11 enero 2009

Tormentas adversas o no

Se escucha de fondo el parte meteorológico, y todo se llena de precipitaciones, de borrascas con una presión atmósferica dulce, como tus caderas. Y entonces me imagino tu cuerpo deslizándose por la madrugada de mi dormitorio, irrumpiendo tras el otoño, que ha hecho caer las hojas de tu ropa sobre el suelo formando una bandera con el color de tu ropa interior y la mía, y buscamos las isobaras en tu espalda, recorriendo con las yemas de los dedos nuestras cordilleras con cota de nieve bajando por momentos, y viento del sur soplando en nuestra piel a rachas colocando las sábanas encrespadas sin posibilidad de que los barcos desamarren esta noche sus maromas.

Susurras algo que se cuela entre los anticiclones de nuestros labios y que hace elevarse la probabilidad de cielos despejados, mientras tu sonrisa sin nubes comienza a teñirse de ese color cálido y provocativo que reconozco en cualquier nota del instituto meteorológico, y que anuncia marejada tendiendo a fuerte marejada en los resquicios sin nombre que van dejando abiertos intermitentemente los roces de nuestros cuerpos a medida que se mueve alguna borrasca envidiosa que trae agua en forma de senderos invisibles que pinta tu lengua al bajar por mi pecho. Alguien nos alertó sobre las provisiones que necesitaríamos en días como hoy, por eso a veces organizamos expediciones sin trineo que llegan hasta la cocina en busca de una botella fría de agua mineral o un par de copas de vino, porque a fin de cuentas cada varias horas lo único que echamos de menos entre las crestas dinámicas de las sábanas sobre este colchón, son las pérdidas de líquidos y el café recién hecho de las mejores tabernas junto a un buen puerto de mar.

Humedeces tus labios una vez más, buscando encontrar en mis pupilas esos gramos de ventisca azorada que sabes reconocer, para iniciar de nuevo el parte meteorológico como en esos canales digitales en que todo acaba repitiéndose continuamente, y le llaman multidifusión, como esta noche extraña en mitad de ninguna parte donde nuestra barcaza a la deriva de no se sabe muy bien qué, se ha encontrado con la tormenta perfecta donde residimos tú y yo, en días impares, en viernes con ganas, en madrugadas huérfanas de distancias, y el roce de tus dedos, de nuevo, sobre mi espalda, y tus labios iniciando mis debilidades en mi cuello programan más multidifusión de la que puede caber en los minutos que una cadena normal dedica al tiempo...así que seguiremos remontando tempestades mientras no lleguen los anticiclones que nos prometieron los bolsillos de los veranos en que no fuimos nadie para cualquiera que no éramos tú o yo.

Resonando: Rosa pastel_Belanova (sobre Mash-up de Simon Iddol)

3 comentarios:

Giraluna dijo...

Y yo pensaba que eso de la meteorología era aburrido... veo que la llegada de nieve a Madrid ha dejado secuelas :)

"...nos prometieron los bolsillos de los veranos en que no fuimos nadie para cualquiera que no éramos tú o yo" ... ésta me la guardo, muy linda.

Tita dijo...

No sé si es aventurarme demasiado, pero estas inclemencias del tiempo es de lo mejorcito que te he leído. Me he puesto mi mejor abrigo y he sonreído en cada letra.

Besos con un cielo encapotado, pero lindo, muy lindo.

Iraultza dijo...

Giraluna: depende, como casi todo, también la meteorología depende, de cómo, de cuándo, de todo un poco, de ahora o de ya es tarde, de llegar en punto o hacerlo impuntual....Besos impares de quince y diecisiete...;-) you know.

Tita: aventúrate, eso nunca es malo, espero que el abrigo proteja ante estos embates y olas de frío constante...y demás. Gracias por tu sonrisa en cada letra y los besos encapotados. Así saben muy bien.