05 agosto 2007

La inoportunidad de Cabo Polonio

Cierras los ojos intentando capturar por dentro esa leve brisa que parece llegar tarde para intentar aliviar el rocoso calor de todo el día. Ese, piensas, podría ser uno de esos momentos que uno elige en esas listas absurdas que a veces escribes en un pedazo de papel en un lugar perdido intentando seleccionar diez o quince o veinte sensaciones.

Es tarde, no se escucha nada, absolutamente nada por la calle, hoy parece que incluso el ruido se ha marchado de vacaciones, y lo agradeces, intensamente, como si formase parte de tu plan de tránsito, ese que parece preocuparle a un par de personas cercanas, pero que no es tan preocupante, todo lo contrario, es uno de esos viajes que siempre son necesarios, aunque a veces hagamos lo imposible por retrasarlos. Y en cambio, hace tiempo, no quise aplazarlo más, y cogí las escaleras que no llevaban a ningún sitio y las hice leña, para cuando llegara el invierno, limpié la despensa, pinté las paredes de colores bonitos y me aprendí la letra de unas cuantas canciones nuevas.

Como si todo ese tránsito que lentamente se ha ido depurando, haciéndose limpio, tranquilo y transparente fuese capaz de comunicarse con el mundo y trabajara sin yo saberlo para decorarme de nuevo, ha conseguido que unos minutos después de esa brisa, me encontrara las palabras de alguien que ha aparecido como por sorpresa. No la esperaba en ese momento, la creía fuera y desconectada, pero tuvo un minuto para acordarse de mí, y eso, en el momento adecuado, es como una gran ola que rompe en la playa en mitad de un día de pleno calor, una maravillosa pausa en un viaje largo o una botella de agua fría en mitad del desierto.

Antes de dormir, escucho y veo un reportaje sobre un tipo que siempre me ha gustado. Es un reportaje de hace unos meses, sobre algo que escribió y publicaba entonces, y como suele suceder a veces, uno acaba apropiándose de ciertas cosas que no están ni escritas, ni pensadas, ni tocadas, ni dichas para uno, pero como si lo fuese. Como ese proceso que él pasó en Cabo Polonio, o las inoportunidades oportunas de algunas frases y noches.

Resonando: So here we are_Bloc Party

4 comentarios:

Anónimo dijo...

a mi no me parece nunca inoportuno un cabo polonio: son tan difíciles de encontrar... ("la vida no para no espera no avisa")

y podría decir que os odio a todos los seres felices y nocínicos. pero sería una mentira horrible. porque yo también he vivido mi propio cabo polonio y no me odiaba a mi misma (más bien al contrario).

Un beso post tormenta de verano

adictaacruzarenrojo dijo...

Que tendr�n las inoportunidades...que tendr� Drexler, que tendr�n las Leonores...las olas y los minutos que encajan conectados por ah�...

Besos desde lejos y rojos claro...

PD: yo me pido ense�arte una de esas 2 recetas de cocina, y yo quiero conocer un cabo de esos...

Naty dijo...

Así que redecorándote... Y por lo que veo, vas quedando muy bien... Tremenda faena en estos días calurosos, (pero ya tienes tu botella de agua fría ;) Dejate llevar por esa ola a cualquier parte (disfrutando el vaivén, el destino no importa :) Besitos y dulces sueños (con ojitos cerrados y abiertos).

Iraultza dijo...

Vega: los cabos polonio tienen esa capacidad, la de ser inoportunamente oportunos, la de llegar cuando no lo supones al otro lado de una curva de los días laborables, y si, por eso sorprenden, porque son tan raros de encontrar.
En cabo polonio uno se siente bien, rematadamente bien, sin peso, sin paso, sin red, peromuy bien.
Besos de día de verano disfrazado.

Adicta: lo tienen todo, si uno se mira atentamente, se da cuenta de que las inoportunidades le definen, le guarecen, le cambian a uno, somos lo que somos a base de inoportunidades...y algunas sientan taaan bien...como recoger esas olas y minutos encajados en esa palabra que nos parece absurda ;-).

Naty: cierto, rara vez importa el destino, lo que importa es el vaivén y dejarse redecorar. Besos de botes de pintura para pintar las paredes.