atropelladamente denso de los días lluviosos, pero tampoco importa.

Y mientras me acerco a mi casa, mientras recorro con pulcritud cada uno de esos gestos o sensaciones del día que no han encajado dentro de mí, mientras voy recorriendo los últimos metros antes de alcanzar el portal y mido las consecuencias de la acumulación de todos esos pequeños detalles que no han sabido encontrar su sitio adecuado dentro de mí, pienso que no importa, que apenas restan un par de metros para que introduzca la llave en la cerradura del portal y apriete con cierta desidia el botón del ascensor que iluminará de rojo esa flechita que hay junto a él, y que entraré en el elevador y pulsaré mecánicamente el piso correcto, que saldré empapado y cansado, con ciertos resortes anquilosados de mi interior, y con ganas de un abrazo caliente que llevarme a la boca, pero que abriré la puerta, y me quitaré la ropa empapada, y me daré una ducha cálida que me resarza o simplemente me deje tranquilo, mientras la canción sigue sonando, como sonaba en mi cabeza mientras llovía, mientras me empapaba y recorría uno a uno todos los detalles que no han encajado pero que, como un niño que no acaba de colocar las piezas de madera en sus huecos adecuados, simplemente las deja estar.

Yo también lo hago, he dejado estar todos esos detalles y ahora, mientras el agua caliente deshace el cansancio y llena de vaho el baño, la canción suena ya no sólo en mi cabeza, sino también por toda la casa, y en unos segundos estaré de nuevo bajo el agua, esta vez caliente, de la ducha....y mientras pienso que no importa, seguirá sonando ese estribillo entre el olor algodonoso y el vaho que va decorando con delicia el espejo.

Resonando: I love the rain_Lenny Kravitz

* Tú lo empezaste a crear con tu interpretación deliciosa y esa maravillosa frase del corazón, las heridas y los charcos. La precisión invisible de nuestros ritmos lo hace mejor. Así que gracias.

3 comentarios:

Giraluna dijo...

Todo empezó por la canción, así que gracias a ti por dejarme imaginar dónde me pillaría a mí la lluvia y qué heridas arrastraría hasta los charcos.

Esta vez besos sin resguardarnos, que aunque llueva sin tener paraguas, no importa.

:)

AAN dijo...

Contigo una anodina tarde de lluvia se convierte en literatura en caja alta.

Espero que el frío no te calara los huesos.

Besito

Iraultza dijo...

Giraluna: empate de gracias entonces. Que llueva lo que quiera, charcos, paraguas, ruido, heridas estrellándose en mitad de las aceras, no importa....besos.

Aan: gracias, y afortunadamente, no, no tuve que decir aquello de "...estoy calado...", mantengo la calidez de los huesos. Besos.