18 marzo 2007

La chica del andén_1.0

Mordió el limón con total tranquilidad, como si estuviese acostumbrada a hacerlo cada día.

- Joder! Parece que lo haces cada día, ni siquiera has entornado los ojos ni un poquito - Me había incorporado en mi asiento, dotando de vehemencia a mi comentario.
- Es que lo hago cada día. Están riquísimos - Entornó los ojos una vez me respondía, como si realmente obtuviera placer al contestarme con cierta condescendencia de superheroína.
- Se me han puesto los pelos de punta sólo al verte morderlo a ti - Volví a recostarme con dejadez sobre la silla.
- Nunca apuestes cosas así conmigo -Me miró fijamente - soy rara - Brillaba una luz insinuante en sus pupilas.
- Tomo nota. ¿Nos vamos?
- ¿Dónde me llevas? - Abrió sus enormes ojos negros de par en par.
- A comprobar si eres tan rara como dices ser - Me levanté de la silla de aquella terraza, dándole el último trago a la cerveza ya devastada de fuerza al fondo de aquella jarra, alargando la mano para que ella se agarrase con fuerza a ella.

Pintó una sonrisa enorme y me tomó la mano.
- Tú eres más freakie que yo, me parece, sin necesidad de que te gusten los limones - Seguía agarrada de mi mano, pero se había adelantado un par de pasos, para soltarme aquella frase mientras caminaba de espaldas justo delante de mí.
- Bueno, esa es una valoración tremendamente irracional en este punto del partido. Mañana, con suerte, tendremos algunos datos más, si te parece podemos hacer balance.

Soltó una carcajada deliciosa.
- ¡Ves! Pero me gustas mucho. Qué suerte haberte encontrado en aquel andén - Me soltó de la mano, y siguió caminando de espaldas, pero esta vez haciendo pequeños movimientos como de estar bailando con una música alegre que sólo ella podía estar escuchando por encima del sonido algo aturdidor del tráfico.
- Especialmente porque no utilizo el metro desde hace años, pero quién iba a esperar que de repente se pusiese a llover.
- Yo. Me he visto obligada, no había forma de hacerte coincidir conmigo - Se detuvo a dos pasos delante de mí para decirme aquello, con toda seriedad, como si quisiera hacerme creer que podía manipular el espacio-tiempo.
- Bien - Me detuve yo también, y lentamente di un paso, para reducir a la mitad nuestra separación.
- Muy bien, diría yo - Dio ella el paso que faltaba para dejarnos a escasos centímetros el uno del otro.

Resonando: El secreto de las tortugas_Maldita Nerea y Delinqüentes

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