16 diciembre 2007

Funambulismos

Todo eso de las posibilidades y los universos que abren cada decisión siempre me ha gustado como tema para magrear intensamente por fascículos en ratos muertos.

Aquella noche bailaban posibilidades en diferentes puntos de la sala, probabilidades teóricas, mientras un tipo tan serio que nunca sabremos qué hacía allí, apenas se movía.

Incluso antes de entrar, ya iba vestido con esa cómoda camiseta de indiferencia bien acogida que llega a veces y sienta tan bien, así que tuve perspectiva privilegiada para verlo todo sin subjetividades.
Quizá por eso me resultó tan sencillo ir comprobando cómo las posibilidades se agrupaban en dos bandos irreconciliables. El grupo mayoritario jugaba sabiendo que todo acababa allí, sin sangre, ni sudor ni lágrimas, una especie de aperitivo sin menú posterior, y veías las sonrisas, los gestos comunes, las distancias, las formas y maneras, y me sonreía, pedía una copa y me enredaba en otro ángulo a seguir identificando otras partidas similares.

Pero lo más divertido fue ir adivinando y reconociendo esos otros juegos que van más allá de las posibilidades, donde el humo flotaba entre certezas aplazadas, donde había más distancia aparente pero todo iba deslizándose en un fino alambre de funambulista, en un roce sin aperitivos pero con pensión completa en otro lugar.

Lo que no esperaba era cruzarme con esas dos certezas humeantes en dos momentos distintos de la noche, porque en este caso eran mis certezas, y uno siempre se siente extrañado cuando ve unas caderas que estuvieron tatuando las noches descosidas de un verano perdido y un otoño suicida, que caminan precisas por el alambre y muerden la manzana un instante antes de servírtela mientras susurran una canción.
Aquella carretera de circunvalación de tantas veces me acogía desolada mientras volvía a repasar en los labios, el sabor tan exclusivamente dulce que tienen las posibilidades convertidas en volutas ciertas, y la sonrisa pacífica que roza la cintura mientras se susurra al oído, "hoy voy a dormir solo, pero ha sido un auténtico placer mantener el equilibrio en el alambre con tu olor en mi cuello".

Resonando: Porqué te vas_Popular Org.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre al borde del abismo pero, gracias a la experiencia, un poquito más cerca del éxito que del fracaso... esa es la virtud del funambulista.

Aplicado a la fauna descarnada de la noche se me ocurren múltiples posibilidades. Y me guardaré mi apreciación... aunque la próxima vez que me acerque por Madrid (sea al Vía, al Palentino, Pepita o Budha) tendré cuidado de esos ojos (los tuyos) que escrutan la noche en busca de verdades y secretos.

In´lakesh... desde el Otro Lado.

vega dijo...

me encanta este post. enterito. imagino ese análisis desde fuera, ese contemplar el juego más viejo del mundo, la danza de cortejo, las danzas, los hilos que se cruzan, los universos que se mezclan, como un autor con sus personajes... y en un momento todo gira y el autor es también personaje, entra en el juego...
la vida es taaan divertida...

(besos de trapecista)

Giraluna dijo...

aunque solamente fuera por unas cuantas miradas, unos besos, unas horas, un paseo por el alambre... ya merece la pena dejar de tener miedo a las alturas (a pesar de que al final acabes durmiendo solo). la frase final muy linda.

Iraultza dijo...

Borja: cierto, la experienciale da más posibilidades, algunas más, al funambulista que en el recorrido anterior. Sobre lo otro, pierde cuidado, el entorno en el que ocurrió todo esto era "controlado", era más fácil de lo habitual "adivinar", había mucha gente, pero también mucho "conocimiento".

Vega: si, fue algo parecido, uno creyendo estar contemplando el juego más divertido del mundo y cuando menos me lo esperaba, ser uno más del juego....besos de capítulo final.

Giraluna: el miedo a las alturas se tiene cuando estás restregándote la piel por el escozor que produce la última caida...afortunadamente, poco a pcoo pierdes el miedo, porque la recompensa (posible, es una posibilidad siempre, nada cierto), merece la pena (supongo).