21 abril 2007

Somos nosotros realmente

Cómo somos realmente. ¿Existe ese "realmente"? O todos esos que somos son tan sinceros, o lo contrario, como cualquiera. Somos iguales dando un abrazo a un ser querido que discutiendo con un desconocido, en mitad de una reunión de trabajo o intentando ligar con una mujer a la que acabamos de descubrir junto a una copa de martini, abrazada a ella como si el mundo le diese vueltas, con una mirada tan tímida que pudiese esconderla en mitad de un desierto, pero que cuando te observa directamente parece contener millones de toneladas de energía.

¿Somos nosotros realmente cuando contamos nuestra vida a una desconocida? O lo que bien pudiese parecerse a nuestra vida, que no es más que un resumen, a veces adornado, a veces inventado, a veces parcial, casi siempre breve, como los titulares de un telediario.

¿Somos nosotros realmente cuando sonreímos al escucharla? Su resumen inventado o parcial, su vida adornada, breve porque la empaqueta en veinte minutos para contárnosla, a la velocidad de las cotizaciones de bolsa en un ticker. ¿Somos nosotros realmente cuando tocamos por primera vez su cintura? Cuando acariciamos esos leves centímetros de piel que han quedado sin guarecer, entre el borde del pantalón y una camiseta rebelde que se ha elevado lo justo para dejar esos centímetros al descubierto, y posamos, todavía sin saberlo, la mano, sintiendo un respingo de placer intenso al notar el contacto con la piel suave y deseable de esa desconocida.

¿Somos nosotros realmente cuando cambia su tono de voz al sentir nuestra mano en su cintura? Cuando ya ha decidido, en la quinta o sexta frase que hemos intercambiado, que le apetece seguir aquella conversación, que ese tipo raro le resulta interesante, dice cosas que le hacen reír, y otras le hacen pensar, aunque no pueda pensar detenidamente cada cosa que dice porque intercambian frases como dos jugadores de ajedrez mueven sus piezas en la partida decisiva del campeonato del mundo. Cuando comienza a relajarse, porque siempre, al comienzo, le resulta tenso hablar con un desconocido, mucho más si de inicio le resulta atractivo, pero ahora se siente cómoda ante él, y nota un escalofrío placentero cuando le apoya la mano en la cintura, como por descuido, aunque realmente pretendía apartarla de alguien que está pasando y podría mancharla con los vasos que lleva en la mano.



¿Somos nosotros realmente cuando le proponemos a aquella desconocida pasear por la ciudad? Aunque escuchemos esa frase sin haberla pensado antes, la escuchamos al mismo tiempo que está saliendo de nuestros labios, como si fuésemos ajenos a aquella osadía seductora que nos ha recubierto de un halo de invencibilidad aparente y nos da fuerzas para arriesgarnos a recibir una negativa de aquella mujer que no duda ni un instante y nos dice que si, que le encantaría pasear camino de cualquier sitio.

¿Somos realmente nosotros cuando nos mira intensamente unas centésimas y coge su abrigo y se encamina a la salida de aquel local? Y nosotros miramos unos segundos hacia ninguna parte, como queriendo sedimentar firmemente la idea de lo que está a punto de suceder. Y recogemos nuestro abrigo también y salimos detrás de ella, que ya está en la acera, abrochándose el abrigo y mirando hacia la puerta para vernos salir, y que sonríe infinitamente al reconocernos. Somos realmente nosotros cuando ella toma un cigarro que le ofrecemos y lo coloca con ligereza entre sus labios y aspira con lentitud antes de lanzar una fina línea de humo veloz al cielo de esta ciudad. Y piensa con certeza que no elegiría ningún otro sitio ahora mismo, que ese tipo que tiene a su lado y que acaba de invitarla a pasear por la ciudad, es la mejor compañía inesperada que pudiese imaginar.

¿Somos nosotros realmente cuando recibimos una llamada en el móvil nada más salir de aquel local? Y un amigo nos pregunta dónde estamos, y tardamos unos segundos a responder, mientras la miramos a ella, para ver qué gesto pone al escucharnos hablar, a ver cómo interpreta una conversación entre un tipo algo menos desconocido que una hora antes y alguien a quien ella ni siquiera escucha, cómo interpreta una conversación de la que sólo escucha una mitad. Y respondemos que hemos salido del local porque un coro de sirenas unidas en una sola que hacía de portavoz nos ha susurrado al oído las ventajas de caminar por la ciudad a estas horas, que es una gran receta para el corazón, o muy mala, pero eso se sabrá luego, y que merece la pena arriesgarse. Y somos nosotros realmente cuando escuchamos reír a aquella mujer y a nuestro amigo despotricar sobre no sé qué desequilibrios mentales que dice que nos afectan, aunque apenas consigamos escucharle porque ya estamos ensimismados en la risa de aquella mujer que sigue sin dejar de mirarnos a los ojos.

¿Somos nosotros realmente cuando ella se detiene junto a un elegante edificio del centro y nos invita a subir? Porque desde que inició la marcha sabe a dónde quiere conducir los pasos, porque hace rato que ha decidido cómo va a interrogar a aquel tipo para saber si es tan interesante como aparenta, aunque los métodos que está pensando le vuelven loca simplemente al enunciárselos mentalmente, porque ya lo había decidido cuando han salido de aquel local, pero la conversación que ha tenido con alguno de sus amigos, supone, ha corroborado lo que pensaba, que le hace reír, y le hace pensar, y le hace desearle, y cómo un momento antes ha dicho él, y tanto le ha sorprendido, sabe que es una receta maravillosa para el corazón, o mala, pero eso se sabrá luego, cuando ella le pida entre sueños aún, que baje los estores, que entra demasiado sol y él levante el edredón para cubrirles por completo y la vuelva a recorrer con sus labios por todo el cuerpo mientras le susurra que espere un poco más, que todavía no va a dormir, y que merece la pena arriesgarse.


Resonando: Nobody asks_Najwa Nimri

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