21 junio 2009

Para dormir conmigo

Encontrarme con la ciudad recién amanecida al volver desde algún lugar que estaba cerca pero parecía lejano, siempre me produce sensaciones parecidas. A veces es un simple ronroneo de paz al encontrar, de nuevo, las siluetas reconocibles de los edificios de siempre como recubiertos de esa luz entre gris y violeta de las primeras luces, a veces es un suspiro de tranquilidad cuando descubres que eso oscuro y mal digerido se ha agotado y puedes volver a empezar desde cero en algún lugar cualquiera, y en otras, escasas, raras, pocas, sales como otras muchas veces, de la lentitud exasperante de esos túneles que horadan toda la ciudad, y te descubres en el espejo del retrovisor con una sonrisa sencilla, simple, limpia, que esconde miles de palabras, sonidos, susurros, caricias, olores, sabores, y alguna cosa más, que quizá, en estos tránsitos extraños que tienen los días laborables y las fiestas de guardar, no vayan a evolucionar a ningún lugar reconocible o inferible, que se deshagan como el nudo de una falda o el sonido de las yemas de los dedos en la parte interior de los muslos, pero que te llena el alma de sonrisas sin objetivo concreto ni buscado.

Y son precisamente esos instantes precisos y demorados, aunque breves, donde se descuelga la sonrisa sin pretenderlo, donde el paladar y los labios siguen teniendo un sabor exacto, cuando todo parece diferente, con ese rasgo peculiar que tienen las cosas que significan algo, aunque se hayan repetido en más ocasiones. Porque a veces, una repetición concreta, precisamente esa, parece diferente, aunque uno sea incapaz de explicarlo razonadamente.

Subes el volumen de la música, dejas que el aire que refresca la calzada ardiente de unas horas antes y de algunas pocas después se cuele por todos lados aunque eso signifique quedarse helado, porque a fin de cuentas es sentirse vivo, sin más explicaciones. Y las calles casi vacías que no se han desperezado aún, con restos mal digeridos de personas ausentes que no saben cómo volver a casa otra vez, parecen mucho más limpias, aunque no lo estén.

Las sábanas que no vas a utilizar en unos cuantos meses parecen más suaves aunque lo fuesen mucho más con el tacto de las caderas que memorizan tus dedos todavía, miras levemente hacia el final de lo que hay al otro lado de la ventana, sonríes de nuevo y su sabor y su nombre se instala en tu paladar, para dormir contigo.

Resonando: Lights out_Santigold

No hay comentarios: