22 julio 2007

Sin querer

Salgo a esas calles empedradas que me recuerdan a finales de un verano disfrazado de invierno en que nos refugiamos en una estación que parecía abandonada y te dejé mi camisa para que no tuvieses frío, y de la frase aquella que te dije, que ahora me viene a la cabeza, y que era tan cutre que supongo que ya tenías pensado acabar la noche conmigo, porque si no no hubiese sido posible.

No se escucha nada, como cualquier mediodía de verano, las calles están desiertas, y sólo, de vez en cuando, se ve a un niño en bicicleta, pedaleando despacio mientras sostiene una mochila, despacio porque llegará demasiado temprano a la piscina, quizá porque en su casa comen pronto y él arda en deseos de llegar cuanto antes a la piscina, aunque falte un rato para que comiencen a llegar los demás.

Giro en la esquina de la plaza, justo en el mismo sitio donde aquella noche, antes de la hora de cenar, te vi girar a ti, aunque en sentido contrario y supe que te deseaba más de lo que quería creer. Subías hacia tu casa, a cenar, a ducharte y a ponerte aquellos vaqueros tan increibles que luego llevabas cuando yo metía las manos en tus bolsillos con esas ganas que tardaron tanto en quedarse dormidas.

Recorro unas cuantas casas que me recuerdan a otras noches, aunque no estabas tú, o sí, pero parecías demasiado lejana, y cuando llevo un rato caminando me doy cuenta de que no sé a dónde voy, que salí de casa para comprar no sé qué, y ahora no lo recuerdo, así que me doy la vuelta y bajo por esa calle que bajamos aquella noche, abrazados como si nos diese miedo que el otro se fuese, comiéndonos a besos cada tres pasos, aunque yo no habría elegido ningún otro sitio donde estar en ese momento, y mucho después.

Algunas casas han cambiado, probablemente como has cambiado tú, y como he cambiado yo, y algunas otras siguen estando igual, aunque más viejas, y me detengo en la esquina en que nos detuvimos a darnos siete besos seguidos que parecieron uno, y saco el mp3 del bolsillo para escuchar esa canción que yo te tarareaba aunque no estaba compuesta todavía, y subo tanto el volumen que sólo escucho la canción para que vaya conmigo hasta donde nos sentamos, detrás de aquella casa de adobe a medio derruir que tenía un banco ajado en un lateral. Y tardo unos segundos en girar la esquina, porque me da miedo que no esté ese banco, porque me da miedo que nos lo hayan robado, la nieve, la lluvia, el tiempo y la distancia, como nos robaron otras tantas cosas.

No consigo verme desde fuera, pero puedo asegurar que brilla mi cara al sonreir cuando lo veo allí, algo desvencijado, como estaba aquella noche, pero que a mí me pareció un gran sofá en el que me recosté contigo. Apago la música y me siento, con el sol dándome en la cara, cierro los ojos y no se escucha nada, y pienso que nos dejaron a medias, que quizá por eso cada poco me acuerdo de ti, que las cosas han cambiado tanto que hoy iría a por ti sin dudarlo, aunque no me esperases.

No sé cuánto tiempo me quedo allí, hasta que no me queda aire ni centímetro de ti por recorrer con el recuerdo, y luego vuelvo, por la calle de tu casa, con esa cuesta infernal que subimos como si flotásemos, y frente a tu casa me quedo varado, un minuto, mirando la puerta donde me paraba pocas veces, para que no me viera tu padre, y vuelvo a sonreir, pensando dónde estarás y si te acordarás de mí como yo me acuerdo de ti (como dice esa otra canción que te escribía a veces).

Si, a veces me pasa, porque yo me quedé como esos jugadores que a los diez minutos de partido se lesionan y no vuelven a jugar en todo el campeonato, por eso a veces me acuerdo de ti y espero que sigas cantando las canciones de niños tan bien como entonces, y te brillen los ojos como te brillaban todos los días y noches que te vi, que hasta los gatitos nos perseguían para ponerse en nuestro regazo.

Resonando: Alhajita_Quique González

10 comentarios:

adictaacruzarenrojo dijo...

Yo no puedo hacer ese ejercicio, no es bueno para mi salud, a mi no se me escapan sonrisas cuando paseo y recuerdo, por eso no paseo, ni recuerdo...
Muy bonito, con aires meláncólicos, tristes...pero precioso...

un beso rojo
PD: me encanta alhajita...

Princess Valium dijo...

Qué preciosidad! Palabras llenas de ternura y mimados recuerdos, que nos regalas y nos hacen pensar y también recordar con una sonrisa. Gracias.
Un beso

RETRATOS DE ROBERTO ALAMO dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
RETRATOS DE ROBERTO ALAMO dijo...

Hace poco volví a EL ÁLAMO, el pueblo donde veraneé todos mis años de infancia y adolescencia (17 años consecutivos) y donde encontré el amor por primera vez (tardaría bastante tiempo en comprender que el amor no se encuentra fuera, porque está dentro de uno mismo). Bien, como te decía, regresé a El Álamo a visitar a mis tíos y de paso me dí una vuelta en moto por todos los rincones del pueblo en los que alguna vez (como buen ladrón que soy) robé besos o me robaron el alma, o me partieron la cara, o le canté una canción. Allá por el verano de 1982, en el margen derecho de "la cuesta de la piscina" (un caminito de arena que conducía a la piscina municipal del pueblo) se erigía como un monumento natural un gigantesco árbol a la sombra del cual besé por primera vez a la que fué mi primer amor. Como todos los días de ese verano, Mamen y yo, nos citamos a las seis de la tarde bajo la copa del árbol, pero esa tarde fué diferente... Mamen apareció triste, casi sin poder hablar, compungido el rostro y velada su sonrisa entre aquellas grandes coletas rubias que su madre solía hacerle. La razón: Chanquete había muerto. Hoy puede parecer ridículo, pero en el año 82 todos los niños de mi generación lloramos la pérdida de Chanquete. Bien, como decía, Mamen llegó a nuestra asidua cita muy afectada por la muerte del viejo marinero y como no se me ocurría cómo animarla, saqué la navajita que siempre llevaba conmigo, me agaché hasta la base del tronco, y allí mismo, casi donde el tronco besaba a la tierra, tatué sobre su corteza la siguiente y original frase: "ROBER AMA A MAMEN".

Bien, Ira, ¿por qué te cuento todo esto?.

Hace alrededor de nueve meses, volví a "la cuesta de la piscina":

Lo que era un caminito de arena hoy es una calle asfaltada con bancos y farolas.
La piscina municipal cambió de ubicación y en su lugar edificaron unos chalets horrorosos y horteras que espero algún día se hundan (sin nadie dentro, por supuesto).
Pero el árbol, ese testigo de tantos y tantos amores infantiles, y no tan infantiles, todavía sigue allí. Exactamente igual a como lo acariciaba en mi recuerdo.
Aparqué la moto,
caminé hacia el tronco,
respiré hondo,
me agaché,
y allí estaba
casi ilegible por el paso del tiempo, pero viva,
la prueba de mi amor infantil:

ROBER AMA A MAMEN.

PD:
Te abrazo emocionado de belleza, Iraultza.

Liška dijo...

Lo haces, lo consigues Iraultza... y yo tb me pierdo en tus recuerdos... en los míos, con esa mirada ahora sosegada, sin querer

Besos en esta tarde de verano

Iraultza dijo...

Adicta: habrá que empezar a pasear y recordar, al final, suele ser un magnífico ejercicio. Besos alhajita ;-)

Princess: de nada, escribirlas también fueron una sonrisa. Besos

Rober: hay casualidades que le desmontarían a uno la importancia de cualqueir gps (te lo cuento en mail, pero me he quedado varado en tu comentario, por lo lindo, y por alguna cosa más). Abrazos de los de siempre.

Circe: perderse así siempre es una estupenda noticia.
Besos de una noche de verano.

Anónimo dijo...

ahora no sé que decir, ya no sabía muy bien qué decir (aparte de "qué bonito", claro) pero entro y leo los comentarios: el de mi adicta favorita y el de Roberto sobre todo y...

He pensado, adicta que para mirar por el ojo de una cerradura hay que tener la puerta cerrada. o para hacer malabares con los recuerdos tienen que ser recuerdos, pasado, no doler, almacenarse en el sitio de la nostalgia, de la saudade y de las cosas que nos han hecho felices. ya llegará...

Y he pensado, Roberto, que yo no grabé nada en ningún árbol y que el edificio de mis mejores veranos es ahora un montón de escombros, pero que cuando paso por allí sigo viendo el patio,la noche, saboreando la sidra, oliendo ese perfume, oyendo aquella música... y sé que en el fondo lo de menos es lo que diga ese árbol, talarán el arbol si hace falta (siempre se pueden hacer micropisos o algo) y habrá cosas que no podrán quitarnos, ni devolvernos...

vamos, que no sé. pero que me gusta leeros, a todos...

Iraultza dijo...

Welcome back ;-)

Elena -sin h- dijo...

Este, aunque no esté entre los tres primeros me lo guardo, con tu permiso, en algún rincón recóndito donde aún pueda pasear y recordar al mismo tiempo.

Iraultza dijo...

Tienes todo el permiso del mundo para guardarlo donde quieras, esperando que ese rincón recóndito sea cada vez menos recóndito, porque cuando se consigue, reconforta pasear y recordar, sin más.