11 noviembre 2007

Sin tregua

Sobraba luz en aquella sala, tanta que preferimos rebuscar entre los susurros al oído para que todo se volviese más oscuro, como el chocolate, o tu ropa interior.
Planeamos aquel viaje en el mismo tiempo en que nos medimos mútuamente el sabor de los labios, así que mientras otros pensaban todavía qué tomar, tú y yo ya habíamos facturado la soledad en clase turista, y tus manos tomaban el aperitivo nocturno bajo mi camiseta.

El invierno más triste del mundo empezaba a mostrar sus ramas por las alcantarillas, pero le mirábamos con aquella displicencia que da contar mentalmente el sendero que seguirán nuestras lenguas en el otoño engañoso que íbamos a celebrar a medias en aquellas sábanas recién compradas. Le reímos un par de gracias al prepotente invierno y giramos en aquella esquina tan visitada, pero esta vez nos miraba rozarnos con la ansiedad de saber que hay distancias a algunos colchones que deberían poder recorrerse más rápido.
Adornamos con la huella de nuestros cuerpos el cristal de aquel ascensor, el rellano y los siguientes minutos descosidos de tus vecinos curiosos, pero las risas seguro que les despistaron durante el rato en que aquella cerradura jugaba contigo a hacer de trilero y mi cuello se deshacía al contacto con tu saliva.

No le dimos tregua al absurdo otoño que se deshizo entre la ropa por el suelo, ni escuchamos a la luna que nos avisaba que se terminaba su turno, simplemente convertimos la compañía ocasional de un rato antes en ganas de más, mientras amanecía en casi toda la ciudad y algunas aceras nos esperasen en vano.

Nos recordamos durante días, pero preferimos no decírnoslo, así que los periódicos siempre eran de ayer y yo me empeñaba en comprar sonrisas por fascículos, aún sabiendo que nunca acabaría la colección.

Después de pasear la carcajada y el color de tus pómulos por los mejores sitios de la ciudad, debieron entrarte ganas de apurar todas las calles vacías en aquella que acababa en mi portal, así que despertaste a mi teléfono móvil del sueño insano de las últimas veces con aquel "tiene tu espalda un hueco para mis manos?".

Resonando: Invasión_Pastora

2 comentarios:

vega dijo...

qué gran frase para mandar en un sms a las tantas de la mañana... me la anoto y se la plagio a su autora, sea quien sea (si nos estás leyendo, quedas informada)

En fin, besos en los huecos

Iraultza dijo...

Toda tuya, salvo sorpresa o casualidad, dudo que haya llegado hasta aquí alguna vez, en cualquier caso seguro que no le importaría donártela para una buena causa (y seguro que será buena cuando la utilices). Besos sin olor a pintura.