30 julio 2008

Un reloj de arena

En las esquinas de un acantilado, en una madrugada muy larga, tanto que mostraba ya los tonos violetas del mar delante suya, sacó de su bolsillo ese reloj de arena que había hecho con sus propias manos unos cuantos días antes, al llegar a aquel pueblo.
Lo miró lentamente, sonriendo al volver a acordarse de porqué, nada más llegar a ese pueblo blanco rodeado de piedras negras, quiso construirlo.

Recordó aquel ombligo, el suave tacto acaramelado que le ofreció aquella noche demasiado lejana ya, y cómo, entre los dos, habían ido rompiendo las fronteras invisibles, creando mapas nuevos que sólo se podían recorrer con palabras que les pertenecían a los dos, a ella por su forma de reírse siempre, a él, por seguir creyendo que no todo estaba perdido, que todavía quedaban puzzles cuyas piezas encajaban solas.

Apoyó el reloj a su lado, mientras el cristal seguía dejando pasar la luz extremadamente tenue, y los granos caían despacio de la parte superior a la inferior. Se sentó sobre una pequeña piedra, y volvió a mirar al horizonte, encharcándose los ojos de toda aquella agua que le rodeaba. A su derecha, si alargaba un poco el cuello, podía ver las esquirlas brillantes que cada doce segundos marcaban la respiración de ese faro pintado de blanco y azul. A su izquierda, bajo la colina sobre la que en ese momento estaba, se adivinaba, entre la oscuridad que empezaba a deshacerse, las pocas casas del pueblo al que llegó por casualidad buscando un sitio perdido donde pudiese seguir purgando su cerebro de esa cantidad ingente de malos entendidos y caos acumulado durante demasiados meses consecutivos.

El sonido de las olas rompiendo con diligencia y cuidado sobre la orilla, las huellas en la arena que quedaban sólo, escasamente, unos minutos hasta que el agua las deshacía, el sordo rumor del mar aquella tarde durante aquella excursión en esa barca roja con nombre de sueños, el sonido de aquellos ingredientes cocinándose muy despacio en los fogones de esa casa donde había pasado esos días y toda la tarde por delante sin planes concretos que empañasen las charlas eternas que se prolongaban más allá del día siguiente y ese grupo perfectamente identificado de recuerdos asomando a cada poco rato a sus labios mientras compartía cualquier charla en una cena lenta con unos amigos.

Miró de nuevo el reloj de arena, que como había previsto, terminaba su vuelta justo en ese momento. No quedaba ni un grano más sobre la burbuja superior. En ese momento toda la arena estaba abajo, en la parte inferior, esperando, tranquila y sosegada. Volvió a sonreír pensando que uno no puede empeñarse en construir estructuras que no llevan a ningún sitio, complejas, con mil elementos y funcionalidades, con diversos engranajes y ruedas dentadas que hacen girar otras ruedas....es un empeño vano y sin final. A veces, de la manera más inesperada y acogedora, te cruzas con quien debes, y todo encaja, mecanismos sencillos que funcionan a la perfección, mundos exclusivos donde sólo caben dos, pero parecen la humanidad entera. En ocasiones los olvidamos en un cajón por necesidad, pero con el tiempo suficiente, muchos meses, y varias estaciones, sonreímos al comprobar lo sencillo que puede llegar a resultar encontrarse en el punto exacto donde todo empieza.

Recogió con cuidado el reloj de arena y lo sostuvo horizontal en su mano derecha, lo conservaría por si alguna vez podía regalárselo a quien lo había inspirado. Se puso en pie y caminó despacio por aquella senda empedrada que le devolvía al pueblo. Al llegar a la puerta de aquella casa, sus amigos ya habían recogido todo y lo habían guardado en el coche. No le dijeron nada, sólo le miraron con otra sonrisa en sus labios y uno de ellos le preguntó, "¿volvemos?".
Abrió la puerta del coche, respiró hondo mirando desde lejos de nuevo el viejo faro en la punta oeste de aquel punto del mapa y arqueó su sonrisa al reconocer en la memoria de su olfato el olor aquel que tiene guardado entre los dedos. "Si, ahora podemos volver".

Resonando: Paris sunrise #7_Ben Harper

9 comentarios:

adictaacruzarenrojo dijo...

Los faros
los doces
las luces
los relojes
un beso en la frente
un para o hasta siempre
el blanco del blanco de un pueblo
el viento a favor
en contra la boca del puerto
las ecuaciones infinitas
los dos mas dos
las dobles filas
los bikinis rojos
los ojos clavados
las caras de dados
la voz de tu estómago
la sonrisa en la manga del mago
y Ben Harper al fondo
de algún que otro camino raro...

Besos rojos (de faro rojo capturado a la primera foto)

Princess Valium dijo...

Algo tan sencillo como el mecanismo de un reloj de arena, nos hace recordar que la vida en realidad se basa en las cosas más simples y sencillas. Complicarnos y convertirlo todo en un problema, en algo parecido a un cubo de Rubik es culpa nuestra. Estos días pausados y silenciosos deberían recordarnos que lo más básico depende de nosotros. Vivir y disfrutar.

Felices vacaciones....Un besito

Iraultza dijo...

Los rojos,
las corbatas,
las calles,
los antojos,
un adiós que es hasta luego,
unos labios en tu pecho
un quizá chocando con el techo,
un déjà vu, un si me quedo.
Un caso junto al río,
un doble lazo, un hueco y un pijama,
la mitad de lo que era, el doble lo que fui,
un cortado y una cama, todas las efes que quepan aquí.
Siempre es mejor unos labios tristes, que cien aviones despegando......

Besos con galletita de la suerte.

Iraultza dijo...

Construir un reloj de arena lleva poco tiempo, saber porqué, suele llevar bastante más, para al final, llegar casi siempre a la misma conclusión, hay cosas que encajan sin más, y otras nunca lo harán, y además, se ve desde el principio. Disfruta muchísimo de tus vacaciones, tus silencios, tu playa, tu nena...todo. Besos enormes.

Nenita dijo...

"Volvió a sonreír pensando que uno no puede empeñarse en construir estructuras que no llevan a ningún sitio (...)....es un empeño vano y sin final. A veces, de la manera más inesperada y acogedora, te cruzas con quien debes, y todo encaja(...) En ocasiones los olvidamos en un cajón por necesidad, pero con el tiempo suficiente, muchos meses, y varias estaciones, sonreímos al comprobar lo sencillo que puede llegar a resultar encontrarse en el punto exacto donde todo empieza."

Es curioso cómo a veces una admiración profunda o un afecto sincero llamando a las puertas no bastan. Y un deseo irrefrenable, con mucha menos razón, pues es terriblemente poco. Aquello que podría, o incluso ES, se queda en el aire porque no "es" en la manera en que debiera, sabe Dios cuál, aunque "ser" sea de sobra o al menos pudiera serlo. Esta tarde, sentada en la cocina y con la mente en otra parte, pensaba en lo que significa una mirada cuando el puzzle ya está hecho. Y, es cierto, es algo que sólo se descubre de vuelta. Y aunque la arena nunca deje de caer mientras algunos que otros afectos nos encharcan los ojos, no hay nada como empezar de cero con la persona acertada.

Creo que me construiré mi propio reloj de arena, y lo dejaré en horizontal. Un beso fuerte.

Me encantó este relato. Es genial. Felicidades.

P.d : Los versos-haiku de los comentarios geniales.

Tita dijo...

Mi reloj de arena se da la vuelta de golpe cuando me sorprenden miedos pasados, o no tan pasados, aunque parezca ya una eternidad. Lo placentero está en el disfrute de sentir que la arena cae en forma de amaneceres, sol atlántico, atardeceres y cariño del de siempre, estoy aprendiendo a darle la vuelta con cuidado al reloj.

Besos salados desde un par de miles de km

Iraultza dijo...

Nenita: tienes toda la razón del mundo, a veces tardamos más en darnos cuenta, otras arrinconamos la idea un tiempo para poder masticarla con tranquilidad, y otras no nos conviene entenderlo en un momento determinado y somos tan torpes que esperamos para darnos cuenta, pero normalmente, tarde o temprano, acabamos dándonos cuenta de que las piezas ásicas encajan a la primera, o no lo hacen nunca. Ya me contarás qué tal ese reloj artesano. Besos enormes.

Tita: me gusta saber que vas dando la vuelta al reloj poco a poco, para que la arena caiga con suavidad, lentamente, a su ritmo. Besos añorantes de ese sabor salado.

AAN dijo...

La palabra que más me gusta en inglés es faro (lighthouse). Se lo comentaba el otro día a Pau, un nuevo amigo, y me dijo: "¿Casa de luz?". Y yo le contesté, algo contrariada por su simplicidad: "Sí, bueno, pero también es la luz que te lleva a casa, ¿no crees? Es la salvación de los marineros, la luz que les lleva a sus hogares". Y Pau me miro y no dijo nada.

Beso

Iraultza dijo...

Un faro es la luz que nos aclara muchas noches, una guía, un modo de saber dónde está la tierra aunque vayamos navegando sin destino aparente, un mundo de luz que da una breve tregua cada doce segundos, el motor de muchas historias que no caben aquí, un recuerdo o una idea de mañana, los planes, las huídas, el descanso, la tranquilidad, el tesoro en una cala, un faro es una metáfora entre los dedos...así que me gusta tu interpretación, si, porque un faro puede ser muchas cosas pequeñas, y algunas más muy grandes. Besos con luz.