15 noviembre 2009

La penumbra del pasillo


Un pasillo en penumbra, ese límite inconcreto que forma la poca luz que llega desde la calle, las gotas amarillentas de luz que estarcen en la casa las farolas cuando es noche cerrada en la calle, mientras tus pasos sordos se van deslizando lentamente por las láminas de madera del suelo, como acariciándolas. Un pasillo no muy largo, pero que al contacto con tus pies parece hacerse eterno, mientras mi leve sueño se amotina sobre el colchón expectante, reconociendo el resto de sonidos para poder inferir qué vendrá después. Por eso el murmullo sordo de tus pies rozando con levedad la madera me atrae, me abre el apetito mientras te detienes, sin saber dónde todavía, y leves chasquidos y roces me hacen sonreír de desconocimiento, mientras un crujido lento, agostado, de disco viejo, comienza a recorrer cada rincón de la casa, quejumbrosamente, hasta que de repente comienza a sonar una poderosa voz femenina que viene de hace muchos años atrás y que tiene el calor de una hoguera calibrada, de una manta mullida, mientras un piano hace gotear las caricias como anuncio, mientras el bisbiseo sordo de tus pies sobre la madera ya no son casi audibles, y no soy capaz de anticipar tu entrada en la habitación, que me sorprende mientras mis oídos se han unido extrañamente con mis labios al compás de esa voz oscura y anhelante que parece cantar como gimiendo en un rincón oscuro de su casa, la canción que escuchamos una noche cualquiera, aquella en que la ropa parecía haber encontrado su particular otoño donde caerse al suelo.

Y ahora, tantos años después de aquella vez en que se compuso, ahora, al ritmo de cada roce leve de los dedos en el piano, mientras esa poderosa voz camina equilibrada por la cuerda del perfecto timbre y se bambolea, desde la puerta de la habitación te veo deshacerte, despacio, ralentizando el momento, de tu ropa, igual que ese otoño de nuestros recuerdos, por separado. Cae tu ropa con la misma lentitud que si hubiese sido rodada a cámara lenta y en alta definición, mientras tu bosquejo de sonrisa me deleita por lo que significa, mientras acabas de aterrizar, como viajando desde el otro lado del océano, sobre el colchón, tu piel desnuda, tus manos lentas que se acercan a mi cuerpo sin haber llegado aún, pero a punto de hacerlo.

La voz cimbreante que habla de una fruta extraña, se demora en un equilibrio imposible, igual que mis labios alrededor de tu espalda y mis manos en tus caderas, subiendo primero para volver a bajar al mismo ritmo, mientras tu respiración consigue acompasarse, también, a la cadencia arrítmica de las notas de piano que llenan la casa de todo lo que cabe entre nuestros cuerpos a estas horas de la noche.

Resonando: Strange fruit_Nina Simone


* Fotografía: DOF Photo by Fulvio

3 comentarios:

Tita dijo...

Me gusta volver y encontrarte, mucho.

besos otoñales

B_VILLA dijo...

Me gusta el gris y esa apariencia otoño-invernal que le has dado al blog, aunque yo siempre te leeré en azul ;). Besos afrutados

Iraultza dijo...

Tita: y a mí que vuelvas para encontrarnos....mucho. Besos de un domingo cualquiera.

B_Villa: también el blog avanza por el calendario, y necesita cambiar de cara....léeme con el color que quieras, siempre será bueno. Besos azulados.