03 agosto 2008

El epicentro de tu respiración


Los escalones empedrados dejaban aquel sitio arriba del todo, casi a la mitad de la ladera de aquella pequeña montaña, y llevaban el sonido de tus tacones hasta el borde, casi, de la playa. Resonaron como las campanas anunciando la llegada de tus ojos, cadenciosos, mientras yo salía por la puerta de aquel local buscando el vaivén de tu falda.

Tus rodillas bronceadas daban paso, según en qué sentido mirase uno, a tus pantorrillas deliciosas, o a las tentaciones que ocultaban tus muslos, moviéndose sin descaro aparente al son que marcaban tus pasos, en busca de no se sabe qué.

Al comenzar a bajar aquellos escalones, en mis retinas se quedaron clavadas como ruta de destino tus caderas, así que sólo tenía que ir obedeciendo al gps de mis deseos, que me iba guiando sin dudar hacia el universo húmedo que abarcaban tus labios.

Te detuviste junto al muro de piedra que daba entrada a los siguientes escalones que te hubiesen dejado al borde de la arena. Preferiste esperar a que mis pasos se juntasen con los tuyos, aunque en ese momento ni siquiera te diste la vuelta, supongo que ya sabías que yo iba detrás de ti, lo sabías desde el momento en que las burbujas de aquel refresco que endulzaba milagrosamente lo que realmente se escondía dentro de tu copa, habían conseguido susurrarme al oído tu mejor titular, "el camino hacia mis sábanas comienza tras mis pasos, y nunca se sabe dónde acaba". Giré mi cabeza y vi tus ojos clavados en mis labios y tu sonrisa dentro de mis ganas. Miré al fondo del local unos segundos y volví a mirarte directamente al centro de tus miedos, "el camino hacia tus sábanas es un laberinto que sólo recorren los osados que han olvidado que el tiempo acaba y empieza justo donde llega tu lengua". Sonó tu carcajada alrededor de mi cuello y mi estómago supo que estaba asistiendo a un movimiento devastador que podía medirse en la escala de Richter cuando tu respiración rozó mi piel. "Las campanas de este lugar están a punto de sonar, y no quiero verme envuelta en un mal truco de cuento infantil...vas a seguir midiendo el tiempo...¿o no eres tan osado?". Te giraste y saliste de aquel lugar, caminando como si la tierra se fuese a hundir justo siete segundos después de que tú pasases sobre ella.

Al borde de aquel muro esperaste unos segundos más, sabiendo de antemano que yo bajaba aquellos primeros escalones midiendo la distancia que me separaban de tu boca. Cuando apenas me restaban diez metros para alcanzarte, volviste a reanudar tu marcha, y de repente, sin detenerte, te diste la vuelta y caminaste unos metros hacia atrás, mirándome de lejos, sonriendo, "¿tanto te seducen mis sábanas que has decidido dejar de medir el tiempo?", y de nuevo tu carcajada se enroscó como una serpiente alrededor de mi cuello, produciéndome escalofríos que se colaban por entre la tela de mi ropa.

Las gotas de agua resbalaban por tu piel un rato después, el sonido de nuestras respiraciones seguían formando volutas entre las sábanas cuando acerqué mis labios a tus oídos mientras mis manos acaparaban el epicentro de tus caderas...."nunca mido el tiempo, pero ahora quiero ver hasta dónde es capaz de llegar tu lengua para ver los límites que pueden tener los relojes o los calendarios".

Resonando: All this night_Ralf Gum

3 comentarios:

Nenita dijo...

He visualuzado toda la escena, me ha encantado. No sé si los demás lectores también, pero yo he podido sentir, quizás recordar, la magnitud del deseo del protagonista. La chica sabía jugar sus cartas, no cabe duda, aunque seguramente el destino ayudara un poco.

Perfectamente hilada la historia alrededor de ese fantástico tema que es el tiempo.

Genial.

Besosssss

AAN dijo...

Sí, yo también, Nenita. Qué pena no ser ella, tener esa seguridad hipnotizante y ese modo de andar tan atractivo... Tengo que ponerme más veces mis zapatitos de tacón rojos.

Beso. Sensacional, como siempre, pequeño. Qué bueno volver a leerte.

Iraultza dijo...

Nenita: me encanta saber que has podido visualizar la escena...es una maravillosa noticia que puedas visualizar, sentir, la magnitud del deseo..tuyo, mío, suyo...da igual. Besos de magnitud.

Aan: idem, por haberlo visualizado también. Haz sonar el eco del deseo con tus tacones, claro que sí...besos desde aquí.