06 marzo 2007

Su nombre es como el color de su bikini

Finalmente tuve que decírselo. No me quedó más remedio. Preguntaban constantemente que dónde pasaba aquellos fines de semana, porqué no contestaba al móvil en noches puntuales, donde tenía la cabeza mientras fumábamos un cigarro sentados en cualquier banco de El Retiro, o en qué pensaba mientras esperaba para cruzar en un paso de peatones en Gran Vía.

No pude mantenerla en secreto, sólo para mí, mucho más tiempo, aunque supiese tan bien tenerla sólo para mí, rozando nuestra piel uno contra otro, durante horas, enrollados en sábanas de seda en aquella casa perdida en la montaña, o aquella otra en la cumbre de un acantilado frente al mar. Cuando aquella noche me preguntaron, contesté, 'Su nombre es como el color de su bikini. Alguien que la observara detenidamente incluso podría decir que también es el color de su sonrisa y el olor de su piel, aunque no le dejaría averiguarlo, ese olor lo comparte conmigo'.

Me miraron extrañados, dejando reposar sobre mi rostro una especie de indulgencia, como la que otorga alguien acostumbrado a escuchar teorías absurdas, demasiada imaginación.

Lo que no sabían entonces es que en ese momento yo hablaba en serio, quizá más que nunca hasta entonces, y era mi forma de presentarla, de descubrir el velo de su invisibilidad hasta ese momento, de presentarla a mis amigos, era lo que quise decir, ella se llamaba Azul.

Resonando: Días azules_Iván Ferreiro

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