09 febrero 2008

Una voz tranquila

A veces es suficiente con abrir las puertas del armario, sentarte sobre la cama y mirar hacia adelante. Cuando el momento seleccionado es el adecuado, no se ven perchas, estantes, camisetas o corbatas, sino la verdad desnuda sobre uno mismo, la verdad de ese momento, de esa semana, del último mes y probablemente de los dos años últimos. Porque aparecen de manera nítida los modos extraños, los intermitentes que no debiste poner, las frases que se descuelgan de los labios como por inercia y se quedan rebotando un rato entre los pies, las caricias anestesiadas que hacen hueco bajo el edredón y todas esas metafóricas líneas negras de mayor o menor grosor que acaban conformando esa especie de código de barras frío, neutral y escondido en que se ha convertido tu mundo favorito.

Luego viene una llamada telefónica a destiempo pidiendo escuchar una voz tranquila al otro lado y un río de cosas y detalles que debieron contarse antes, mucho antes, porque no hay nadie inmutable, con la serenidad siempre en los bolsillos y la voz tranquila para decir lo adecuado en el momento preciso, por mucho que fuese el capricho de ella desde el otro lado del teléfono.

Todo tiene un momento para ser contado, todo tiene un espacio para ser compartido, y ese momento, en ocasiones, puede durar mucho tiempo, tanto que si no se presta la adecuada atención, puede parecer infinito. Pero no hay nada inmutable, ni siquiera aunque lo parezca cada mañana en mitad de ese café y ese cigarrillo.

Quizá, por eso, encontraste una voz tranquila al otro lado del teléfono, precisamente lo que buscabas, pero no te supo decir lo preciso en el momento adecuado.
Porque a veces, al abrir el armario, sólo encuentras perchas, camisas y trajes, y no hay nada más, quizá lo hubo y lo esperabas seguir encontrando, o simplemente has caído recientemente en la cuenta de lo que podías encontrar al otro lado de ese teléfono, por eso la voz tranquila no te ha dicho lo que querías, exclusivamente por eso.

Porque a veces es suficiente con no engañarse a uno mismo, sólo contarse la verdad.

Resonando: Don't give up_Whitest Boy Alive

4 comentarios:

Nenita dijo...

Qué post más cierto iraultza, que lleno de realidades...

Cómo no asumir que no hay nada inmutable, como tú bien dices, aunque lo parezca... Las llamadas a destiempo suelen ser inoportunas e incómodas, hirientes y provocadoras, al menos yo las detesto. Si todos hicieramos las cosas oportunas en el momento adecuado... qué utopía, eh!, pero al menos no nos enfrentaríamos a ese panorama desolador de voces ya dormidas y sueños aletargados que dan paso a aplastantes realidades en el fondo de un armario como en la ducha del baño o en el sofá del salón... Y nada más sencillo y complicado a la vez, que no engañarnos.... pero de nada sirven los juegos de niños a estas alturas de la película.

Besos. Me encantan tus escritos.

Elena -sin h- dijo...

Puede que así debería ser siempre pero es más sencillo dejar la verdad en el altillo y seguir vistiendo de invierno. Con el cambio de tiempo, atacan las polillas y desnudamos la piel, la verdad acecha y terminamos por acunarla al sol de otra estación.

Giraluna dijo...

Ocurre a veces que lees un texto de alguien y crees que está hablando para ti, que te cuenta lo que necesitas oir (leer) o lo que tú no te atreves a decirte a ti mismo. Quizá sea una tontería, pero bueno, éste ha sido uno de esos textos, como si este fin de semana te hubieras plantado frente a mi armario y hubieras visto las camisetas y los pantalones desordenados, las frases colgadas de las perchas, el "momento adecuado", y las llamadas telefónicas... Y entonces la pantalla del ordenador, en tu 'duermevela', se volvió un espejo de tonos azules que me devolvía mi imagen y esa última frase tan cierta (en forma de consejo o como advertencia).

Iraultza dijo...

Nenita: es verdad, es ventajista pensarlo después, claro, porque después siempre es más fácil, porque después siempre hay tiempo para verlo todo desde la perspectiva adecuada....aunque es de reconocer el talento de ciertas personas para hacer lo oportuno en el momento más inadecuado...y aunque a veces sea después cuando lo pensemos, quizá valga con que una vez lo pensemos cuando debe. Besos.

Elena-sin h- (llevas tres ya, jajajaja): cierto, tendemos a tomar el camino fácil, pero ya ves, siempre suelo tener esa manía, la de escoger lo complicado...cuando se tuerce el verano o se apaga el invierno, cuando se enrosca la tarde en mitad de una copa o cuando se vacían los armarios...

Giraluna: es de esas casualidades que sorprenden en ocasiones, como si alguien hubiese telegrafiado lo que se ha pasado por tu cabeza o por tu estómago diez minutos, dos días o un otoño y medio antes....y tiene su gracia (aunque no lo parezca a priori verdad?). Y sorprende positivamente cuando sucede, como si yo fuese capaz de describir tu armario y tú el mío, o haciendo bucle....