22 octubre 2007

De andén en andén

Ella se afanaba en buscarle sentido a cada cosa que le sucedía, como si fuese la estrella más brillante de los domingos de centro comercial y sesión de media tarde con palomitas, y sin embargo al mirarla desde fuera se descolgaba siempre la misma frase de los labios, se dejaba llevar.
Él se repartía cartas a sí mismo cada mañana al levantarse de la cama que a veces parecía una mesa radiante de blackjack, con crupieres a media jornada y demasiados días de asuntos propios, y era incapaz de hacer otra cosa.

Ella pensaba encontrarse con él cada jueves insano en que cumplía 30 años, y caminaba entre avenidas de suburbio buscando el vestido para la ocasión, y no se dejaba engañar por las luces, decía que cuando lo viera, sabría que era ese.
Él agotaba las horas del reloj en cada mesilla extraña que se alquilaba en cuartos menguantes y pasos de cebra imaginarios, y tenía la costumbre de no repetir el postre.

Ella sabía que sería, lo que fuese, pero sería, como ella quería, como desearía que fuese, aunque fuese mentira, y entonces, bastaría con pensar que era como había querido, para saber que era así como quería que hubiese sido.
Él ni siquiera era capaz de prever el anteayer, así que apuntaba pequeñas frases en libretas de hojas como la leche, para poder recordar el futuro cuando lo miraba desde el pasado, que venía siendo lo que le pasaba cada día.

Ella le buscaba a él y sin embargo ni siquiera fue capaz de verle cuando se quedaron mirando las pupilas desengañadas del otro, de andén en andén, pero durante varios segundos parece que quiso creer que los escaparates más relucientes de la ciudad estaban en un semisótano sin ventanas que olía a estación.
Él no supo distinguirla entre la maraña de gente que cada tarde de invierno se guarecía de la soledad entre líneas de colores, periódicos agarrados al aire y sopa de miradas sin sentido, pero durante unos segundos notó un escalofrío de certezas que le nacía de entre los dedos de la mano izquierda y la guardó en el bolsillo, no fuese a ser que de nuevo le volviese a doler con esa insistencia tan desesperante de los derribos sin licencia.

Resonando: Edit_Regina Spektor

8 comentarios:

vega dijo...

Es una especia de trabalenguas??? O soy yo que a estas horas tengo lengua de trapo??
De cualquier manera hay cosas que no se buscan... simplemente se encuentran. Y a veces aparecen cuando menos conviene o interesa o lo que sea... por eso los que buscan encuentran otras cosas.
Esa es, al menos, mi teoría (una de las infinitas que tengo)

Besos de trapo (como mi lengua)

Iraultza dijo...

No pretendía serlo, trabalenguas, digo, pero vamos, que tampoco me hagas mucho caso, que a veces no me entiendo ni yo. Y de acuerdo con tu teoría (con esta y con alguna más), las cosas que quieres se esconden, esperando salir a tu paso, con una única condición, que no vayas a buscarlas. Besos sin buscar.

Princess Valium dijo...

Pues una lástima que finalmente se encontraran sin saberlo. Aunque tal vez mejor así. Tal vez mejor seguir soñando, seguir buscando y vivir de sueños y esperanza. Tal vez...
Besos

Elena -sin h- dijo...

Me gusta la forma de escribirlo aunque me deje ese regusto amargo cuyo origen no encuentro. Pero está ahí. Quizás sea el tren.

Siempre he pensado que las cosas que más apreciamos son las que encontramos por casualidad y las que más duelen son tb las que perdemos sin darnos cuenta.

Somos un poco tontos, sí.

Natxo sin parentesis dijo...

Me recuerda una frase del nuevo disco de Quique González: "Hay partida mientras uno de los dos lo impida"
Me pregunto que pensarían los dos justo antes de ese instante en el que no llegaron a encontrarse.

Iraultza dijo...

Princess: si no lo supieron ver, es que no merecía la pena. Besos.

Sherezade: hay orígenes que ni necesitan buscarse, simplemente saborea. La casualidad, je, ya sabes que anda pendiente algo sobre casualidades.

Natxo: bienvenido, un placer verte por aquí. Yo tengo esa manía casi siempre, la de pensar en qué pasaría por la cabeza o qué estaría haciendo alguien un minuto antes de un acontecimiento determinado, no necesariamente importante, simplemente reseñable o que marca a esa misma persona de un modo especial.

(s_gg) dijo...

Hablando de andenes, podría decirse que ambos perdieron un tren o quizá, que prefirieron tomar otro... Me inclino más por lo segundo, porque la historia nunca acaba en una decisión, sólo cambian las casualidades...

Iraultza dijo...

Si, completamente de acuerdo con esa forma de verlo, cuestión de saltar a un universo paralelo...