08 abril 2007

X. e Y.

X. acelera como si de repente se hubiese subido a la música que suena por los altavoces de ese coche, sin importarle el polvo que se va levantando a su paso, especialmente el que deja y que sólo puede ver por los retrovisores. A su lado Y. intenta encenderse un cigarro, con mucho cuidado porque el aire que entra por las ventanillas es intenso y rebelde y gira como un mini huracán por cada milímetro cuadrado de aquel habitáculo.
X. mira a Y., leves segundos, los justos que se permite apartar la vista de aquel camino polvoriento, y sonríe al verle enfrascado en el intento de encenderse el cigarro:

- Enciéndeme uno a mí también, anda, sé bueno. - Y. la mira, con una mezcla extrañamente intensa de felicidad y enfado.
- Pues frena un poquito, fitipaldi, porque así no hay cristo que encienda nada, casi no puedo ni abrir los ojos del polvo que entra. Y vamos a perder a estos como sigas a esta velocidad, más nos valdría esperarles, de paso meo un poco.

X. frena secamente en un lado del camino y detiene el coche, pone el freno de mano y aprovecha para subir un poco más el volumen de la música, una extraña melodía entre hindú y chill que sincroniza con cierta impaciencia las carcajadas de ambos al mover el cuerpo a su ritmo mientras bajan del coche. Y. mueve las manos como apartándose el polvo de la cara, el que todavía sobrevuela a su alrededor después el frenazo del coche.

- Joder con Thelma, vaya forma de conducir – suelta esa frase como refunfuñando, sin mucha intención de que le escuche X. que se ha cruzado al otro lado del camino y mira entre la nube de polvo intentando divisar el otro coche.
- Admiro vuestra facilidad para mear en cualquier parte – Grita a Y. mientras este camina entre las piedras alejándose del coche. Cuando la escucha gritar, gira su cabeza sin dejar de caminar.
- Tampoco es que en este sitio te pueda ver nadie, no sé a cuento de qué te entran los remilgos a estas alturas – Da un pequeño tropezón, y se detiene, colocando esa postura tan típica que establecen los hombre al orinar. X. le mira divertida, le sigue gustando observarle cuando él no se da cuenta.
- Ten cuidado mi niño, no te mees fuera.

X. empieza a reírse, con ganas, reconociendo la broma de Y. Ella ríe descontroladamente también al ver las convulsiones algo absurdas de X. mientras sigue orinando y ríe a la vez. Entre carcajadas consigue sacar algo de fuerza para seguir hablando a gritos con él.
- ¿Me estás escribiendo un poema amor? Te mueves mucho, como si dibujases letras – Y. levanta las dos manos, sigue orinando, de espaldas a ella.
- Un haiku te estoy escribiendo, algo desordenado, pero un haiku – Ella sigue riendo, con la energía que le proporciona verle hacer payasadas.

Al fondo del camino aparece una nube de polvo, primero, como el anuncio de una plaga bíblica, y segundos después el coche que esperan. Y. ha terminado y vuelve al camino, junto a su coche, a esperar que llegue el otro vagón de la caravana, como si estuviesen en el oeste, piensa un instante para sí, entre terrenos yermos y polvo. Antes de que llegue a su altura, X. ha cruzado de nuevo hasta él y le da un beso en la mejilla.
- Ese es mi chico, mírale qué haragán, ni se lava las manos ni nada – X. le acaricia la mejilla que un instante antes ha besado y le mira con ironía divertida a través de los cristales oscuros de sus gafas de sol.
- Como no mee de nuevo para lavármelas, no te jode, estamos en un secarral nena.

En ese momento frena justo delante suyo el otro coche, con la música aún más alta que la que ellos llevaban en el suyo. El conductor, T. apaga la radio.
- ¿Pasa algo? – Les grita desde el asiento del conductor, como si aún estuviese la música puesta y no pudiesen escucharle.
- No, mi niño quería mear, y vosotros vais muy lentos – Y. resume la situación.
- Podemos echar una carrera si te apetece – T. ha modulado un poco el volumen de su voz al lanzar esta propuesta. Justo al acabar su frase se abre una de las puertas traseras, de la que sale L. con un petardo entre los labios y con un pantalón corto y la parte superior del bikini.
- Yo paso de carreritas, me está poniendo mala tanto polvo y tanto traqueteo – Se coloca las gafas de sol que al salir del coche llevaba sobre la cabeza, le da una calada intensa al porro y se lo pasa a X. que ha aprovechado la pausa para apoyarse en una piedra enorme junto al camino.
- ¡Joder! – Exclama X. tras darle la calada y expulsar el humo – Normal que te marees, esto es sólo hierba, no lo has rebajado.
- Es para aguantar a estos dos – Suelta L. mientras se sacude con cierta dulzura el polvo que se posa sobre sus pies y las chanclas. Mientras tanto R. también ha salido del coche, desde el asiento del copiloto.
- Tendrás queja – Lanza R. mientras cierra la puerta – Como una reina te llevamos, la música que quiere, el aire acondicionado – Esto último lo dice mirando a X., como buscando su aprobación.


Resonando: Roll your own_Tripswitch

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