12 octubre 2008

Una lluvia como otra cualquiera

Había escrito otra cosa para hoy, una paranoia algo extraña sobre la crisis financiera y la nueva vuelta de tuerca que eso le ha dado a la famosa teoría de los seis grados de separación que convierte en íntimos a un agricultor canoso de sesenta años que vive en Dakota del Sur y a un amigo mío muy aficionado a los documentales, y en especial a uno en concreto, o de cómo las hipotecas subprime servirían perfectamente para rescribir el guión de "Babel".

Pero cuando se suceden las casualidades, que a veces no lo son, y otras las pintamos de tal, empiezan a mezclarse días consecutivos con guiños curiosos que parecen llegar siempre en punto, como un guión bien afinado en el que cada cabo suelto fuese encajando perfectamente a medida que pasan las páginas una a una y te diese tiempo a sonreír irónicamente mientras ves cómo ese cabo acaba atándose con el siguiente modo de pararse delante de una escultura junto al Jardín Botánico o de rasgar un sobre de azúcar sobre una taza de te.

La invitada favorita a una fiesta que no parece que vaya a celebrarse escuchaba una banda sonora que no cuadraba con sus presupuestos mientras la lluvia maceraba mis ganas encubiertas en los bolsillos y los charcos que se formaban bajo las marquesinas emitían constantemente el mismo vídeo en dos personas a la vez, que casualmente, acababan confesándoselo en mitad de una madrugada donde otra lluvia destemplaba el cuerpo de alguien a quien unas horas antes había buscado por entre la gente en mitad de algunas calles de Madrid y no había conseguido encontrar, mientras que a cambio, al otro extremo de mi hilo favorito, una amiga reciente del tipo de las mallas verdes volvía a demostrarme lo fácil que resultan a veces las cosas, cuando la casualidad estrena vestido nuevo.

Y todo, incluido este texto sin oficio, habría sido diferente, si en un momento concreto de esa sucesión bizarra de días, ella no me hubiese preguntado mi nombre en la misma frase en que ya lo estaba pronunciando, y dejar en suspenso la madrugada siguiente en que una lluvia como otra cualquiera buscaba mis sábanas para que algún cuerpo concreto pudiese olvidar que se había destemplado sin quererlo, y yo olvidase mi dirección y me acurrucase en una acera de Gran Vía esperando que el incendio me diese una alegría, o su segunda pregunta.

Resonando: Black Swan_Thom Yorke

4 comentarios:

antonio teruel dijo...

aquí también llovió

Tita dijo...

Hoy me dejas sin palabras y pensativa.

.....

Giraluna dijo...

Hoy es un buen dia para prepararte un te y que me hablas del agricultor de Dakota, de tu amigo y los documentales, de los incendios en Gran Via y de las primeras preguntas. Date prisa, que las burbujas en la tetera ya estan sonando... El hombre de las mallas verdes tambien viene :)

Iraultza dijo...

Antonio Teruel: gracias por llegar hasta aquí.

Tita: y eso es bueno?

Giraluna: quizá haya que preparar una segunda tetera, porque puedo enrollarme mucho con lo de Dakota, los documentales y rescribir un guión...y especialmente con los incendios que producen alegrías y las preguntas que tienen secuencia ordinal....quizá aburra al hombre de las mallas verdes, ;-).