09 diciembre 2007

Corriendo


Corríamos como si nos fuera la vida en ello, y a lo mejor, sin llegar a saberlo, fue así de algún modo. Todo empezó a lo tonto, como suelen empezar casi todas las cosas que se convierten en las que más nos gustan.

- Si llegas antes que yo a ese sitio y consigues meterte detrás de la barra y convencer a la camarera de que te deje servirme una copa, te regalo mi ropa interior.

Yo sabía que a veces te daba por ahí, soltar lo primero que se te ocurría a ver si esa vez caía, pero en ese momento sólo se me ocurrió soltar una carcajada.

- Yo no quiero tu ropa interior. Sabes que mi única aspiración de los próximos diez minutos es quitártela.


Saliste corriendo de aquel bar, y como si se despertase un resorte, salí detrás de ti. Luego me contaron mis amigos que durante unos segundos creyeron que me pasaba algo, y aunque no tenían ni idea, tenían razón.

Subiste aquellos escalones de dos en dos, y me pareció que empezabas demasiado fuerte, pero mirabas de reojo a ver si te seguía, y mientras tanto no dejabas de hablarme:

- He dicho que te regalo mi ropa interior, pero no sabes cómo será la ceremonia de entrega.

Cruzando entre los coches detenidos ante cualquier semáforo en mitad de la ciudad, sus ocupantes nos miraban con una mezcla de incredulidad y cachondeo en las pupilas.

- ¿Y si ganas tú?

Mientras veinte japoneses se apelotonaban junto a la puerta de un hotel, probablemente pensando en la inseguridad de la noche madrileña, porqué si no iba a ir aquel tipo detrás de aquella chica con una cara tan dulce si no era para hacerle algo malo, conseguí escuchar tu risa:

- Si gano yo, me llevarás de viaje a aquella isla, el día que menos me lo espere.

Cometiste un error, aunque eso lo supiste luego. Tu fallo no fue creer que iba más lento que tú porque no podía correr más rápido, tu error no fue dar por sentado que no podría convencer a aquella camarera, ni siquiera cometiste el error de pensar que no deseaba quitarte la ropa interior después de tanta carrera. El único fallo en todo tu plan fue no advertirlo al pasar por delante, y seguir corriendo. Ni siquiera lo sospechaste, lo supe al ver tu gesto engreído cuando por fin entré en el sitio ese y ya tomabas tu copa servida amablemente por aquella camarera. Se detuvo tu carcajada socarrona, pero te brillaron los ojos cuando deslicé en el bolsillo trasero de tus vaqueros aquellos dos billetes mientras te susurraba al oído:

- ¿A que no te lo esperabas hoy?

Resonando: Complexity reducer_Delorean

(La foto, uno de los doscientos sitios mágicos de la isla negociada, el cráter de un volcán apagado hace muchísimos siglos).

5 comentarios:

vega dijo...

es buenísimo (es tan bueno que he estado a punto de encabezar este comentario gritando tu nombre!!!!)

me encanta. pero... quién te dice a ti q ella no lo tenía todo calculado?? calculadísimo incluso??? el gesto engreido incluído...

tengo debilidad por los juegos en los que nadie pierde!!

besos juguetones

.JL. en los afelios dijo...

Yo tb recuerdo alguna carrera de callao a sol, en una pelea de miradas constantes, alguna que otra sonrisa, de perfil,
pero no habia una isla tan preciosa,
ni una historia tan bien contada.
Me encanta
y mas si es en Madrid.

Un abrazo

Iraultza dijo...

Vega: jajaja, me ibas a gritar mi nombre?? Me habría recordado a mi madre a punto de echarme una bronca hace años, jajaja. Por su cara podría afirmar que no, no estaba planeado por su parte, pero eso nunca se sabe.
Besos para que nadie pierda.

.jl.: hay días o noches, en que correr por las calles de Madrid es como un ejercicio que debería tener prescripción facultativa, verdad? Aunque no acaben en una isla así. Abrazos.

Giraluna dijo...

La vuelta a la rutina después del puente se hace más llevadera con uno de tus textos.

Bonita sorpresa, de esas que no se olvidan.

Un beso :)

Iraultza dijo...

Siempre resulta reconfortante saber que aunque sea durante unos minutos, tu regreso se ha hecho algo, levemente, más asequible por este puñado de frases. Besos.