30 abril 2007

Blanca

¿Por qué me dejas caer
Tú que me subiste aquí
Tú que me trataste tan bien
Cuando yo me enamoré de ti?

Blanca llega hasta mi mente
Jura que ella es diferente
Y es hermosa hasta en su forma de mentir
Quién sabrá lo que ella sueña
Lo que siente y lo que enseña
La razón por la que hoy la vuelvo a ver
Blanca, eres tan cruel.

¿Y por qué me dejas hundirme así
Tú que me pusiste en alta mar?
¿Y por qué me dejas aquí tirao
Cuando yo me quise enamorar?

Blanca llega hasta mi mente
Jura que ella es diferente
Y es hermosa hasta en su forma de mentir
Quién sabrá lo que ella sueña
Lo que siente y lo que enseña
La razón por la que hoy la vuelvo a ver
Blanca, eres tan cruel.


Y no olvides que
Al despertar
Siempre hay cuchillos en el cajón
Oh, nunca más
No hasta la próxima vez.

Resonando: Blanca_Nacho Vegas

Una cama es un desierto


Silencio

La ciudad vacía te golpea las sienes. Como los latidos del corazón, aunque parezcan ajenos, como un niño pidiendo socorro porque cree que su madre ha desaparecido, y simplemente ha bajado a comprar el pan, un mal recuerdo pasado un rato, un mal sueño.

Los párpados te pesan y es imposible conciliar el sueño y has fumado demasiado, como si tener un cigarrillo entre los dedos pudiese sustituir tener su piel por toda la mano, rodeándola, acariciándola, tener sus labios, sus muslos, sus brazos, su sexo o sus pechos.

La casa se llena de un olor agrio de soledad, y enciendes varas de incienso para camuflarlo, pero no se esconde, porque ese olor no puede taparse con nada, no es comida pasada en el frigorífico ni tuberías atascadas, es un olor indeleble.

Tomas un baño ardiendo, buscando que el vaho se lleve todo ese peso, ese olor, esa pena, pero no se marcha, se queda la noche entera contigo, buscando un oído cómplice que le escuche, que vuelva a verle la cara.

Resonando: Exiled manta mix_Tripswitch

28 abril 2007

Equilibrio

- ¿En qué piensas? - Me descubre mirando fijamente el horizonte, como si detectase que mi cerebro no para de pensar.
- En mí, aunque suene egoísta. En mi lugar en el mundo, aunque suene metafísico. En mi estado de ánimo, aunque suene absurdo. En mis deseos, aunque suene hedonista.
- Y vas llegando a conclusiones? - Se ha quedado mirando el horizonte como yo. Seguimos hablando sin mirarnos aún.
- No demasiadas. Saber porqué no te garantiza nada. Saber cómo, tampoco.
- Pero ayuda.
- No lo sé. Pero he decidido marcharme.
- A dónde? - Ahora sí ha girado su cabeza, para mirarme de frente, con una mirada alarmada, que aunque no la vea, la conozco, con los ojos muy abiertos, enormemente abiertos, porque sus ojos, siempre, son enormes, se lo comen todo, como me comieron a mí desde la primera vez que la vi.
- A otro lugar, a otra plaza, a otros caminos, a otras sensaciones. Lejos de estas ruinas que escondemos para no reconocerlas, pero que están ahí, aunque no las comentemos.
- Estás loco - Se tranquiliza, vuelve a mirar el horizonte conmigo.
- Si. Y tú eres mi cómplice.
- Pues entonces me voy contigo - Me agarra la mano suavemente, sin mirarnos aún, como quien agarra un sueño, o a una barandilla, para no caerse.
- No sueltes mi mano, estoy asustado.
- No lo haré. De tu mano no pierdo el equilibrio.

Resonando: Undenied_Portishead

Subir a ningún sitio



Descubriéndote la sensación, de ansiedad, de repentina paz, como una atracción de feria de pueblo, como una subida hilvanada con una bajada, como una mezcla de sabores, como escuchar una música suave, reconfortante, y que se acabe antes de tiempo, como subir a una escalera que sabes que no lleva a ningún sitio, pero subir, y arriba, lamentarte de que ya lo sabías.

Resonando: Glory Box_Portishead

21 abril 2007

Somos nosotros realmente

Cómo somos realmente. ¿Existe ese "realmente"? O todos esos que somos son tan sinceros, o lo contrario, como cualquiera. Somos iguales dando un abrazo a un ser querido que discutiendo con un desconocido, en mitad de una reunión de trabajo o intentando ligar con una mujer a la que acabamos de descubrir junto a una copa de martini, abrazada a ella como si el mundo le diese vueltas, con una mirada tan tímida que pudiese esconderla en mitad de un desierto, pero que cuando te observa directamente parece contener millones de toneladas de energía.

¿Somos nosotros realmente cuando contamos nuestra vida a una desconocida? O lo que bien pudiese parecerse a nuestra vida, que no es más que un resumen, a veces adornado, a veces inventado, a veces parcial, casi siempre breve, como los titulares de un telediario.

¿Somos nosotros realmente cuando sonreímos al escucharla? Su resumen inventado o parcial, su vida adornada, breve porque la empaqueta en veinte minutos para contárnosla, a la velocidad de las cotizaciones de bolsa en un ticker. ¿Somos nosotros realmente cuando tocamos por primera vez su cintura? Cuando acariciamos esos leves centímetros de piel que han quedado sin guarecer, entre el borde del pantalón y una camiseta rebelde que se ha elevado lo justo para dejar esos centímetros al descubierto, y posamos, todavía sin saberlo, la mano, sintiendo un respingo de placer intenso al notar el contacto con la piel suave y deseable de esa desconocida.

¿Somos nosotros realmente cuando cambia su tono de voz al sentir nuestra mano en su cintura? Cuando ya ha decidido, en la quinta o sexta frase que hemos intercambiado, que le apetece seguir aquella conversación, que ese tipo raro le resulta interesante, dice cosas que le hacen reír, y otras le hacen pensar, aunque no pueda pensar detenidamente cada cosa que dice porque intercambian frases como dos jugadores de ajedrez mueven sus piezas en la partida decisiva del campeonato del mundo. Cuando comienza a relajarse, porque siempre, al comienzo, le resulta tenso hablar con un desconocido, mucho más si de inicio le resulta atractivo, pero ahora se siente cómoda ante él, y nota un escalofrío placentero cuando le apoya la mano en la cintura, como por descuido, aunque realmente pretendía apartarla de alguien que está pasando y podría mancharla con los vasos que lleva en la mano.



¿Somos nosotros realmente cuando le proponemos a aquella desconocida pasear por la ciudad? Aunque escuchemos esa frase sin haberla pensado antes, la escuchamos al mismo tiempo que está saliendo de nuestros labios, como si fuésemos ajenos a aquella osadía seductora que nos ha recubierto de un halo de invencibilidad aparente y nos da fuerzas para arriesgarnos a recibir una negativa de aquella mujer que no duda ni un instante y nos dice que si, que le encantaría pasear camino de cualquier sitio.

¿Somos realmente nosotros cuando nos mira intensamente unas centésimas y coge su abrigo y se encamina a la salida de aquel local? Y nosotros miramos unos segundos hacia ninguna parte, como queriendo sedimentar firmemente la idea de lo que está a punto de suceder. Y recogemos nuestro abrigo también y salimos detrás de ella, que ya está en la acera, abrochándose el abrigo y mirando hacia la puerta para vernos salir, y que sonríe infinitamente al reconocernos. Somos realmente nosotros cuando ella toma un cigarro que le ofrecemos y lo coloca con ligereza entre sus labios y aspira con lentitud antes de lanzar una fina línea de humo veloz al cielo de esta ciudad. Y piensa con certeza que no elegiría ningún otro sitio ahora mismo, que ese tipo que tiene a su lado y que acaba de invitarla a pasear por la ciudad, es la mejor compañía inesperada que pudiese imaginar.

¿Somos nosotros realmente cuando recibimos una llamada en el móvil nada más salir de aquel local? Y un amigo nos pregunta dónde estamos, y tardamos unos segundos a responder, mientras la miramos a ella, para ver qué gesto pone al escucharnos hablar, a ver cómo interpreta una conversación entre un tipo algo menos desconocido que una hora antes y alguien a quien ella ni siquiera escucha, cómo interpreta una conversación de la que sólo escucha una mitad. Y respondemos que hemos salido del local porque un coro de sirenas unidas en una sola que hacía de portavoz nos ha susurrado al oído las ventajas de caminar por la ciudad a estas horas, que es una gran receta para el corazón, o muy mala, pero eso se sabrá luego, y que merece la pena arriesgarse. Y somos nosotros realmente cuando escuchamos reír a aquella mujer y a nuestro amigo despotricar sobre no sé qué desequilibrios mentales que dice que nos afectan, aunque apenas consigamos escucharle porque ya estamos ensimismados en la risa de aquella mujer que sigue sin dejar de mirarnos a los ojos.

¿Somos nosotros realmente cuando ella se detiene junto a un elegante edificio del centro y nos invita a subir? Porque desde que inició la marcha sabe a dónde quiere conducir los pasos, porque hace rato que ha decidido cómo va a interrogar a aquel tipo para saber si es tan interesante como aparenta, aunque los métodos que está pensando le vuelven loca simplemente al enunciárselos mentalmente, porque ya lo había decidido cuando han salido de aquel local, pero la conversación que ha tenido con alguno de sus amigos, supone, ha corroborado lo que pensaba, que le hace reír, y le hace pensar, y le hace desearle, y cómo un momento antes ha dicho él, y tanto le ha sorprendido, sabe que es una receta maravillosa para el corazón, o mala, pero eso se sabrá luego, cuando ella le pida entre sueños aún, que baje los estores, que entra demasiado sol y él levante el edredón para cubrirles por completo y la vuelva a recorrer con sus labios por todo el cuerpo mientras le susurra que espere un poco más, que todavía no va a dormir, y que merece la pena arriesgarse.


Resonando: Nobody asks_Najwa Nimri

17 abril 2007

Como entonces

Con el paso del tiempo, algunos de aquellos 'Lagartijas' sobreviven,
y un día cualquiera, con suerte, te los vuelves a encontrar,
y te miran con los ojos igual de velados que entonces,
aunque se les note la añoranza, porque tienen más o menos una vida construida a su alrededor, pero siguen echando de menos aquellos recreos,
ese poder absurdo que ostentaban,
ese dar de hostias porque si a los que corríamos como las balas.

Y si aguantas unos segundos, mientras te hablan como con desidia de cómo les va,
parece que te miran igual que entonces, aunque tienen una pátina extraña,
como si todo les resultase ajeno, como si siguiesen viviendo entonces,
dándose de hostias en los recreos, encontrando con facilidad a los más débiles,
siendo los reyes de aquellas minisociedades de los patios de colegio,
y tienes una conversación algo neutral, quizá rara con ese 'Lagartija',
como si casi no pudieses reconocerle (o reconocerte a ti en el de entonces),
y a veces te habla con esa cautela con que la gente hablaba hace años a los que venían de lejos, como si imaginase grandes cosas...

Comentario a un poema original de Roberto (su gran blog lleno de sensaciones) y al corolario certero de Daniel.

En mitad de la noche

A veces te despiertas en mitad de la noche, y seguir durmiendo parece una tarea para la que no estás capacitado, aunque lo intentes unos cuantos minutos, desistes con cierta desidia, una rendición leve.

Enciendes el mp3, y colocas una de esas canciones lisérgicas que otras veces te tranquilizan, y le colocas el repeat, para que siga sonando, enlazada consigo misma, sin detenerse, como no eres capaz de detenerte tú y dejar de darle vueltas a las cosas, probablemente lo mismo que ha hecho despertarte, aunque ahora no sepas qué giraba en tu cabeza en mitad de esa madrugada que te ha devorado esta noche.

La canción que suena te consigue mecer con cierta sensualidad, aunque estás cansado, tan temprano y ya cansado, a ver cómo llevas el día, te preguntas, pero uno no puede obligarse a dormir, o si, pero no suele resultarme eficaz.

Resonando: My rendition_The Martinez Brothers

15 abril 2007

Verde agua

Se encendieron aquellas antorchas, poniendo botones de luz a lo largo de aquella playa. La música subía de volumen, del suave susurro cuando llegamos, comenzaban a escucharse de manera sensual los graves, como un mantra seductor.

Alguien me puso en la mano aquella copa, de un sabor dulzón. Le di dos sorbos, y miré hacia la orilla. Apenas veinte o treinta personas bailaban con cierta dejadez aún, en diversos grupos, sin demasiado orden, aunque el olor a incienso ya comenzaba a extenderse por toda la arena.

Había varios mástiles clavados en la arena, a suficiente distancia unos de otros. No supe su utilidad cuando llegamos, y sin darme apenas cuenta, ahora habían enganchado largas telas de gasa desde su parte superior y ondeaban con suma docilidad al ritmo de la leve brisa que templaba la noche, como barcos encallados donde se mezclaban los rumores adormecedores de las conversaciones con los titilantes brillos que dejaban escapar las antorchas.

Le di un par de sorbos más a la copa y me descalcé, las sensaciones se multiplicaban al caminar descalzo por la arena que no había dejado escapar aún el calor del día, pero que ya mostraba retazos de la frialdad de la noche.

Fueron apenas veinte minutos, no más, pero aquella playa se llenó de gente. Unos camareros y camareras la recorrían con bandejas llenas de copas con aquellas bebidas dulces y lisérgicas, o boles llenos de sandía, y la música subió unos cuantos decibelios más, para terminar de envolver a todo el mundo bajo su burbuja, densa, serenamente seductora, como un olor acerado y erótico que no te deja pensar, que se te cuela hasta dentro, como unos ojos y unos brazos que entrevés fugazmente entre el vaivén de una de esas gasas que ondean a lo largo de toda la playa, que también se te cuela hasta el estómago y te agarra por dentro.

Caminé hacia aquel estandarte, en busca de esos ojos y sus brazos respectivos, había bastante gente, pero la extensión de la playa permitía que todo el mundo estuviese cómodamente, sin empujones, ni masificaciones, se podía caminar con tranquilidad. Caminé hacia aquella vela translúcida intentando no perder de vista aquellos ojos, dejé la copa vacía sobre una de las bandejas que había por allí y cogí dos más mientras seguía viendo aquellos brazos, aquellos ojos.

No sé en qué momento sucedió, ni siquiera puedo asegurar que hubiese oportunidad, porque no aparté mi mirada de esos ojos y esos brazos, pero al llegar junto a aquel mastil, allí no estaba, ni su vestido, que había ido reconociendo a medida que me acercaba, un vestido leve, tan suave como aquellas velas en tierra que ondeaban en la playa, de un color verde agua cuyos tirantes rozaban sus hombros, como bailando al ritmo de la música que sonaba por toda la playa.

Llegué hasta aquel lugar, y no la encontré, es como si se hubiese diluido entre la arena, di varias vueltas al mastil con la vela vaporosa, miré en todas direcciones, pero no aparecieron aquellos ojos ni aquellos brazos, ni el vestido de gasa verde agua. Me quedé, una vez comprobada su ausencia, varado junto al mastil, como un animal perdido, con las dos copas en la mano, mirando hacia la orilla.

Resonando: Release yourself (290107)_Roger Sánchez

Sonríe por el retrovisor

Después de tanto tiempo uno se vuelve algo más serio, como si le hubiesen cosido las cosquillas a los costados, aunque siempre se suceden noches en que no se pueden evitar las ganas de hacer el payaso.

En ocasiones te descubres mirando una mirada durante unos segundos, sin saber muy bien porqué, solo que no puedes apartar tus ojos, aunque pueda resultar incómodo si te descubriera.

Hay días que tienes ganas de sentir un abrazo largo, cálido, en silencio, o quizá con alguna canción concreta de fondo, sonando bajita, pero no se te cruza nadie de quien quieras recibirlo, simplemente te guardas las ganas debajo de la alfombrilla del ratón y tarareas una canción como si no te oyese nadie.

Hay días en que la montaña de correspondencia te desasosiega, y piensas en las hogueras tan vibrantes que podrían hacerse con esas cartas sin abrir, seguro que a los del banco, a los del gas o a Telefónica no le importa.

Enciendes el cd del coche y empieza a sonar una canción que hacía mucho que no escuchabas, y no sabes si interpretarlo como una señal, aunque nunca has creído en ellas, o reirte mientras la cantas a voz en grito y aquella chica rara de la oficina de enfrente te mira pensando que estás tarado, y te entra la risa, y la ves sonreir por el retrovisor.......

Resonando:Where have all the flowers gone_Marlene Dietrich

Tiendo



Tiendo a esconderme las metáforas en los bolsillos, a sonreir cuando tengo que aguantarme las ganas de besar, a mirar distraido cuando estoy concentrado en algo concreto, a oler el silencio y escuchar con ganas cómo sabe un bombón de chocolate.

Resonando: Fusión a distancia_Le Griser

14 abril 2007

Sin modales

Ando por la calle con la espalda llena de puñalás, y qué, sufre más el que no ama.
Yo lo tengo claro, puse la primera piedra, soy la primera dama, además también puse la cama.
No me importa nada, es necesario, vete de aquí con la verdad y con la bendición.
Ojos que no ven, yo soy pa ti, y tú no tienes sustituto, y te pierdo, quién te ganará libertad.
Mírame ahora que puedes, decide qué quieres, lo malo y lo bueno no te vale.
Yo soy como el agua, bébeme de los manantiales, cariño, a mí ámame, pero sin modales, hasta que se acabe.

Párrafo de Mala Rodríguez en Ay de mí, con Antonio Carmona.

08 abril 2007

X. e Y.

X. acelera como si de repente se hubiese subido a la música que suena por los altavoces de ese coche, sin importarle el polvo que se va levantando a su paso, especialmente el que deja y que sólo puede ver por los retrovisores. A su lado Y. intenta encenderse un cigarro, con mucho cuidado porque el aire que entra por las ventanillas es intenso y rebelde y gira como un mini huracán por cada milímetro cuadrado de aquel habitáculo.
X. mira a Y., leves segundos, los justos que se permite apartar la vista de aquel camino polvoriento, y sonríe al verle enfrascado en el intento de encenderse el cigarro:

- Enciéndeme uno a mí también, anda, sé bueno. - Y. la mira, con una mezcla extrañamente intensa de felicidad y enfado.
- Pues frena un poquito, fitipaldi, porque así no hay cristo que encienda nada, casi no puedo ni abrir los ojos del polvo que entra. Y vamos a perder a estos como sigas a esta velocidad, más nos valdría esperarles, de paso meo un poco.

X. frena secamente en un lado del camino y detiene el coche, pone el freno de mano y aprovecha para subir un poco más el volumen de la música, una extraña melodía entre hindú y chill que sincroniza con cierta impaciencia las carcajadas de ambos al mover el cuerpo a su ritmo mientras bajan del coche. Y. mueve las manos como apartándose el polvo de la cara, el que todavía sobrevuela a su alrededor después el frenazo del coche.

- Joder con Thelma, vaya forma de conducir – suelta esa frase como refunfuñando, sin mucha intención de que le escuche X. que se ha cruzado al otro lado del camino y mira entre la nube de polvo intentando divisar el otro coche.
- Admiro vuestra facilidad para mear en cualquier parte – Grita a Y. mientras este camina entre las piedras alejándose del coche. Cuando la escucha gritar, gira su cabeza sin dejar de caminar.
- Tampoco es que en este sitio te pueda ver nadie, no sé a cuento de qué te entran los remilgos a estas alturas – Da un pequeño tropezón, y se detiene, colocando esa postura tan típica que establecen los hombre al orinar. X. le mira divertida, le sigue gustando observarle cuando él no se da cuenta.
- Ten cuidado mi niño, no te mees fuera.

X. empieza a reírse, con ganas, reconociendo la broma de Y. Ella ríe descontroladamente también al ver las convulsiones algo absurdas de X. mientras sigue orinando y ríe a la vez. Entre carcajadas consigue sacar algo de fuerza para seguir hablando a gritos con él.
- ¿Me estás escribiendo un poema amor? Te mueves mucho, como si dibujases letras – Y. levanta las dos manos, sigue orinando, de espaldas a ella.
- Un haiku te estoy escribiendo, algo desordenado, pero un haiku – Ella sigue riendo, con la energía que le proporciona verle hacer payasadas.

Al fondo del camino aparece una nube de polvo, primero, como el anuncio de una plaga bíblica, y segundos después el coche que esperan. Y. ha terminado y vuelve al camino, junto a su coche, a esperar que llegue el otro vagón de la caravana, como si estuviesen en el oeste, piensa un instante para sí, entre terrenos yermos y polvo. Antes de que llegue a su altura, X. ha cruzado de nuevo hasta él y le da un beso en la mejilla.
- Ese es mi chico, mírale qué haragán, ni se lava las manos ni nada – X. le acaricia la mejilla que un instante antes ha besado y le mira con ironía divertida a través de los cristales oscuros de sus gafas de sol.
- Como no mee de nuevo para lavármelas, no te jode, estamos en un secarral nena.

En ese momento frena justo delante suyo el otro coche, con la música aún más alta que la que ellos llevaban en el suyo. El conductor, T. apaga la radio.
- ¿Pasa algo? – Les grita desde el asiento del conductor, como si aún estuviese la música puesta y no pudiesen escucharle.
- No, mi niño quería mear, y vosotros vais muy lentos – Y. resume la situación.
- Podemos echar una carrera si te apetece – T. ha modulado un poco el volumen de su voz al lanzar esta propuesta. Justo al acabar su frase se abre una de las puertas traseras, de la que sale L. con un petardo entre los labios y con un pantalón corto y la parte superior del bikini.
- Yo paso de carreritas, me está poniendo mala tanto polvo y tanto traqueteo – Se coloca las gafas de sol que al salir del coche llevaba sobre la cabeza, le da una calada intensa al porro y se lo pasa a X. que ha aprovechado la pausa para apoyarse en una piedra enorme junto al camino.
- ¡Joder! – Exclama X. tras darle la calada y expulsar el humo – Normal que te marees, esto es sólo hierba, no lo has rebajado.
- Es para aguantar a estos dos – Suelta L. mientras se sacude con cierta dulzura el polvo que se posa sobre sus pies y las chanclas. Mientras tanto R. también ha salido del coche, desde el asiento del copiloto.
- Tendrás queja – Lanza R. mientras cierra la puerta – Como una reina te llevamos, la música que quiere, el aire acondicionado – Esto último lo dice mirando a X., como buscando su aprobación.


Resonando: Roll your own_Tripswitch

07 abril 2007

Mar de la tranquilidad

Me he metido las manos en los bolsillos para que no me doliesen los dedos por no poder tocarte, porque estabas demasiado cerca y durante varios minutos he rozado tu frontera gravitatoria, como los del Apolo XI, sintiendo otra vez el miedo de no poder regresar que ya tuve hace tiempo, y he tenido que acelerar a la velocidad del sonido, como aquella canción, a la que le subía el volumen para que me hiciese olvidarme de todo, incluso de tu respiración, que en las noches de luna llena se entrecortaba cuando incendiábamos las paredes que nos rodeaban, porque siempre nos ha resultado tan sencillo deshacer camas, por eso no tendríamos futuro en ningún hotel, aunque no seamos estrellas del rock, porque nuestro futuro no se ha jubilado y pasa los inviernos en la costa, sino que juega a bajar laderas pronunciadas, y otras descansa frente a un café mirando romper las olas, pero en pleno verano, mientras en invierno nos rodeamos de burbujas de colores y jugamos a explotarlas, y unas están rellenas de chocolate, o de vino, otras tienen aire, divertido y juguetón, y a veces nos olvidamos el uno del otro, como aquel astronauta que tuvo que quedarse mientras sus compañeros pisaban la luna, y luego le contaron un montón de sensaciones, y él sonreía, y quizá le contaba las suyas al pasar varias veces por la cara oculta, que tampoco había visitado nadie, porque no importa dónde nos encontremos, siempre habrá un mar de la tranquilidad para compartir, y no importa cuántas misiones habremos realizado ya, simplemente disfrutemos sabiendo que no hay nadie en la tierra, aunque esté llena de atascos de salida, y luego de entrada, y luego del día a día, para nosotros será un desierto al amanecer...

Resonando: Big time sensuality_Björk

06 abril 2007

Live @ Café del Mar

Puedes despertarte tranquilamente, en uno de esos días festivos en que no queda nadie en la ciudad, y además llueve, a ratos, y el cielo está gris.
Sienta muy bien prepararse un café sin prisa, esperando con docilidad delante de la cafetera que comience a sonar el chisporroteo cuando empieza a salir, cuando la cocina entera se llena de ese olor tan reconocible.
Llenas la taza de café y leche, y caminas sin ninguna prisa ni nada en la mente hacia el salón. Colocas un CD de esos que te suelen poner de buen humor, de esos que endulzan una velada o simplemente te predibujan una breve sonrisa de placer infinitesimal.

Tomas entre las manos un libro y comienzas a leerlo, mientras de fondo suena la lluvia sobre los cristales, con cierta parsimonia también, como respetando la pausa condescendiente que le has dado al día, y lees mientras la música envolvente circunda cada rincón del salón con un aliento sedoso y recubierto suavemente de verano, de su sabor y de su olor.

Resonando: BBC 1 Session Chill_José Padilla

01 abril 2007

Abandonando la ciudad

La radio del coche comenzó a sonar de repente. En los límites de la ciudad había desaparecido cualquier sonido y se había quedado ese runrun en sordina del dial vacío, y después de varias decenas de kilómetros había perdido la conciencia de tener la radio encendida, ni siquiera la luz de display inundando los centímetros alrededor le habían hecho percatarse de que seguía encendida. Por eso se sobresaltó levemente cuando comenzó a sonar de nuevo.

Era una voz femenina, suave, que conseguía casi mecerte en su tono, cantando sobre una base de medio tiempo:

"Dibujábamos en cualquier dintel, besos en el cielo de nuestras bocas, como gotas de agua en un mediodía de verano..."

Puso una media sonrisa en el rostro, por esa capacidad sorprendente con que a veces una canción o una estrofa es capaz de recordarnos un momento de otro tiempo, una situación, un instante con alguien...

A lo lejos, entre la negrura de los laterales de la carretera, lo no iluminado por los faros del coche, divisó un restaurante. En apenas un par de kilómetros apareció el desvío, que tomó con tranquilidad. Al bajar del coche sintió de repente el frío helado de aquel lugar, en plena meseta castellana, en un invierno que decían continuamente que no estaba siendo como otros años, pero que si uno se detenía a pensarlo, contenía una buena dosis de frío. Estaba de moda hablar del cambio climático, de los peligros de la civilización occidental, de los gases, del efecto invernadero, la prensa, la radio, las editoriales todos parecían haber acordado el tema y no parecía existir otro debate, todo era cambio climático, todo eran soflamas amenazantes... y probablemente hubiese algo de verdad en todo ello, pero le seguía resultando curiosa la manera en que los estados eran capaces de construir una amenaza y entregársela a sus ciudadanos en forma de responsabilidad y mantenerles ocupados en intentar reconducir un tema del que realmente no eran responsables, o mínimamente, mientras esos mismos estados se ocupaban de otros temas más interesantes para ellos y con menos molestias desde el lado de los ciudadanos, ya entretenidos en otros menesteres.

Era un amplio local, dividido visualmente en dos partes, las mesas donde se servirían los menús a la hora de comer, varias decenas bien ordenadas, bien colocadas, en el extremo izquierdo del local, y una barra alargada y extensa, con taburetes, en el otro extremo y llegando hasta la mitad del local. La puerta de entrada estaba justo en el centro, de modo que al entrar uno tenía la sensación de tener que elegir, pues cada opción se le desplegaba a un lado, las mesas a la izquierda, la barra a la derecha. Sailor no tuvo demasiadas dudas, las mesas estaban todas completamente vacías, y los ocho o nueve clientes que a estas horas estaban tomando algo en aquel lugar, estaba adecuadamente repartidos a lo largo de la barra.

Resonando: Volcano_Damien Rice