05 septiembre 2010

A qué suena


Hay música para todos los gustos, y para todos los sentidos, ahora que se pregona la crisis, una en concreto que parece llevar durando desde hace varios quinquenios, se escucha más música que nunca, y casi resulta extraño caminar por una acera del centro de la ciudad y que más de una persona seguida no lleve auriculares. Y entre todos esos océanos existe música de todos los colores, música enlatada para digerirla como las hamburguesas o las películas con muchos efectos especiales, sin pensarlo ni analizarlo, como si formase parte de cualquier acto cotidiano más, automático, sin capacidad para entregarse al hecho de escucharla.

Y entre todo eso, también hay música tan pretendidamente elaborada que resulta insoportable reconocer en los acordes, en las frases, en la forma de venderla, la pretensión, la sensación casi irónica de la condescendencia del que ha elaborado aquello probablemente pensando que no tenía más remedio aunque no existan oídos lo suficientemente educados para poder asimilar aquello.

Afortunadamente también podemos encontrarnos con mucho más de algo que no es ni lo uno ni lo otro, que solo es, que no es poco, música, que proporciona sensaciones, a cada cual las suyas, con esa diferencial forma en que una misma estrofa, un sonido, un mismo instrumento, puede conseguir despertar tantas asociaciones distintas como personas la estén escuchando.

Sobre algo así se puede pasar una madrugada tenue, larga y lenta como la de cualquier noche de verano detenida en el tiempo, discutiendo con la suavidad del tacto de la piel si esa voz suena como una prenda de ropa al caer contra el suelo, o como un bostezo perezoso al despuntar el día con el salitre disolviéndose en las cortinas de gasa de esa habitación que espera impaciente para traducir adecuadamente a qué suena esta canción.

Resonando: Le monstre_Madjo


* Fotografía: Jonatan Martin