19 octubre 2008

Tres

Como un íntimo diálogo transparente entre mucha gente más, que no acaba de ver el juego de malabares que hacen tus manos cuando se acarician levemente el borde del cuello mientras te apoyas unos segundos en esa barra para pedir algo que aclare tu garganta.

La mesa está esperando para que nos sentemos a jugar y se empiecen a repartir las cartas. Me das la señal a través de un par de guiños que dan la vuelta al mundo por el ciberespacio para llegar a mis manos que están a solo veintiún tantos de tus caderas.

A medida que se reduce la audiencia, la partida avanza imparable hacia ese duelo sordo en que mientras se mezclaban cien conversaciones con el humo y los cubitos de hielo, medían nuestras pupilas a intervalos estocásticamente acompasados. Una voz ronca se escapa por los altavoces de ese lugar, y muchas frases rítmicas que parecen guiar mis ojos al borde de tus labios mientras desabrochas un botón más de tu camisa, en el afán de que la próxima carta de mazo que te voy a levantar sea una figura.

Y esos minutos siguientes de tensión donde parece no pasar nada pero sólo queda una carta por levantar, mientras te balanceas al ritmo de la música y la falda roza tus caderas como si ya supieses qué juego tengo, incluso antes de levantar mis cartas, dejándonos junto a varios personajes secundarios, un ritmo que nos acerca demasiado como para no apostar, y las llaves de tu coche en tu mano. Susurras ese estribillo en mi oído y una frase sencilla vuelve a dar la vuelta al mundo en breves segundos para llegar a tus manos ordenada y bien encapsulada para que puedas leerla en tu teléfono y veas las cartas que llevo.

Te despides de todo el mundo dejando en suspenso mi sonrisa irónica, mientras te alejas, puedo ver tu espalda, caminando, y tus manos escriben un número impar que me llega a mí y que no acabo de entender, por eso es mejor ver al fondo de la calle cómo se encienden los faros de tu coche e iluminan la acera al mismo tiempo que la pantalla de mi móvil con tu frase que explica el número impar.

Los botones de mi camisa que todavía están abrochados.

Resonando: Go getta_Young Jeezy

3 comentarios:

Tita dijo...

El teléfono se puede convertir en un buen arma para amar, sólo hace falta dar libre albedrío a los dedos.

El silencio y los pensamientos son muy buenos, o muy malos, según se mire, y yo te leo muy bien.

besos de buenos días

Sweetcide dijo...

me lo he leido dos veces, la segunda para disfrutarlo :)

saludos

Iraultza dijo...

Tita: gracias por leerme muy bien, eso será mérito tuyo sin duda, una buena mirada...you know, y si, en estos momentos de lejanías que parecen aquí al lado y viceversa, el teléfono es un hilo denso que une o aleja...según se mire también. Besos de buenas noches.

Sweet: debo interpretar que en la primera no lo disfrutaste? ;-) Gracias por volver, y por disfrutarlo en la segunda o en la enésima.