07 mayo 2008

Sigo aquí

La copa hace un ruido desleído cuando el vino se resbala dentro. Hasta los vecinos y sus manías coñazo parecen haber desaparecido hoy, como si por una vez hubiesen tenido el leve detalle de dejar que todo el silencio que se escucha ahora, permaneciese así un rato más.

Hubo un tiempo en que me descolocabas casi cada día, o a cada hora para ser más precisos de lo que pretendo. Yo me bamboleaba cada nueve minutos, a tu paso, a tus gestos, a tus frases escuetas, a tus reacciones. Iba de un lado al otro de mi barco. Si, no pretendo utilizar el posesivo en un ataque furibundo de ego, ya sabes que se jubiló muchos años antes de que ni siquiera llegásemos a intuirnos, sino que utilizo esa expresión como contraposición descarada, o como resumen, era mi barco, porque no había nadie más allí.

Pues eso, que por entonces rodaba por cubierta cada tres por tres, cuando me llamabas a cada rato para sujetarte inmensurablemente y con descaro, cuando huías entre medias, cuando callabas lo que se te podía leer en los ojos, cuando me perdía y no me encontrabas. Y a cada minuto yo rebotaba contra un lado, y al segundo siguiente salía despedido hacia el contrario, y vuelta a empezar, casi literalmente, porque durante mucho tiempo era como si no aprendiese, porque me desorientabas y podía pasar días enteros contando con los dedos las campanas de Gauss que formaban tus caderas en el aire al que provocabas orgasmos al caminar.

He abierto la botella de vino que acabo de comprar en esa tienda tan chula del centro. Lo he dejado respirando mientras ponía a descansar la corbata en ese esqueleto rechoncho del rincón, y me he lavado la cara y las manos para volver a oler ese perfume extraño que se ha quedado agarrado entre mis dedos.

He encendido ese fantástico aparatito que renové al otro lado del Atlántico y que parece adivinar, en ocasiones, lo que mejor le puede convenir a según qué noches.

He hecho resbalar el vino sobre una de esas copas que conseguí un mediodía tonto mientras un amigo y yo debutábamos en unos menesteres de los que seguimos riéndonos hoy.

He dejado esos documentos densos, que debía estar repasando ahora, sobre la mesa. He apagado las luces y he subido el volumen de la música para salir a la terraza.

Quizá todo aquello fue porque el que estaba desubicado era yo, tú no hiciste nada, al menos nada diferente, sólo estar, y yo nunca sabía leer lo que me decías con la mirada.

Porque hoy ni siquiera he notado ni una leve escoración, ni un tambaleo, ni un traspiés dubitativo o una punzada pedigüeña. Hoy no, hoy simplemente te he escuchado, sin parar, te he sonreído, me has tocado el brazo descuidadamente doce veces, me has seguido contando y un rato después me has llamado tres veces seguidas. Y yo, sigo aquí.

Será que esta vez sabía lo que ibas a decirme unas décimas antes de que saliera por tu boca. Ya lo había leído en tus ojos.

Resonando: La canción justa de ese grupo que siempre aparece cuando debe.
*Fotografía de Paul Souders

6 comentarios:

vega dijo...

Me encanta la foto, y este post me recuerda hace un año, cuando aterricé aquí haciendo clic-clic.
Mírame, me he quedado!! Yo tb sigo aquí...

Besos tintos (como el vino)

Anónimo dijo...

A veces, muchas, demasiadas, más de lo que a mí me gustaría... me recuerdas a mi ex, bueno no a él, a la situación. Digamos que yo estaría en el otro lado.

Un besazo rey

Iraultza dijo...

Vega: y qué maravilla que tú sigas también aquí, y me gusta saberlo (este post se originó mucho antes que hace un año, aunque lo escribiese ayer o de una forma curiosa se cerrara ayer...bueno, divago). Besos con burbujas (como otro vino).

Penélope: muchas, demasiadas, más de las que quisieras...no me deja en un lugar muy "apetecible" para seguir leyendo no? Menos mal que lo salvas, y sigues, tú también, aquí, y aunque sea en el otro lado (no, mejor prefiero pensar que no estás "en el otro lado" porque ese lado no me gustó). Besos a borbotones reina.

AAN dijo...

Me alegro de que el barco haya dejado de tambalearse, aunque a cambio tengas que estar solo en la superficie. Bueno, con ella también lo estabas, es cierto. Y si ella de repente quisiera subir a bordo (porque acariciarte sin querer doce veces son muchas veces), ¿qué harías?

Elena -sin h- dijo...

Y estoy segura de que lo habías leído mucho antes de que fueses capaz de comprenderlo.

Iraultza dijo...

Aan: dices bien, no ha sido un cambio muy grande a bordo...si fueron muchas veces, si, pero como dice Sartre, si estamos dispuestos a asumir las consecuencias de nuestros actos, no debiera preocuparnos nada.

Elena: puede ser, puede ser, pero en eso acabamos llegando al punto habitual de leer antes pero no querer entenderlo....un bucle, si. Je.